jueves, 22 de diciembre de 2022

Como María bendición para Dios y bendición también para los demás, reconocemos los regalos de amor que recibimos y al tiempo hacemos ofrenda de nuestro amor

 


Como María bendición para Dios y bendición también para los demás, reconocemos los regalos de amor que recibimos y al tiempo hacemos ofrenda de nuestro amor

1Samuel 1,24-28; Sal.: 1S 2,1.45.6-7.8abcd; Lucas 1,46-56

Cuando hablamos de bendiciones normalmente pensamos en si llevamos algo al sacerdote para que lo bendiga, acaso pensamos en cómo el sacerdote al final de la celebración nos da la bendición de Dios antes de marcharnos de nuevo a nuestros quehaceres, a lo sumo pensamos en la bendición que le piden los hijos a los padres – aunque sea una costumbre que va desapareciendo -, pero realmente cuando hablamos de bendición tendríamos que pensar en algo más y no quedarnos solamente en algo que recibimos, aunque también lo sea.

Creo que de alguna manera tenemos que rescatar ese sentido de bendición con el que nosotros también queremos regalar a los demás. Nuestras palabras o nuestra presencia junto a los demás tendrían que ser siempre bendición para el otro, con lo que les mostramos nuestro aprecio y también nuestra gratitud porque por otra parte somos conscientes de cuanto de ellos estamos continuamente recibiendo.

Bendecir, en el estricto sentido de la palabra en sus propias raíces, es decir bien, pero le damos ese carácter sagrado de una bendición que recibimos de parte de Dios. Pero bendecir es también cantar a Dios, bendecir a Dios. Si cuando recibimos la bendición de Dios estamos pensando cómo queremos que su presencia nos llene y nos inunde con sus gracias y con sus dones, para vernos también liberados de todo mal, ¿Por qué no pensar en esa alabanza que queremos dar a Dios cantando su gloria que sean como piropos de amor que a Dios dedicamos también como una acción de gracias por cuanto de El recibimos?

Bendición para Dios y bendición para los demás porque son muestras de nuestros deseos de amor, el regalo que también desde nuestro amor queremos hacerles deseando que se vean envueltos por todo lo bueno y por todo lo bello. Bendecir es decir también estoy contigo, ya sea que bendigamos a Dios o que bendigamos a los demás, y con mi amor quiero que nos llenemos de felicidad, ya porque cumpliendo la voluntad de Dios quiero darle gloria, ya porque siempre haremos todo lo bueno para los demás.

Aprendamos de María. Tenemos ante nuestros ojos aquel momento de su visita a su prima Isabel allá en la montaña de Judea donde todo fueron bendiciones. Isabel siente como una bendición la presencia de María que llega a ella en la actitud del servicio como ofrenda de amor pero que también le trae la presencia de Dios y María se siente bendecida en las palabras y la acogida de su prima que la reconoce la Madre de su Señor.

Por eso todo el cántico que hoy escuchamos en esta parte del Evangelio es un cántico de bendición. Reconoce María las maravillas que Dios en ella está realizando a pesar de que se siente pequeña y la humilde esclava del Señor y todo son bendiciones para Dios, todo es alabanza para Dios que de manera especial visita a su pueblo derramando sus bendiciones de gracia y de misericordia. Es un cántico de acción de gracias pero es un cántico de bendición a quien así quiere hacerse presente en medio del pueblo, para quien quiere hacerse Emmanuel, Dios con nosotros.

Aprendamos nosotros a bendecir porque es humildemente reconocer. Reconocemos los dones recibidos ya sean de Dios, ya sean de los que caminan a nuestro lado y tanto hacen por nosotros y queremos ser siempre bendición, bendecimos y alabamos a Dios, pero aprendemos a bendecir a los demás porque alabamos y reconocemos también su amor, y aprendamos a recibir con gratitud las bendiciones que de tantos modos van llenando también nuestra vida.

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