lunes, 12 de diciembre de 2022

Dejémonos sorprender por el evangelio porque vayamos con corazón limpio de prejuicios y corazón abierto para descubrir la novedad de vida que siempre nos ofrecerá

 


Dejémonos sorprender por el evangelio porque vayamos con corazón limpio de prejuicios y corazón abierto para descubrir la novedad de vida que siempre nos ofrecerá

Números 24, 2-7. 15-17ª; Sal 24; Mateo 21, 23-27

¿Quién te crees que eres tú? ¿Qué te da derecho para hacer lo que haces? Con palabras semejantes queremos parar los pies algunas veces a quien nos parece que se está metiendo donde no debe, que se está atribuyendo una atribuciones o poderes que no tiene. Porque en la vida nos encontramos con todo. El listo que todo se lo sabe y en todo quiere meter el hocico, hablando pronto y mal, pero que no podemos tolerar y buscamos la forma como pararlo en esas atribuciones que con tanta libertad se ha tomado.

¿Era algo así lo que querían decirle los judíos a Jesús? Ya muchos veían con malos ojos sus enseñanzas y les parecía que estaba soliviantado al pueblo haciéndoles unas promesas que no tenían sentido; algunos quizás veían sus intereses en peligro y había que buscar la manera de desprestigiar a Jesús, para otros Jesús era poco menos que un blasfemo porque les parecía que se atribuía un lugar que solo Dios ocupaba, les molestaba quizás que la gente sencilla encontrara esperanza en las palabras y en la presencia de Jesús.

Ahora había llegado hasta el colmo. Se había permitido meterse en el templo y con las costumbres y normas de régimen interior que allí se tenían – quizá por el interés de algunos que encontraban ganancias y posicionamientos de poder – y Jesús se había atrevido a echar a los vendedores del templo y a derribar las mesas de los cambistas. Por eso algunos se habían atrevido a enfrentarse a Jesús para pedirle cuentas sobre la autoridad con que se creía para actuar así. ‘¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?’

Pero Jesús no les responde directamente sino que a su vez les plantea otra pregunta a la que no saben como contestar porque entonces serían ellos los que se vieran comprometidos. Y como Jesús les dice, si ustedes no me contestan yo tampoco os doy respuesta a lo que me planteáis. La malicia que pervertía sus corazones es con la que acuden con sus exigencias a Jesús. Pera a Jesús no podemos ir con exigencias. Es necesario una sinceridad de corazón y una pureza de malas intenciones.

Pudiera parecer anécdota este episodio que nos narra el pasaje evangélico. Pero para nosotros siempre toda palabra de Jesús, todo gesto de su vida, su presencia tiene para nosotros un mensaje, nos plantea interrogantes para nuestra vida y nos quiere hacer pensar. Hay gente que dice no encontrar respuestas a sus interrogantes cuando leen el evangelio. Y es eso lo que tenemos que plantearnos, cómo acudimos nosotros al evangelio, cual es nuestra mirada o qué es lo que llevamos en el corazón.

No vamos al evangelio como quien va a un libro de historia porque quiere saber cosas, porque quiere aprender cosas; no podemos quedarnos en la belleza literaria que en el evangelio, en las parábolas de Jesús, en el mismo relato que nos hacen los evangelistas, sin negar su belleza. No son palabras bonitas lo que nosotros vamos buscando; no podemos ir desde nuestros prejuicios con nuestras preguntas ya como predeterminadas para que nos den una respuesta que concuerde con nuestras ideas o con nuestros pensamientos. No podemos acudir con un prejuicio crítico que ya llevamos elaborado de antemano. Así no encontraremos nada porque el evangelio es mucho más que todo eso.

Dejémonos sorprender por el evangelio porque vayamos con corazón limpio de prejuicios, con corazón abierto para poder descubrir esa novedad que siempre nos ofrecerá a nuestra vida. Siempre será para nosotros buena nueva, buena noticia, desde la apertura de nuestro corazón, desde la sinceridad de nuestra humildad. Será entonces para nosotros esa perla preciosa, ese tesoro escondido que vamos a encontrar para llenar de riqueza nuestro espíritu, nuestra vida. No es algo material lo que vamos a encontrar, será que nos eleve y nos llene nuestro espíritu. Es algo sobrenatural porque es encontrarnos con Dios y encontrarnos con la vida.

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