sábado, 1 de octubre de 2022

Preguntémonos cuál ha de ser nuestra prioridad al hacer el anuncio del evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y si respondemos al estilo de Jesús

 


Preguntémonos cuál ha de ser nuestra prioridad al hacer el anuncio del evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y si respondemos al estilo de Jesús

Job 42,1-3.5-6.12-17; Sal 118; Lucas 10,17, 24

Todos nos sentimos felices y contentos cuando creemos que las cosas nos salen bien, quizá encontramos personas que alaban aquello que nosotros hayamos hecho y no digamos nada si adquiere notoriedad y todo el mundo habla bien. Halaga nuestro ego que nos digan que hacemos cosas buenas, aunque tratamos de disimularlo aflora ese orgullo interior, que también manifestamos externamente si llega el caso, por esas alabanzas que recibimos. Y como solíamos decir por nuestras zonas, cuando no tenemos abuela que nos alabe, nos alabamos nosotros mismos.

Algo así podemos decir que sentían los apóstoles que habían sido enviados con todo poder para hacer el anuncio del Reino, y vienen contándoselo a Jesús. Ha sido un éxito. Hasta los demonios se nos sometían en tu nombre. Y Jesús les dice también ‘estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo’. Pero Jesús quiere hacerles caer en la cuenta de algo mejor. ‘Vuestros nombres están inscritos en el cielo’. Qué más da las alabanzas que aquí podáis recibir, son efímeras, halagan vuestro ego y vuestra vanidad. Tenemos que pensar en algo más profundo.

Y es que Jesús quiere enseñarles, quiere enseñarnos, cuales son los verdaderos caminos que hemos de recorrer para vivir y para anunciar el Reino de Dios. Y Jesús que todo lo convierte en oración comienza a bendecir y alabar a Dios que es quien realmente se nos revela en los corazones – recordemos lo que le decía a Pedro allá en Cesarea de Filipo que lo que ha confesado no fue porque lo supiera por sí mismo sino porque el Padre del cielo se lo había revelado en el corazón -, pero cuando somos sencillos y somos humildes.

‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños’. No es cuando vamos con nuestra autosuficiencia cuando vamos a encontrarnos con Dios para que El se nos revele en el corazón; es cuando nos hacemos pequeños, cuando nuestro corazón se vacía de nosotros mismos, cuando podemos llenarnos de Dios. Así se nos revela Jesús, así Jesús nos abre a los misterios de Dios.

serán los pobres a los que Jesús se acerca, como había proclamado en aquella profecía de Isaías en la sinagoga de Nazaret, ‘a los pobres se les anuncia una buena noticia’; serán los que sienten muchas limitaciones en su vida, los enfermos, los ciegos, los paralíticos, los leprosos, los que van a encontrar la verdadera liberación en Jesús; serán los que nadie quiere, los que son discriminados por cualquiera causa, aquellos que son llamados publicanos y pecadores, los primeros que van a participar de la mesa de Jesús para celebrar con alegría de fiesta el encuentro con Jesús, recordemos a Zaqueo, recordemos a Leví el publicano y los banquetes que ofrecieron a Jesús y quienes se sentaron a la mesa; serán aquellas multitudes que tienen hambre de pan y hambre de esperanza los que acudirán de todos lados para escuchar su buena noticia pero para ser alimentados con un alimento nuevo, con un pan nuevo que será la propia carne, la propia vida de Jesús.

¿Quiénes son los que hoy también son los primeros en escuchar la Buena Nueva del evangelio de Jesús? ¿Quiénes han de ser los primeros a los que la Iglesia lleve el anuncio del Evangelio? ¿Estaremos actuando a la manera de Jesús? ¿Sentiremos nosotros la dicha y la alegría que nos anuncia hoy Jesús en el evangelio de que nosotros podemos ver lo que tanto ansiaron ver los profetas y reyes del Antiguo Testamento? ¿Cuál es la verdadera alegría que debemos llevar en el corazón? ¿Qué personas son nuestras prioridades a la hora de evangelizar?

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