miércoles, 28 de septiembre de 2022

Sígueme, nos está diciendo Jesús, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que transmitir, un Reino nuevo que construir, no nos dejemos arrastrar por los apegos y ataduras

 


Sígueme, nos está diciendo Jesús, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que transmitir, un Reino nuevo que construir, no nos dejemos arrastrar por los apegos y ataduras

Job 9,1-12.14-16; Sal 87; Lucas 9,57-62

‘Levanten la mano quienes estén dispuestos a echar una mano…’ nos dijeron alguna vez en el colegio, en una reunión, en un momento dado en que estaban pidiendo voluntarios para hacer un determinado trabajo. Siempre había gente dispuesta, que levantaban pronto la mano; pero sabemos también que algunos se lo pensaban entre aquel primer momento de fervor, llamémoslo así, y cuando se iba a realizar la tarea. Ahora parecía más difícil, para hacer esas cosas sería necesario, bueno yo dispongo hasta… (Y se señalaba una hora hasta donde se estaba dispuesto). Al conocer la realidad de lo que había de hacerse, el ver quizás que otros se quedaban mirando y se lo pasaban bien sin tener que ir ahora a hacer algo que llevaría su esfuerzo y su trabajo, o quizá pensábamos que en casa pudieran estar preocupados por nosotros y teníamos que haber avisado… y así no sé cuantas cosas más, parece que se pueden ir diluyendo aquellos entusiasmos generosos del principio cuando levantamos la mano para ofrecernos.

Es cierto que cuando vamos a emprender una tarea es normal que sepamos en qué nos vamos a comprometer, que nos pensemos mucho si nosotros seremos capaces de realizarlo, con qué medios vamos a contar, de donde podemos sacar los recursos que necesitamos. Entra dentro de lo humano, y también de lo que tendría que ser una planificación seria. Pero el evangelio de hoy parece que quiere plantearnos otras cosas.

El episodio nos habla de unos individuos que se ofrecen para seguir a Jesús o que son invitados por El para seguirle. ‘Te seguiré a donde quiera que vayas’, es su disponibilidad. ¿Hasta dónde llegará? Jesús les plantea las exigencias de ese seguimiento. ¿Qué buscaban? ¿Qué buscamos?

¿Vamos a ofrecernos para hacer méritos? ¿Vamos a ofrecernos porque quizás están en buenas disposiciones y junto a personas que tienen algún valor o influencia, con el tiempo podremos salir ganando, tener algún beneficio? ¿Y si no se tuvieran en cuenta luego esos méritos, si no pudiera luego tener algún beneficio de lo que he hecho, estaría dispuesto de la misma manera? ¿Serán esas espontaneidades una forma de hacer carrera? Bueno, son preguntas sin mala intención…

Jesús les recuerda que ‘las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Otra tiene que ser, entonces, la disponibilidad. Les habla por otra parte que cuando emprendemos el camino no podemos ir dejando ataduras detrás; pueden parecer duras las palabras de Jesús de no despedirse de la familia o no enterrar sus muertos, pero nuestra mirada tiene que ser siempre adelante, nuestro camino es un camino de vida y no de muerte, es un camino de nueva libertad que nos hace realmente grandes, aunque nos parezca que somos pequeños, es el camino del servicio generoso y donde únicamente tenemos que detenernos es para levantar al herido y hacerle encontrar nueva vida.

‘Sígueme’, le dice Jesús a aquel indeciso, ‘vete a anunciar el Reino’. No nos caben indecisiones, es un camino de valientes capaces de despojarse no solo de cosas sino hasta de su yo. Tenemos la tentación de seguir mirando para detrás, de lo que pudimos hacer o de la otra manera que podríamos tener de hacer las cosas, pero ahora tenemos que dejarnos coger por la novedad que nos ofrece Jesús, dejando que sea su Espíritu el que nos guíe y fortalezca.

Sígueme, nos está diciendo a nosotros también, hay un anuncio que hacer, una buena noticia que anunciar, un Reino nuevo que construir; es la tarea que tenemos por delante y la invitación que nos está haciendo Jesús. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

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