lunes, 26 de septiembre de 2022

Aprendamos a dejar a un lado los protagonismos y a dejarnos inundar por la humildad y el espíritu de servicio para con corazón acogedor valorar lo bueno de los demás

 


Aprendamos a dejar a un lado los protagonismos y a dejarnos inundar por la humildad y el espíritu de servicio para con corazón acogedor valorar lo bueno de los demás

Job 1, 6-22; Sal 16; Lucas 9, 46-50

Me van a decir algunos que no, pero hemos de reconocer que queremos ser los más guapos, los más altos, los más inteligentes, en una palabra, que queremos ser los mejores en todo; y no es porque nos estemos esforzando quizás mucho por ser los mejores, pero que venga alguien y ocupe en lugar nuestro aquel lugar con el que soñábamos, que venga alguien y quede por delante nosotros porque en la carrera corrió más, o porque supo ser más sagaz para ponerse por delante y no hubo manera que nosotros le venciéramos; nos sentimos mal, en cierto modo humillados si nos relegaron a un segundo puesto cuando nosotros creíamos que teníamos asegurado el primer puesto.

En esa andaban los discípulos de Jesús, aquellos que andaban más cerca de Jesús en todo momento, aquellos a los que Jesús había elegido para ser sus enviados. Ahora andaban discutiendo por quien valía más, quien era el primero en aquel grupo ya fuera porque se creyeran los más antiguos, los primeros que comenzaron a seguir a Jesús, o porque se consideraban con más derechos o privilegios que los demás para ocupar los primeros puestos cuando Jesús no estuviera. Como nosotros cuando en la vida nos vamos dando empujones porque queremos salir bien en la foto… a ver cuanto más cerca que podamos del personaje que consideramos principal.

¿Esos codazos y esas zancadillas tienen sentido en un grupo de hermanos? ¿Qué sentido y que valor tiene que andemos en esas carreras, con esos empujones cuando formamos parte de una misma humanidad que entre todos tendríamos que preocuparnos de hacer que cada día sea más humanidad? Cuando vemos que Dios nos ha puesto el mundo en nuestras manos para que entre todos los hagamos caminar, no tienen sentido nuestras rivalidades ni nuestras envidias, nuestros orgullos o mal disimulado amor propio cuando tendríamos que aprender a valor lo que realmente cada uno vale y la función que cada uno tiene en ese mundo que es de todos.

Cuánto nos gustan los protagonismos, que aparezcamos nosotros, que parezca que somos los únicos salvadores, que acapararemos todos los méritos, que nos pongan sobre pedestales. Y cuando aparece alguien que nos pueda dar sombra o quitar protagonismo nos recomemos por dentro y surgen los recelos y las envidias, el desprestigiar o el quitar méritos, creyendo que somos los únicos que podemos hacerlo.

Y Jesús nos da la gran lección, a la chita callando, como se suele decir. Solamente cogió un niño y lo puso en medio de ellos y les digo que todos teníamos que comenzar por ser como niños. ¿Nos quiere infantilizar Jesús? Ni mucho menos. Necesitamos de la virtud de la humildad y de la sencillez, el espíritu abierto de un niño que con todos se junta y con todos juega y reaviva sus sueños, en el que no caben personalismos porque aun en él no hemos despertado los orgullos y los sueños de grandiosidades, que se deja querer y a todos ofrece la limpieza de sus ojos.

Pero nos dice aun algo más Jesús, no solo hemos de ser como ellos sino también saber acogerlos a ellos, aunque nos parezcan pequeños y nada nos exijan. ‘El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante’. Cuantas veces vamos por la vida apabullando a todo el que nos parece menos, a todo el que nos parece pequeño e insignificante. ¡Qué sabes hacer tú!, le decimos a aquel que nos parece inferior, ¿me vas a dar lecciones a mi?

Y Jesús nos está diciendo que nos dan lecciones los niños, que nos dan lecciones los pequeños, que nos dan lecciones aquellos que menos consideramos y a los que quizá no queremos dejar que hagan algo para que no ocupen nuestro lugar. Por allá vinieron a decirle a Jesús que a uno que no de su grupo pero que también echaba demonios en nombre de Jesús se lo habían querido prohibir. ‘El que no está con nosotros, está a favor nuestro’, les viene a decir a Jesús para que nadie se crea el único protagonista o el único que sabe hacer las cosas bien.

Qué distinto es el estilo de Jesús; qué amplitud de miras tiene su corazón; qué apertura a lo bueno, venga de donde venga, porque siempre será construir el Reino de Dios; en qué caminos nuevos nos está poniendo Jesús. No se trata de carreras para ver quien llega primero, sino para ver quien es el que mejor sirve a los demás.

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