jueves, 4 de agosto de 2022

Démosle gracias a Dios que nos sigue amando y contando con nosotros, sigue tendiéndonos la mano para sigamos en su camino, aunque los hombres quieran apartarnos

 


Démosle gracias a Dios que nos sigue amando y contando con nosotros, sigue tendiéndonos la mano para sigamos en su camino, aunque los hombres quieran apartarnos

Jeremías 31,31-34; Sal 50; Mateo 16,13-23

Algunas veces nos echamos en cara que no siempre somos lo suficiente congruentes entre cosas que decimos en un determinado momento, en unas circunstancias quizás especiales, y lo que luego hacemos o decimos con el paso de los días o ante nuevas situaciones que se nos pueden presentar. Esa congruencia muchas veces es difícil o quizás lo que nos parece incongruente no lo es tanto.

Tenemos momentos de fervor y entusiasmo y en ese momento quizás todo nos pueda parecer maravilloso, pero cuando vemos la realidad que no todo es tan fácil, quizás nos comienzan las dudas o queremos hacer nuestros arreglos o apaños. Forma parte de nuestra condición humana, que iremos madurando en la medida en que quizás la misma vida nos enseñe o las experiencias por las que pasemos nos den esa madurez.

Si prestamos bien atención al evangelio que hoy se nos ofrece podríamos ver cosas así incluso en el mismo Pedro, que en principio recibirá buenas alabanzas de Jesús. Están caminando casi en el límite de Palestina y son momentos de mayor tranquilidad en la actividad del propio Jesús; por eso aprovechará para tener conversación como más íntima con sus discípulos y son los momentos que en especial a ellos les abre a los misterios del reino de Dios.

Surgirá ese hermoso diálogo en que Jesús pregunta por lo que ellos escuchan a la gente decir de Jesús. Es curioso, solo dirán cosas podríamos llamarlas positivas, porque le responden que la gente piensa de Jesús que es un profeta como los antiguos, o como Juan el Bautista que todos han conocido; resaltan la admiración que la gente sencilla siente por Jesús, pero no harán mención lo que los fariseos y los principales del pueblo pensaban de Jesús, de todos era sabido su rechazo.

Pero Jesús quiere algo más, quiere la opinión de ellos. ‘Vosotros, ¿Quién decís que soy yo?’ La pregunta ahora es más comprometedora, porque tendrán que definirse con lo que ellos mismos piensan; pero allá está Pedro, el que salta siempre el primero, para proclamar que Jesús es el Mesías que había de venir. Y Jesús lo acepta, y le dirá que si ha sido capaz de decir eso es porque se ha dejado conducir por Dios. ‘Eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos’. Y lo llama dichoso por hacer esa confesión, y le anunciará la misión que un día Pedro ha de tener en medio de esa nueva comunidad. ‘Eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’.

Pero aquí tenemos que observar las variaciones que en nosotros los hombres suele haber tantas veces. Comenzará Jesús a hablar que el Hijo del Hombre ha de padecer, que incluso sería ejecutado pero resucitaría al tercer día, y ya Pedro no entiende ni puede aceptar esas palabras y esos anuncios de Jesús. ‘¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte’, le dice Pedro y Jesús lo rechazará porque está convirtiéndose en un ángel tentador para El, y porque ahora no está pensando según el pensar de Dios sino según el pensar de los hombres.

¿Incongruencias de Pedro? ¿Dudas en su corazón? ¿Cosas que nos cuesta aceptar sobre todo cuando se vuelven duras para uno? Lo que nos pasa a nosotros tantas veces. Nos aparecen los miedos y las cobardías, nos aparecen nuestras debilidades y nuestras inconstancias. Será el Pedro que está dispuesto a llevar una espada a Getsemaní para defender a Jesús, pero que pronto lo abandonará y lo negará ante las preguntas de unos criados que podrían ponerle a prueba a él también.

Nuestras dudas, nuestros momentos de fervor entremezclados con nuestros momentos de debilidad. Pero, hay una cosa que hemos de tener clara, Dios sigue confiando en nosotros. Entre nosotros nos echamos en cara nuestras incongruencias y nuestras debilidades y decimos éste no vale para eso porque es muy débil o muy inconstante, porque no es capaz de mantener un ritmo de fidelidad o no sabe corregirse a tiempo. Y vamos apartando a tantos del camino porque no nos parecen perfectos ni idóneos. Pero los ritmos de Dios son otros, el sentir de Dios es de otra manera, la manera de pensar de Dios y de manifestar su misericordia es totalmente distinta a nuestros criterios humanos.

Démosle gracias a Dios que nos sigue amando, sigue contando con nosotros, sigue tendiéndonos la mano para sigamos en su camino, aunque los hombres quieran apartarnos.

 

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