sábado, 9 de julio de 2022

No hemos de temer y acobardarnos; no hemos de temer y escondernos; no hemos de temer las insidias que pretenden confundirnos para que neguemos la verdad de la salvación

 


No hemos de temer y acobardarnos; no hemos de temer y escondernos; no hemos de temer las insidias que pretenden confundirnos para que neguemos la verdad de la salvación

 Isaías 6,1-8; Sal 92; Mateo 10,24-33

Algunas veces uno tiene la sensación de que la gente tiene miedo; si no, miremos en nuestras calles las puertas y las ventanas de la mayoría de las casas, cerradas, muchas con rejas, los solares vallados, las fincas con cercas, y en muchas casas las alarmas bien señalizadas para que nadie pueda entrar. Se palpa una cierta inseguridad, en algunos sitios quizás con mayor intensidad, pero en todas partes se nota eso en el ambiente.

Pero los miedos no se quedan ahí, en otras muchas más situaciones de la vida andamos con miedo, en sí mismo pensando en el futuro, por otra parte la economía que da vueltas y vueltas y no sabemos si podremos llegar a final de mes, o si el trabajo nos va a durar, o qué van a hacer nuestros jóvenes cuando terminen una carrera; miedos que se meten en la vida y nos crean cierta ansiedad, angustia de la alguna manera.

Miedos cuando tenemos que emprender una tarea y nos sentimos inseguros; cuando tenemos que afrontar responsabilidades y parece que no tenemos mecanismos en nuestro propio interior para asumir lo que tenemos que hacer; o son los interrogantes profundos que surgen en nuestro interior y que no siempre encontramos una respuesta y nos hace caminar inseguros por la vida; o será la responsabilidad o la tarea a la que tenemos que enfrentarnos para que camine la sociedad y sabemos que nos vamos a encontrar muchas dificultades; miedos en nuestra propia vida de fe, en nuestros planteamientos profundos que sabemos que van a ir a contracorriente de lo que se vive en nuestro entorno y las dificultades o la oposición que vamos a encontrar.

Pero hoy por tres veces nos dice Jesús en el evangelio que no tengamos miedo. En este corto texto nos aparece tres veces, pero si hacemos una lectura de conjunto del evangelio veremos que esa invitación a la confianza y a la paz, a no tener miedo, será algo que se repite muchas veces. Los ángeles a los pastores, el ángel de la anunciación a María, en los momentos de dudas de los que se acercaban a Jesús, en las apariciones de Cristo resucitado. Y es que la buena noticia de Jesús es una noticia de paz, una invitación a la confianza, un hacer que nos sintamos seguros porque nos sentimos amados. ¿Qué más queremos? Esto tendría que ser ya por sí mismos suficientes motivos para la esperanza y para la alegría del cristiano, superando todos los miedos.

Hoy les está hablando Jesús a los discípulos de algo muy concreto como son las situaciones en las que se van a encontrar cuando vayan anunciando el evangelio. No será fácil, habrá oposición, quien no quiera escuchar, quien se oponga incluso a que hagamos el anuncio, y vendrán las persecuciones, incluso la muerte. Pero Jesús nos dice que no tengamos miedo.

La luz del evangelio no puede taparse para dejar que el mundo siga a oscuras, incluso aquello que quieren hacer que permanezca mas oculto, se dará a conocer, se publicará, y la voz del evangelio seguirá su camino y seguirá resonando. ‘No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma’. Lo importante es que nos den muerte a nosotros mismos porque nos suman en la muerte de la negación de Cristo. Los sufrimientos corporales, nada son frente a la alegría del anuncio. Y además Dios es el Padre bueno en quien podemos confiar y con nosotros estará. Y nos recuerda lo de la providencia de Dios que si protege a los pájaros del cielo o las flores del campo, ¿qué no hará por sus hijos?

No hemos de temer y acobardarnos; no hemos de temer y escondernos; no hemos de temer las insidias que puedan hacer contra nosotros que lo que pretenden es confundirnos para que neguemos la verdad que es nuestra salvación. No hemos de temer porque el Espíritu del Señor estará siempre con nosotros. Es una valentía nueva que sentiremos en nuestro interior; es la valentía con que vamos a afrontar la vida, y las responsabilidades, y la tarea que tenemos que hacer en nuestro mundo para que sea mejor. Con nosotros está el Señor.

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