viernes, 29 de julio de 2022

Fue el encuentro con el amor y con la vida, en que se vio fortalecida la fe y la esperanza, donde algo nuevo iba a comenzar en el corazón de Marta y en nuestros corazones

 


Fue el encuentro con el amor y con la vida, en que se vio fortalecida la fe y la esperanza, donde algo nuevo iba a comenzar en el corazón de Marta y en nuestros corazones

1Juan 4,7-16; Sal 33; Juan 11,19-27

No sé qué resortes tenemos por dentro a la hora de reaccionar ante las diferentes situaciones que nos vamos encontrando en la vida; con lo fácil que sería caminar juntos, con lo fácil que es dejarnos encontrar por los demás y al mismo tiempo nosotros salir al encuentro de los otros. Pero ahí están esos resortes, como decíamos y es una forma de expresarnos, que nos cierran en nuestras posturas, que aunque sabemos que el otro ya está viniendo a nuestro encuentro, nosotros nos resistimos, y guardamos no sé qué resistencias y reticencias, y hasta como inconscientemente de alguna forma nos ocultamos y no damos los pasos que tan enriquecedores serían; están nuestras quejas, nuestras desconfianzas, aquello que nos quema por dentro porque en un momento determinado al otro no se le vio ningún detalle o aparentemente de interés.

Pero hoy en el evangelio estamos en la casa de los encuentros. Proverbial era la hospitalidad que allí siempre se ofrecía a cualquiera que pasase por el camino y necesitase un descanso o una jarra de agua fresca; el brocal del pozo siempre está disponible. Aunque habían pasado cosas tristes en aquel hogar de Betania, Lázaro uno de los tres hermanos había muerto; estando enfermo le avisaron a Jesús que estaba más allá del Jordán pero no había venido. Lázaro está enfermo, había comentado cuando le hicieron llegar la noticia, pero esta enfermedad no es de muerte; pero Lázaro había fallecido y ahora cuatro días después de que lo hubieran enterrado, Jesús venía de nuevo a aquel hogar de Betania, que tantas veces le había acogido.

Y ahora vienen los encuentros. Cuando Marta se enteró de que Jesús llegaba a la casa salió pronta al encuentro. Ella seguía con su dolor en el corazón y la queja surgió espontánea en las primeras palabras. ‘Si hubieras estado aquí, Lázaro no hubiera muerto’. Es el dolor, el duelo, el llanto, las quejas e interrogantes que se plantean en el alma, son las oscuridades que todo lo entenebrecen, son las dudas y los rechazos que fácilmente aparecen. Pero Marta, no se había quedado sentado recociéndose por dentro sin expresar lo que sentía, sino que vino al encuentro de Jesús, que también venía a su encuentro.

Es hermoso lo que estamos contemplando. Y no es necesario que sigamos con el resto del pasaje que también es maravilloso, para darnos cuenta del misterio de amor que aquí y ahora se está desarrollando. Dos corazones llenos de amor que se encuentran, como serán también más tarde las mismas palabras de María de Betania. Pero aunque pudiera parecer que hay discordancias sin embargo se está llevando a cabo una hermosa sintonía y podríamos decir también sinfonía. Se dicen las cosas, se manifiesta el dolor, pero no falta el amor, no falta la confianza. Marta es una persona con mucha trascendencia en su vida, ella pensaba sí en la vida eterna, pero se encuentra que la vida llega a ella y llega de nuevo a aquel hogar también en el momento presente. ‘Tu hermano resucitará’.

Allí está la vida y la resurrección. Allí tiene que resplandecer la fe y la esperanza. Allí con la presencia de Jesús todo ha de comenzarse a ver de forma nueva, aunque cueste dar lo pasos, cambiar la mentalidad, abrirse a algo nuevo quizás inesperado en esos instantes. Es necesario llegar hasta el final como Marta ante las palabras de Jesús, ante la pregunta de Jesús. ‘Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo’.

Fue el encuentro con el amor y con la vida. Fue el encuentro en que se vio fortalecida la fe y la esperanza. Fue el encuentro donde algo nuevo iba a comenzar en aquel corazón. Para eso estaba allí Jesús que venía al encuentro de Marta, pero estaba también el hecho de que Marta fue capaz de ir al encuentro con Jesús con todo lo que llevaba en su corazón.

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