martes, 10 de mayo de 2022

Intentemos caminar siguiendo los pasos de Jesús, escuchemos su voz, construyamos nuestra vida desde los valores profundos que harán en verdad grande a la persona

 


Intentemos caminar siguiendo los pasos de Jesús, escuchemos su voz, construyamos nuestra vida desde los valores profundos que harán en verdad grande a la persona

Hechos de los apóstoles 11, 19-26; Sal 86; Juan 10, 22-30

Mala cosa es que vayamos por la vida con ideas preconcebidas sobre algo, con una imagen que nos hayamos hecho de una persona, con prejuicios sobre cómo va a ser la manera de actuar, por ejemplo, de una persona determinada. No vamos a ver sino lo que llevamos en la cabeza, nada nuevo ni distinto vamos a aceptar, nadie nos va a poder quitar la idea que llevamos dentro.

Cuántas veces decimos eso no me va a gustar, y quizás nos vemos obligados por las circunstancias a asistir aquello que decíamos que no nos iba a gustar y por muy interesante que sea lo que allí se desarrolle o la mayor riqueza o belleza que pueda tener, ya íbamos con la idea preconcebida de que no nos iba a gustar, y no nos gustará, incluso lo pasaremos más por vernos obligados a asistir. Pasan así tantas cosas en la vida, tan llenos andamos de prejuicios o de ideas preconcebidas, marcados quizás por una ideología, o por los ‘influencers’ como ahora se dice, que nos van marcando rutas para lo que aplaudamos o no.

Eso pasaba con Jesús tal como nos lo cuenta el evangelio en diversos episodios. Era galileo y de Galilea no podía salir ningún profeta y no podían aceptarlo; no se mostraba amigo de los poderosos sino que a todos ponía en su sitio porque lo que pedía era autenticidad y no era profeta de su agrado; se mezclaba con toda clase de gentes, comía con publicanos y con pecadores, no podía ser un hombre bueno; no era el Mesías guerrero que ellos se habían preconcebido, y no podían aceptarlo porque el Mesianismo que Jesús presentaba iba por los corazones y por la autenticidad de una vida; lo que hablaba ponía en solfa a los que se consideraban dirigentes del pueblo y como iba en contra de sus posicionamientos no lo podían aceptar. Eran muchos los prejuicios que pesaban en sus corazones.

¿Era Jesús un revolucionario? En verdad quería que todo cambiara, que otras fueran las actitudes, que de otra manera fuera la relacion con Dios, pero esas revoluciones no las entendían. Tampoco los que se consideraban más revolucionarios y en contra de los dirigentes actuales, aunque algunos se habían hecho sus discípulos, no estaban por la labor de seguir con el estilo que Jesús estaba planteando. Aquella buena nueva de Jesús de nueva vida y de salvación donde no cabían los remiendos y los apaños, era algo que no les convencía. No podían aceptar a Jesús.

Jesús no se identifica con el líder político y militar que se oponga a la dominación romana, sino que Jesús va más por la imagen del Mesías de la profecía davídica encarnado en el pastor del profeta Ezequiel que apacienta a sus ovejas y las hace reposar, busca la oveja perdida, recoge a la descarriada, venda a las heridas, fortalece a la enferma’. Es la imagen con la que Jesús se nos presenta en el evangelio, no solo en las palabras que hoy le escuchamos pronunciar, sino en lo que han sido sus actitudes y su manera de actuar acercándose a los sencillos y a los pobres, acogiendo a los pecadores y sanando a los enfermos como un signo y señal de lo que en verdad quiere realizar en nuestros corazones.

El es el Pastor y los que en verdad son sus ovejas le escuchan y le siguen y se alimentan de sus pastos de vida eterna. El viene para ofrecernos vida, pero no una vida cualquiera; no es una vida que nos produzca un bienestar pasajero como tantos Mesías de hoy siguen ofreciéndonos cuando quieren hacernos soñar con un paraíso en la tierra, esa llamada sociedad del bienestar. Son otros los caminos de vida que Jesús nos ofrece y que no son perecederos, porque El nos ofrece vida eterna.

No significa que no quiera Jesús que vivamos mejor y más felices en esta tierra que nos toca pisar, porque si en verdad aceptáramos esos nuevos valores que se nos ofrecen desde el evangelio, otra sería nuestra vida y caminaríamos por caminos de verdadera justicia y alcanzaríamos la paz que nadie jamás nos podría quitar. Pero ya sabemos cómo andamos por este mundo, se nos ofrecen muchas cosas, pero la maldad sigue perdurando en el corazón, pensamos que todo hemos de construirlo sobre bases materiales y un día se nos derrumban esos pilares que creíamos tan fuertes, y así nunca podremos alcanzar esos caminos de vida nueva. No nos dejemos envolver por ese materialismo de la vida. Démosle mayor profundidad a cuanto hacemos. Pongamos siguientes de verdadera espiritualidad.

Intentemos caminar los caminos de Jesús, escuchemos su voz, sigamos sus pasos, alimentémonos de esa vida nueva que nos ofrece, construyamos nuestra vida desde esos valores profundos que harán en verdad grande a la persona, y no olvidemos nunca la trascendencia de vida eterna que tenemos que darle a cuanto hacemos.

 

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