martes, 17 de mayo de 2022

En los momentos previos a la pasión Jesús les está hablando de paz y hoy en este momento concreto nos habla a nosotros de paz, de una paz que tenemos que reconstruir

 


En los momentos previos a la pasión Jesús les está hablando de paz y hoy en este momento concreto nos habla a nosotros de paz, de una paz que tenemos que reconstruir

Hechos de los apóstoles 14, 19-28; Sal 144; Juan 14, 27-31a

Tenemos que saber escuchar las palabras que se nos dicen teniendo en cuenta el momento concreto en que fueron pronunciadas para poder sacarle, por así decirlo, todo su jugo. Unas palabras fuera de contexto son peligrosas, y ya sabemos cómo se manipula hoy, cómo sacamos muchas veces lo que se nos dice fuera de su contexto, y como hay el peligro de que nos lleven a interpretaciones erróneas. Eso nos vale en muchas cosas y situaciones de la vida; cuidado con la malicia con algunas veces se actúa y nos dicen que dijeron pero no sabemos por qué dijeron y lo que en concreto se quería decir, esto que comento podría tener amplias aplicaciones a muchas situaciones de la vida.

Pero he iniciado este comentario, que me ha podido llevar a muchas cosas, para que nos demos cuenta de la profundidad que Jesús quería darle a sus palabras en aquel momento concreto de la cena pascual, anticipo de cuanto se iba a suceder a continuación. Ya hemos comentado en algún momento aquel momento especialmente tenso que se vivía en aquella cena y es cuando Jesús nos habla de la paz. En esos momentos de tensión necesitamos esa palabra que nos lleve a encontrar la serenidad para afrontarlo y a no perder la paz de nuestro corazón.

Así nos dice Jesús hoy: ‘La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde’. Les habla a los discípulos en aquel momento tenso de paz, les habla de mantenerse firmes, de no acobardarse, de no perder la paz en el corazón. Bien que les hacía falta frente a todo lo que iba a suceder que iba a ser un escándalo muy grande para ellos. Ya en el huerto, tras el prendimiento de Jesús, todos le abandonan y huyen; así nos lo dirá claramente el evangelista. Allí aparecería precisamente al frente de aquellos servidores del templo que parecían forajidos precisamente uno de los propios discípulos. No habían entendido antes las palabras de Jesús a Judas, por tendría que ser un golpe muy fuerte verlo traicionar a Jesús yendo al frente de los que iban a prenderle. ¿Podrían mantener la paz del espíritu? Abandonan y huyen.

Jesús ahora quiere hacer que se mantengan fuertes, que no se acobarden pase lo que pase; El les había anunciado todo lo que iba a suceder pero ellos no lo habían comprendido. Serán momentos difíciles cuando se vayan cumpliendo todas las palabras anunciadas por Jesús. Claro que necesitan la paz. Y no es una paz cualquiera. Claro que no será la paz a la manera como la gente del mundo entiende la paz. Muchas veces quizás queremos imponer la paz.

Por eso en los momentos previos a la pasión Jesús les está hablando de paz. Nos habla a nosotros hoy de paz; y pensamos en lo que vivimos, pensamos quizá primordialmente en la guerra de Ucrania por la cercanía en el espacio y en el tiempo, pero nos vamos olvidando de otros lugares del mundo que hoy también se ven amenazados. Olvidamos pronto quizás también momentos de guerras y tensiones que hemos vivido en los últimos tiempos en distintos lugares del mundo.

Y rezamos, es cierto, por la paz, y queremos que pronto callen las armas y se pueda comenzar una reconstrucción de cuanto ha sido destruido. Pero ¿serán solo los edificios, las obras civiles, lo material con toda la ruina económica que lleva aparejada lo único que habrá que reconstruir? Es lo primero en lo que pensamos cuando estamos tan ansiosos de paz. Pensamos quizás que con esa reconstrucción ya estaría todo hecho y se recobraría de nuevo la paz, pero ¿no habrá algo más hondo que reconstruir en el corazón de las personas o en las mismas instituciones sociales para llegar a encontrar una auténtica paz?

Toda esta crisis que vivimos nos ha llevado a una destrucción interior, porque nuestros corazones se han roto, porque hemos dejado de creer en los otros, porque se han ido sembrando unas semillas terribles en nuestros corazones que nos despiertan el orgullo, el odio, los deseos de venganza o de revancha, unas ansias de destruir muchas cosas o personas que nos han traído todo estos males que sufrimos. No podemos huir ni tirarnos al campo para hacer la guerra de la paz por nuestra cuenta o a nuestra manera.

Si mantenemos todo eso en el corazón no encontraremos la paz. Por eso nos dice Jesús que nos da la paz pero no como la da el mundo. Será algo más hondo lo que tenemos que reconstruir en nosotros para alcanzar esa verdadera paz. Es lo que Jesús nos ofrece. Es la salvación que en verdad nos regala. Son cosas muy concretas donde El quiere hacer presente su gracia. Sepamos ver ese regalo de la paz que Jesús quiere darnos.

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