lunes, 4 de abril de 2022

Seguimos tirando en los caminos de la vida destruyendo vidas, poniendo en entredicho la buena fama de los demás o alegrándonos del mal ajeno, otras tienen que ser nuestras actitudes

 


Seguimos tirando en los caminos de la vida destruyendo vidas, poniendo en entredicho la buena fama de los demás o alegrándonos del mal ajeno, otras tienen que ser nuestras actitudes

Daniel 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62; Sal 22; Juan 8, 1-11

Una piedra, una roca, puede ser sólido cimiento de un enorme edificio que podamos construir; básicamente la piedra era fundamental en la construcción de cualquier edificio o monumento, porque eran la base de las columnas que sostenían el edificio, de las paredes con que era construido y así en mil detalles más incluso en la ornamentación. Pero una piedra podría ser elemento de destrucción y de muerte como aquella roca que se desprende de la montaña y echa abajo aquella hermosa figura construida de valiosos metales en el sueño descifrado por el profeta; elemento de muerte porque un golpe en una piedra o con una piedra puede quitarnos el sentido y la vida.

A través del evangelio la imagen de la piedra o de la roca aparecerá con diversos significados, desde la roca – Pedro, piedra – sobre la que Cristo quiere edificar su iglesia, o como en el caso que se nos ofrece hoy en el evangelio el ser apedreado era castigo mortal para quienes eran descubiertos en adulterio. Es la acusación que traen contra aquella mujer a la que pretendían apedrear en cumplimiento de la ley de Moisés, pero en la intenciones de quienes vienen con la acusación contra quien quieren lanzar piedras es contra Jesús porque con aquel juicio en el que pretendían inmiscuirle estaba la mala intención de ver como cogerían a Jesús en sus propias palabras y acciones para tener de qué acusarle.

Jesús, en este caso lo desbarata todo cuando apela a la sinceridad de la conciencia de cada uno de aquellos acusadores. ¿Podrían en verdad acusar? ‘El que esté libre de pecado que tire la primera piedra’, es la sentencia de Jesús después de tensos momentos de silencio buscando respuestas y actuaciones. ¿Quién puede en verdad sentirse tan justo como que pueda tirar la primera piedra?

Sin embargo, seguimos tirando piedras. Aunque el desafía de Jesús nos deja en desazón pronto lo olvidamos y en la vida de mil manera seguimos tirando piedras, porque seguimos juzgando y seguimos condenando, seguimos poniendo en entredicho lo que hacen o lo que dicen los demás o seguimos creando desconfianzas, seguimos con la palabra malévola dicha en el momento oportuno para crear una confusión o seguimos ocultándonos detrás de las persianas de nuestras cobardías cuando vemos algo que realmente es injusto y nada hacemos por denunciarlo o desbaratarlo, seguimos con la sonrisa maliciosa en la alegría que nos pueda producir el daño de los demás o seguimos provocando a la gente en aquello que sabemos que los solivianta pero no para construir cosas buenas sino para mover quizás muchas veces al alboroto y la violencia porque dicen que a río revuelto ganancia de pescadores y siempre queremos sacar beneficio hasta de lo que pueda perjudicar a los demás. Son tantas las piedras que seguimos tirando en los caminos de la vida destruyendo vidas, poniendo en entredicho la buena fama de los demás o alegrándonos del mal ajeno.

Jesús quiere ponernos hoy en sobre aviso. Algunas veces es una pendiente resbaladiza en la que nos metemos porque vamos de buena voluntad por la vida, pero no miramos bien las consecuencias de nuestros actos, nuestras palabras, nuestros comentarios, nuestros gestos, nuestras actitudes. Tenemos que pensarnos bien lo que hacemos, lo que decimos, los gestos que podamos tener con los demás, para desterrar toda malicia, toda mala intención, para que sepamos ir por la vida con una mirada limpia, pero también con una palabra sincera y con muchos gestos de amor. Que nunca más por culpa nuestra caigan piedras sobre los demás.

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