jueves, 17 de marzo de 2022

No perdamos la sensibilidad para descubrir al Lázaro que está a nuestra puerta y en quien nunca nos hemos fijado en la expresión de su rostro

 


No perdamos la sensibilidad para descubrir al Lázaro que está a nuestra puerta y en quien nunca nos hemos fijado en la expresión de su rostro

Jeremías 17, 5-10; Sal 1; Lucas 16, 19-31

‘Más jugo da un esparto’. Me ha venido a la memoria esa frase que escuché de niño que tenía una como aplicación especial al sentido y al estilo de vivir de algunas personas. El esparto es una fibra obtenida de ciertas plantas, y que se caracteriza por su aspecto muy áspero. Y cuando esa frase hacía referencia a una persona estaba señalándonos a alguien muy desagradable por la insensibilidad con que vivía su vida y su relación con los demás, de quien no esperábamos una palabra amable, un gesto amistoso, o un detalle de ternura, pues era incapaz de ello. La relación con esas personas resulta costosa y nada amigable. Y aunque hoy en la vida vamos aprendiendo a limar asperezas sin embargo seguimos encontrándonos personas sin sensibilidad y que nunca mostrarán una señal de cercanía ni de empatía ni de simpatía con los que están a su lado. Van por la vida produciendo chispas en cualquier encuentro o enfrentamiento que tengan con los demás.

He traído aquí está referencia por el cuadro que nos presenta hoy Jesús en la parábola del evangelio. Aquel hombre que sólo vivía para sí, con tanta insensibilidad que no era capaz de darse cuenta del Lázaro que tenía a la puerta de su mansión. Solo pensaba en sí mismo, en sus placeres y lo que él para sí mismo llamaba felicidad, pero sin la más mínima sensibilidad en su corazón.

La parábola se prolonga con más mensajes tras la muerte de ambos y lo que les trascendía en el más allá. Quien en vida no supo nunca lo que era la compasión con los demás, por vivir solo encerrado en si mismo, suplica ahora compasión y que incluso aquel con quien no había tenido misericordia en su vida se convierta ahora en mediación que viniera compasivamente a calmar sus tormentos. Aunque tarde, ahora pensará en sus hermanos que quedan en la tierra a los que quiere mandar aviso a través de Lázaro para que no lleguen a ganarse aquel lugar de tormento.

Pero creo que la parábola en un primer momento nos tiene que hacer pensar en ese Lázaro que puede estar cerca de nuestra vida pero al que nunca le hemos prestado atención. Tiene que ser esa piedra de toque, esa llamada de atención para nuestra vida. No somos aquel rico epulón pero algunas veces en la vida podemos ir con actitudes o posturas semejantes. Nos hemos creado nuestro rincón allí donde hacemos la vida y vivimos, por así decirlo, muy felices; no tendremos quizás grandes cosas, pero sí hemos ido encadenando nuestra vida a tantas rutinas de las que no sabemos desprendernos, de las que no levantamos los ojos para tener otra mirada, para ser capaz de ver otras cosas, otras personas en tantas ocasiones que tenemos cerca y no llegamos a saber los sufrimientos que puedan tener en su corazón.

Levantemos la mirada, salgamos de ese círculo en que hemos convertido nuestra vida, seamos capaces de mirar más allá de la punta de nuestra nariz, como se suele decir, para descubrir de verdad a los que nos van saliendo al paso en el camino de la vida; quizás aparentemente todo lo vemos en la normalidad, porque en nuestras prisas y nuestras carreras no nos hemos detenido a mirar y a preguntarnos por esas arrugas de su rostro, por ese vacío de sus miradas que nos quieren hablar pero no sabemos interpretar;  nos contentamos con decir que cada persona es un mundo y cada uno encierra su misterio, pero ese mundo y ese misterio podemos descubrirlo en una mirada, podemos descubrirlo en la tristeza de su semblante, o en ese rostro hierático que quizás está intentando ocultar los dolores que se llevan en el alma. Pero nosotros pasamos despreocupados a su lado y no somos capaces de tener una mirada de comprensión.

Ya decía, muchas más cosas puede enseñarnos la parábola, pero hoy te invito a que descubras ese Lázaro que puede estar a tu puerta. No seamos como aquellos de los que se dice que más jugo da un esparto.

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