miércoles, 16 de febrero de 2022

Señor, danos siempre esa luz, abre nuestros ojos y nuestro corazón para finalmente conocerte y llenar el mundo de luz

 


Señor, danos siempre esa luz, abre nuestros ojos y nuestro corazón para finalmente conocerte y llenar el mundo de luz

Santiago 1, 19-27; Sal 14; Marcos 8, 22-26

¿Seremos ciegos? Desgraciadamente sabemos bien quien nace con esa discapacidad en sus ojos y la ceguera le impide ver la luz y los colores, o peor aún, no poder contemplar el  rostro de los seres amados. Muchos a lo largo de la vida vamos perdiendo por distintos motivos la capacidad total de visión y hoy podemos valernos de muchos medios para recobrar la luz de sus ojos. Qué gozo cuando tras una cirugía de cataratas puedes contemplar de nuevo los colores con toda nitidez e intensidad, por ejemplo.

Pero cuando estamos ahora refiriéndonos a la ceguera todos entendemos que queremos decir algo más. En la vida fácilmente nos cegamos, en la vida no siempre vemos con total claridad, en la vida damos muchas veces palos de ciego, como suele decirse, unas veces desde nuestro orgullo en que quizás queremos que todos tengan nuestra misma forma de mirar las cosas, muchas veces porque nos ofuscamos en muchas cosas y cerramos nuestra mente no queriendo ver más allá de la punta de nuestra nariz, como suele decirse.

Hay ocasiones en que recibimos tantas influencias de tantas luces fatuas de nuestro entorno que quedamos encandilados sin saber qué camino tomar, cuales son las decisiones más importantes de nuestra vida, o perdemos el sentido de nuestro caminar, el sentido de nuestra existencia. Cegueras, muchas veces que nos buscamos, muchas veces que lo que está a nuestro alrededor nos las impone, o cegueras en que algunas veces hay quien quiera que caminemos con ellas, manipulaciones en la sociedad hay demasiadas.

¿Dónde encontrar la luz, cómo encontrar la luz? Intentamos por nosotros mismos tantas veces interiorizar en nuestra vida, haciéndonos preguntas hondas para clarificarnos, para saber qué es lo que queremos o cuál es el rumbo que hemos de tomar. Es una búsqueda de la luz. Necesitamos hacerlo, no hemos de tener miedo a arriesgarnos a hacernos esas preguntas y planteamientos o ponernos en ese camino de búsqueda. Mejor es andar buscando aunque tanteemos y nos podamos equivocar que quedarnos en nuestra ceguera para siempre.

Quienes seguimos a Jesús sabemos donde podemos encontrar la luz. Precisamente le seguimos porque tenemos la experiencia de que en El hemos encontrado esa luz. Así se nos presenta El en el Evangelio y nos invita a seguirle, y si no le seguimos ya nos dice que andaremos en tinieblas. Son muchos los textos que en los evangelios y en los distintos evangelistas de una forma o de otra nos hablan de la luz, de esa luz que en Jesús podemos encontrar.

Hoy el evangelio nos habla de un ciego que llevaron a Jesús para que Jesús lo curara. Un detalle, hubo alguien que se preocupó de la ceguera de aquel hombre y lo llevó a Jesús; creo que nos puede estar diciendo mucho a todos los que creemos en Jesús y parece que nos guardamos la luz solo para nosotros.

Y Jesús curó a aquel hombre, devolvió la luz a sus ojos. Fue todo un proceso, porque a aquel hombre le costó recobrar totalmente la visión de sus ojos. Confundía a las personas con árboles que caminaban. Todo un signo, porque aunque la Palabra de Jesús llega a nosotros para darnos esa luz nueva, hay ocasiones en que nos cuesta interiorizar de verdad el mensaje de Jesús. Pero tenemos que seguir buscando, tenemos que seguir estando al lado de Jesús y escuchándole. Podremos encontrar ese sentido nuevo, esa visión nueva que Jesús quiere darnos.

Señor, danos siempre esa luz.

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