jueves, 17 de febrero de 2022

Nuestra vida cristiana es hacer camino con Jesús con todas sus consecuencias confesando nuestra fe en El pero aceptando lo que ese camino tiene de Pascua

 


Nuestra vida cristiana es hacer camino con Jesús con todas sus consecuencias confesando nuestra fe en El pero aceptando lo que ese camino tiene de Pascua

Santiago 2, 1-9; Sal 33; Marcos 8, 27-33

Hacer un camino juntos es mucho más que recorrer unos kilómetros para ir de un lado a otro; el caminar juntos en un esfuerzo compartido para hacer un recorrido nos da pie a hondas conversaciones, a confidencias porque parece que se nos escapan del corazón aquellas cosas que hemos vivido y llevamos dentro; creo que todos de una forma u otra tenemos esa experiencia, cómo llegamos a hondas conversaciones, a una comunicación con aquella persona que va con nosotros que quizás en otros momentos no hubiéramos sospechado.

Afloran los recuerdos, se reviven sentimientos, compartimos ilusiones y sueños, compartimos lo que son metas o ideales, expresamos lo que son nuestros gustos o deseos igual que aquello que no nos agrada, sale lo mejor que llevamos dentro de nosotros aunque también podamos hacer confidencias de sombras que nos pueden nublar el corazón por cualquier motivo. Hacer un camino es algo más que recorrer unos pasos, porque al final es el camino de nuestra vida el que vamos compartiendo.

Hoy nos dice el evangelio que Jesús iba de camino con sus discípulos. Quiere decirnos algo más de que se estaban trasladando de un lugar ahora como solían ir de pueblo en pueblo predicando. Vemos que en ocasiones Jesús se va por lugares que no era habitual, y no se ve una razón, por así decirla apostólica, para ir a esos sitios. Ahora andan casi en las fronteras de Palestina, por la región de Cesarea de Filipo. Momentos de intimidad, momentos de preguntarse por el camino que están haciendo, momentos de preguntarse por el sentido de cuanto está sucediendo, momentos en que van a salir a flote cosas hermosas, aunque pudieran aparecer sombras y dudas.

La pregunta de Jesús es directa. ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’ ¿A qué venía esa pregunta? Es Jesús que quiere saber – aunque El bien lo sabe – lo que hay en su corazón, aunque pudiera parecer una pregunta indirecta. Muchas veces el evangelista lo ha ido expresando, de la admiración que sentía la gente por Jesús. Lo miraban como un profeta, como alguien venido de Dios o que tiene a Dios consigo, como diría un día Nicodemo. Y los discípulos van soltando las opiniones de la gente. ‘Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas’.

Pero la pregunta de Jesús quiere ir más allá, más a lo hondo de ellos mismos. Están siempre con Jesús, lo ven más de cerca por decirlo de alguna manera, escuchan sus palabras y tienen momentos intensos de mayor intimidad como el que ahora están teniendo. Por eso la pregunta es directa. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy?

Podemos imaginar el silencio que reinaría en esos momentos, como suele suceder cuando nos hacen una pregunta directa en la que tenemos que implicarnos en la respuesta. Se cruzarían las miradas. Pero allá saltará Pedro enseguida. ‘Tú eres el Mesías’.

Continúan los intercambios desde el corazón. Jesús no quiere que difundan esa respuesta. Ya sabemos, las interpretaciones que se podría hacer la gente. Pero a ellos Jesús quiere decirles algo más. Acepta la respuesta de Pedro pero viene a decir algo muy importante Jesús. ‘Y empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad’. 

Pero esto es como un jarro de agua fría. Se habían ido entusiasmando con la conversación, se sentían satisfechos con la respuesta de Pedro. Era lo que todos intuían, porque de alguna manera el Espíritu se los iba revelando en su corazón. Pero ahora no entienden lo que Jesús quiere decirles. De alguna manera parece que eso defrauda sus esperanzas, las ilusiones de lo que ellos pensaban que sería el Mesías.

Y de nuevo será Pedro el que tome la iniciativa y se lleve a Jesús aparte para quitarle eso de la cabeza. Pero Jesús le rechaza. Es una tentación para El. Son palabras fuertes las que le dice a Pedro. Cuanto cuesta aceptar la pasión, el dolor, la muerte. Aunque Jesús les habla también de resurrección. Es el camino que tienen que seguir haciendo con Jesús, aunque les duela, aunque les cueste, pero el proceso será largo y solo verán la luz después de la resurrección y se llenen del Espíritu de Jesús.

Hagamos nosotros camino. También hay momentos de entusiasmo, como los habrá de sombras y de dudas. Tiene que haber momentos de intimidad con Jesús para impregnarnos de su presencia y de su Palabra; aflorarán nuestras dudas, nuestros interrogantes internos, nuestras oscuridades, nuestros miedos. También nos costará aceptar el camino que Jesús nos propone, pero tenemos que estar dispuestos a seguirle; tenemos que andar con cuidado para que las tentaciones que nos vienen del mundo que nos rodea no nos afecten, no nos aparten del camino, para que sepamos comprender lo que hay siempre de pascua en nuestra vida.

Nuestra vida cristiana es hacer camino con Jesús con todas sus consecuencias.

 

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