viernes, 25 de febrero de 2022

Nunca se acaba de hablar del amor porque siempre encontraremos un nuevo matiz, un nuevo detalle, unos nuevos gestos que lo hagan cada día más bello y más hermoso

 


Nunca se acaba de hablar del amor porque siempre encontraremos un nuevo matiz, un nuevo detalle, unos nuevos gestos que lo hagan cada día más bello y más hermoso

Santiago 5,9-12; Sal 102; Marcos 10,1-12

Todo el mundo sabe hablar del amor; cuántas cosas bellas somos capaces de decir; qué romántico lo ven todo los enamorados y cuántas cosas bonitas saben decirse; cualquiera puede sentirse inspirado. Pero es difícil hablar del amor, es difícil vivir con toda hondura el amor, cuesta mucho mantener el amor. Es una flor muy delicada que fácilmente se puede estropear.

Cuando vienen los fracasos pensamos en todo aquello romántico que fuimos capaces de decir, pero que no supimos mantener; quizás no cuidamos mucho sus raíces, no supimos abonarlas debidamente, le faltó algo que mantuviera la frescura de su belleza para siempre. Nos damos cuenta quizá que el amor es mucho más que unas palabras románticas; que tampoco puede ser algo pasajera, flor de un día; decimos quizás muchas veces que se nos muere el amor, pero ¿lo habíamos mantenido bien vivo y con toda su hondura?

No quiero ponerme pesimista, ni decir que el amor es imposible, no quiero juzgar aquellos efluvios románticos del amor, porque quizás también fueron necesarios, quisiera que supiéramos encontrar, yo el primero, el verdadero camino que nos lleve al verdadero amor. Algunas veces no es tan fácil. Está por medio nuestra condición humana con todas sus limitaciones. Pero también muchas cosas pueden influir para que no le hayamos dado la verdadera hondura que tendría que tener para que se mantenga lozano y fresco como el primer día. Aunque tiene que madurar y comenzar a tener un sabor y color añejo que lo hace más recio y más fuerte.

Y es que siempre nos entran dudas. Tenemos el corazón inquieto y podemos sentir atracción de muchas cosas mientras vamos de camino, o también nos pueden entrar los cansancios cuando no lo vivimos como una novedad de cada día. Vivimos por otra parte en un mundo donde nos cuesta reparar y preferimos tirar y cambiar. Encontrar solución para todos los problemas es una tarea ardua, pero cuando somos capaces de hacerlo al final nos sentiremos mejor.

Hay túneles oscuros en la vida con muchas luces fatuas alrededor que tratan de llamarnos la atención. Pero tenemos que saber lo que queremos, a dónde vamos, qué camino hacemos, qué es lo que realmente nos va a dar verdadera felicidad. Y eso en todos los aspectos de la vida; no solo en el amor o en el matrimonio sino en todas las cosas que emprendamos.

Quizá pueda parecer que estoy teorizando, pero si nos paramos a pensar en la realidad de la vida de cada día. Siempre en la vida hay luces y sombras, siempre pueden haber cansancios si perdemos la ilusión por alcanzar metas que nos hemos propuesto y que sabemos que son las que verdaderamente nos harán felices. Las dificultades no tienen que hacernos perder la ilusión sino hacernos sentirnos más fuertes para superarlas. Y cuando eso lo hacemos acompañados por la persona que sabemos que nos ama y a la que nosotros amamos también parece que todo se puede sentir distinto, que no nos faltarán las fuerzas para seguir el camino.

Hoy en el evangelio vemos que le plantean a Jesús las mismas cosas que seguimos planteándonos en todos los tiempos. De alguna manera están hablando de la caducidad del amor. Es lo que hacemos muchas veces, ponerle fecha de caducidad. Y cuando vamos caminando así con esa posible caducidad delante de nuestros ojos, fácilmente podemos perder la ilusión y las ganas de seguir luchando. Algunas veces algunos entran en esa aventura maravillosa del amor pensando ya de antemano en esa fecha de caducidad. Estamos reventando las raíces y el árbol pronto se puede secar en esas condiciones.

Jesús habla de una unión tan grande y tan profunda desde el amor de un hombre y una mujer que nos dice que van a ser como una sola carne. Así son los lazos del amor. Así tenemos que buscar esas raíces profundas que le den autenticidad a ese amor, para que no sea solo apariencia o flor de un día, como antes decíamos. Es tan maravillosa esa unidad que en ella Jesús pone la imagen de lo que es el amor que El tiene por su Iglesia, del amor que Dios nos tiene. Nuestro amor signo de lo que es el amor de Dios; el amor de Dios signo de lo que tiene que ser nuestro amor. ¿En el amor que vivimos habrá alguna semejanza, mirando la realidad de nuestra vida, con lo que es el amor que Dios nos tiene?

Hablar de todo esto se hace inacabable, porque así de grande es el amor. Siempre encontraremos un nuevo matiz, un nuevo detalle, unos nuevos gestos que lo hagan cada día más bello y más hermoso. Intenta darle brillo a tu amor cada día.

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