domingo, 6 de febrero de 2022

Hay momentos en que Dios nos sorprende y comenzamos a ver las cosas de manera distinta, en el nombre de Jesús seamos capaces de echar las redes

 


Hay momentos en que Dios nos sorprende y comenzamos a ver las cosas de manera distinta, en el nombre de Jesús seamos capaces de echar las redes

Isaías 6, 1-2a. 3-8; Sal 137; 1Corintios 15, 1-11; Lucas 5, 1-11

Tenemos nuestros proyectos en la vida, creemos tener unas habilidades o una preparación, una experiencia de la vida y conforme a eso vamos actuando, vamos desarrollando nuestra vida, nos trazamos nuestro futuro; muchas veces vivimos absorbidos por esa forma de vivir, por esos planteamientos que nos hemos hecho y que creemos que no nos va tan mal, que no pensamos en la posibilidad de un cambio, de que pudieran haber otros planes, otros planteamientos que nos hicieran cambiar. No es tanto que nuestra vida se convierta en una rutina, pero seguimos metidos en lo mismo, porque además creemos que ese es nuestro camino.

¿Cambiar? ¿Hacer las cosas de otra manera? ¿Emprender algo nuevo que nos pudiera resultar desconocido? No todos están dispuestos, aunque sabemos que hay valientes en la vida que están dispuestos a arriesgar. Pero nos lo tenemos que pensar.

Aquella mañana en la orilla del lago había ido transcurriendo con la normalidad de todos los días. Es cierto que habían regresado las barcas sin pesca, pero eso es algo a lo que en cierto modo están acostumbrados los pescadores. Pero las tareas que había que hacer con las barcas y las redes seguían su curso. Pero algo va a cambiar todo esto.

Aparece el nuevo profeta de Nazaret o de Galilea por la orilla del lago y pronto las gentes que estaban en sus tareas normales, o que habían venido a buscar pescado a las barcas se arremolinan en torno a Jesús. Ya lo iban conociendo, le habían escuchado en otras ocasiones, en la sinagoga o allí donde tenían la oportunidad de hablar con El o de escucharle; la noticia de sus signos milagrosos había corrido de boca en boca y ya la gente le traía a sus enfermos para que los curase. Hoy quieren escucharle, El quiere hablarles.

Una de las barcas – la de Pedro – sirve de tarima improvisada para ponerse en un lugar en cierto modo más alto para que todos le puedan ver y le puedan escuchar. Y allí Jesús estuvo enseñándoles mucho tiempo. Una Palabra de vida, una Palabra de esperanza, una Palabra que enardecía sus corazones, una Palabra que les hacia soñar en algo nuevo, un Reino nuevo de Dios que Jesús les estaba anunciando.

Los pescadores también se habían puesto al lado de Jesús para escucharle, y justo por eso Pedro estaba allí en su barca al lado de Jesús. Y cuando terminó Jesús de hablar le pidió que remara de nuevo mar adentro, que se adentrara de nuevo en el lago y que echarla red para pescar.

¿Qué les está pidiendo Jesús? Todos sabían que se habían pasado la noche bregando y no habían cogido nada. Pedro lo sabía, él era un pescador avezado y cuando no hay pesca, no hay nada que hacer. Pero la Palabra que habían escuchado a Jesús les había hecho cambiar algo por dentro. Se habían suscitado nuevas esperanzas para sus vidas, y ¿por qué no creerle ahora que les pide algo que parece inusitado? Seguramente muchas dudas pasarían por el corazón de Pedro antes de responder o de hacer lo que Jesús le está pidiendo.

‘Nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada’, fueron sus primeras palabras; ‘pero, porque tú lo dices, en tu nombre echaré la red’. Aquello parecía fuera de toda lógica. Pedro era el que sabían bien cómo estaba el lago, Pedro era el conocedor de las artes de pesca, sin embargo cuando todo parece imposible, Pedro cambia su postura, y se va lago adentro para echar las redes como le está pidiendo Jesús. Era un riesgo, pero vamos a confiar.

Ya hemos escuchado el resto del episodio, las redes que parecen reventar, que los que están en la barca no son suficientes y llaman a los de las otras barcas, por allá andan también Santiago y Juan, los Zebedeos, echando una mano para recoger aquella redada de peces tan grande, todos están que no salen de su asombro. Pedro es el más sorprendido y se siente pequeño, se siente pecador porque allí está viendo la obra de Dios, se siente el último y es lo que le pide a Jesús. ‘Apártate de mí, que soy un hombre pecador’. Pero allí está la respuesta y la invitación de Jesús. ‘Desde ahora serás pescador de hombres’. Las cosas comienzan a cambiar en la vida.

Hoy momentos en que Dios nos sorprende. Hay momentos en que comenzamos a ver las cosas de manera distinta. Hay momentos en que nos salimos de nosotros mismos para descubrir que hay algo nuevo, que algo nuevo se puede emprender, que hay una nueva tarea delante y en la que tenemos que comprometernos. Hay momentos de luz donde vemos ese actuar de Dios, esa llamada de Dios, porque las cosas se nos cambian, porque nos sentimos transformados por su Palabra, porque nos toca el corazón.

Podemos descubrir otros planteamientos y otros caminos. Pero tenemos que saber dejarnos sorprender y humildes también dejarnos guiar aunque lo que se nos ofrezca nos parezca totalmente distinto. Aquella palabra que hablaba de pescador de hombres tenía que ser en cierto modo enigmática para aquellos pescadores acostumbrados a tener en sus manos unas redes para coger peces. Pero ahora se fiaron del todo y se fueron con Jesús.

Este evangelio nos puede estar pidiendo y planteando muchas cosas. Porque no solo nos quedamos en reflexionar lo que pasó aquella mañana en el lago de Tiberíades, sino que en el lago o mar de nuestra vida pueden estar ahora sucediendo muchas cosas si somos capaces de poner el corazón en sintonía. En este mar de la vida que vivimos quizás estamos necesitando otras visiones, otros planteamientos, otros valores para poder hacer la buena pesca que necesitamos hacer para que se haga mejor nuestro mundo. Una tarea quizás está queriendo poner el Señor en nuestras manos, pero tenemos que, como decíamos, dejarnos sorprender, escuchar esa Palabra que nos transforma y que nos da vida, esa palabra que nos está llamando a emprender caminos nuevos y tareas nuevas.

Metámonos en esa barca con Jesús y dejemos que El nos conduzca. Son muchas las cosas que podemos hacer ‘en el nombre de Jesús’.

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