miércoles, 9 de febrero de 2022

Cuídate, nos decimos, pero no olvidemos esos verdaderos valores que tienen que germinar dentro de nosotros para arrancar la maldad de dentro del corazón

 


Cuídate, nos decimos, pero no olvidemos esos verdaderos valores que tienen que germinar dentro de nosotros para arrancar la maldad de dentro del corazón

1Reyes 10, 1-10; Sal 36; Marcos 7, 14-23

Nos cuidamos. Todos andamos en lo mismo. Cuídate, le decimos al amigo cuando lo saludamos o cuando despedimos la conversación. Es algo que se ha metido como costumbre y todos queremos tener esos buenos deseos para los demás. Pero ¿qué es lo que tenemos que cuidar?

Quizás nos referimos a la salud; y ahora en estos tiempos de pandemia estamos deseando a todos que nadie se contagie, y que seamos prevenidos, que tomemos precauciones. Pero aunque no fueran tiempos de pandemia todos queremos cuidar nuestra salud, nuestro bienestar, decimos. Porque no queremos que pasen los años y dejen secuelas o huellas en nuestra vida, en nuestro cuerpo, y que tengamos las más mínimas limitaciones. Quizás estamos mandando al gimnasio a alguien para quitar los kilos de más, los ‘michelines’ que le quiten belleza a su figura. Queremos tener buena imagen. Y la gente se cuida, y busca todos los afeites del mundo para disimular ojeras o arrugas, o patas de gallo o canas, y acuden a la cirugía plástica para corregir defectos de imagen y no sé cuantas cosas más.

Nos cuidamos y le decimos a la gente que se cuide y podíamos pensar en muchas más en el sentido físico, en el cuerpo, pero ¿es solo lo que tenemos que cuidar? Creo que es la gran pregunta que tenemos que hacernos. ¿Dónde está la verdadera belleza de la persona? ¿Cuál es la mejor imagen que tenemos que presentar de nosotros mismos?

Aquí es donde tenemos que ponernos a pensar. ¿En qué gastos mis esfuerzos? ¿En qué realmente pongo mi empeño? ¿Nos quedaremos en bellezas externas? ¿En imágenes agradables y atrayentes? ¿Qué es lo que realmente tiene que ser atractivo en una persona? Reconozcamos que hacemos mucho esfuerzo por lo externo, por lo que a la larga es fugaz, efímero, y un día se va a difuminar como humo.

Hoy Jesús frente a unos conceptos de pureza que se habían creado los judíos donde incluso no podían tomar algunos alimentos porque eso los hacia impuros, nos habla de lo que sale del corazón. Porque lo impuro, nos viene a decir, no nos entra por la boca; la maldad la llevamos dentro del corazón.

Muchas veces las cosas que habían nacido con razones higiénicas, por llamarlas de alguna manera, pronto se habían convertido en ley para ellos y de lo que se quería evitar que pudiera dañar la salud humana, se había pasado a darle un tinte religioso y moralizante para convertir esos alimentos no solo en su aspecto dañino, dada la salubridad o no que podría tenerse en quienes vivían una vida trashumante, sino que se les consideraba alimentos impuros que ni siquiera podrían tocar. Ya el evangelista hace un comentario diciéndonos que Jesús estaba declarando a todos los alimentos puros.

Por eso cuando hemos venido hablando de qué es lo que tenemos que en verdad cuidar de nuestra vida, no nos podemos quedar en esos cuidados externos o corporales, aunque también tengamos que hacerlos. Es el cuidado de la vida, es el cuidado de la persona, es el cuidado de esos valores que nos dignifican, es el cuidado de aquello que nos hace verdaderamente grandes.

Y para ello lo que en verdad tenemos que purificar es el corazón. Porque de lo que tengamos en el corazón hablarán nuestros labios, o se manifestará en nuestras posturas o en las actitudes que tengamos en nuestras relaciones con los demás. Eso es lo que verdaderamente tenemos que cuidar.

¿Con que nos hacemos daño y hacemos daño también a los que están a nuestro lado? Porque también nos estamos haciendo daño a nosotros mismos cuando no curamos las heridas que tengamos en el corazón y dejamos que se enconen en orgullos y rivalidades, en violencias o en actitudes negativas hacia los demás; y salen las envidias, y salen las malquerencias, y sale el desprecio, y salen las criticas destructivas, y salen tantos venenos con los que queremos dañar a los demás, pero que realmente nos están envenenando a nosotros mismos.

Muchas veces se nos dice que tenemos que curar las heridas que hay dentro de nosotros. Para ello sé capaz de perdonar, sé capaz de ser comprensivo, sé capaz de mirarte con sinceridad a ti mismo, sé capaz de tratar al otro como quisieras que te trataran a ti. Son las actitudes nuevas que Jesús nos va enseñando en el evangelio. Son los pasos que tenemos que estar dispuestos a dar en ese camino de verdadera transformación de nuestra vida.

¿Cuál es la belleza que tenemos que manifestar? ¿Cuáles son las cosas en las que en verdad tenemos que cuidarnos?

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