sábado, 29 de enero de 2022

Tenemos que seguir haciendo la travesía de la vida en la que Jesús nos lanza siempre hacia otras orillas con la certeza de que El va en la misma barca que nosotros

 


Tenemos que seguir haciendo la travesía de la vida en la que Jesús nos lanza siempre hacia otras orillas con la certeza de que El va en la misma barca que nosotros

2 Samuel 12, 1-7a. 10-17; Sal 50; Marcos 4, 35-41

No hace mucho escuchaba la noticia de que un capitán de un barco había sido condenado porque en una catástrofe marítima él había abandonado el barco antes de que todos los viajeros y tripulantes hubieran estado a salvo. Todos conocemos más o menos a qué se hacia referencia con esta noticia. Es ley, pero todos siempre sabemos y decimos que, casi como una razón que se cae por su propia naturaleza, el capitán del barco es el último que lo abandona. Es su misión y es su responsabilidad, llevar a puerto seguro la nave y a salvo a todos los viajen en ella. No puede, pues, abandonar.

Me viene a la mente esta consideración escuchando el relato del evangelio que hoy se nos ofrece. Al atardecer Jesús invita a los discípulos a ir a la otra orilla del lago. Sería la barca de Pedro – lo cual vendría a ser bien significativo – o la de cualquiera de los otros pescadores del grupo con la que se disponen a atravesar el lago. Pero en la travesía se levanta una fuerte tempestad, de manera que todos pensaban que aquello se hundía. Pero Jesús, al parecer ajeno a todo, duerme por algún rincón y allá vienen a despertarlo diciéndole ‘¿no te importa que nos hundamos?’ Claro que Jesús no era el patrón de aquella barca, pero si el que los había metido en aquella travesía. ¿Parecería que se estaba desentendiendo?

¿No es el grito de angustia y desesperanza que en la vida lanzamos contra Dios viendo el mal que nos rodea en el mundo? ¿Y qué hace Dios? nos preguntamos nosotros o hay tantos a nuestro lado que también se lo preguntan y nos lo preguntan a nosotros que nos presentamos como creyentes y como cristianos. ¿Tendría razón y sentido esa queja y esa pregunta?

Antes dijimos así como de pasada que Jesús no era el patrón de aquella barca que atravesaba Tiberíades. Pero claro que de la vida sobre todo el creyente no puede pensar que Dios no sea el patrón de la vida y del mundo, porque si algo nos caracteriza a los creyentes es ese creer en esa presencia de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo. Pero como creyentes también recordamos cómo Dios ha puesto este mundo en nuestras manos. Y ahí ante toda esa problemática de la vida estamos nosotros con nuestras responsabilidades, nosotros con nuestra creatividad y con nuestra iniciativa, nosotros con nuestras capacidades y con nuestros valores para ir haciendo que esa vida nuestra o que ese mundo en el que vivimos sea mejor, lo vayamos construyendo mejor. ¿Quiénes somos los que hemos conducido a este mundo por estos derroteros de los que ahora nos quejamos?

Pero quizá cuando nos sentimos débiles e indefensos para enfrentarnos a todo eso, para saber hacer que nuestro mundo sea mejor, siga quemándonos en nuestros labios o en nuestro corazón esa misma queja y esa misma pregunta. ¿No te importa que nos hundamos?’ Y tenemos que darnos cuenta de una cosa y es que Dios no se desentiende de nuestra travesía cuando El ha querido venir a hacer esa misma travesía con nosotros. En aquella barca que parecía que se iba a hundir estaba Jesús ¿quería hundirse El con la barca y todos sus acompañantes?

Dios está embarcado con nosotros en esa travesía de la vida; Dios está embarcado con nosotros en esa tarea de ir conduciendo nuestro mundo, y será El quien nos dé esa sabiduría que necesitamos, quien nos dé esa fuerza para seguir remando frente a la tormenta, quien nos levanta sobre la olas de la vida o nos ayuda a descubrir el faro que al final nos señala el puerto seguro.

Tenemos que seguir haciendo la travesía de la vida porque además Jesús nos lanza siempre hacia otras orillas, hacia otros horizontes, hacia otros campos a los que también tenemos que llegar. La travesía no es fácil, encontrarnos con eso nuevo que está más allá y que Jesús nos ofrece en ocasiones nos puede llenar de dudas y de incertidumbres, de miedos y hasta de cobardías, pero tenemos que seguir remando hacia delante, tenemos que seguir llevando ese mensaje de vida que resucite muertos, esa palabra de salvación que sane nuestras heridas, esa luz que ilumine nuestros caminos.

No temamos, porque Jesús está con nosotros en esa misma barca, aunque nos parezca dormido, pero está haciendo la travesía con nosotros y su presencia nos da fortaleza y seguridad, su presencia nos hace confiar, su presencia se convierte en gracia de vida para nosotros. Si confiamos en El no vamos a perecer, si confiamos en El llegaremos a la otra orilla, si confiamos en El podremos hacer ciertamente que nuestro mundo sea mejor. El no abandona el barco, y nosotros tampoco podemos desentendernos de lo que son nuestras responsabilidades.

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