sábado, 8 de enero de 2022

La escucha del evangelio y el encuentro con Jesús no nos permite quedarnos en lo de siempre sino que pide actitudes y compromisos nuevos

 


La escucha del evangelio y el encuentro con Jesús no nos permite quedarnos en lo de siempre sino que pide actitudes y compromisos nuevos

1Juan 4, 7-10: Sal 71; Marcos 6, 34-44

Yo es que aquí ahora no vine para eso, yo venía con un motivo… pudiera ser la respuesta que encontramos en alguien ante una situación inesperada que se ha presentado y que parece que rompe todos los planes que nos traíamos en mano. Nos sentimos desconcertados por lo que se nos ha presentado y no sabemos como actuar, porque aunque parezca urgente aquella situación que se ha presentado, nosotros veníamos con una idea, con un planteamiento, con una cosa que realizar y que parece que todo se ha venido abajo. Nos encontramos con situaciones así en la vida y tenemos que discernir qué es lo que tenemos que hacer en ese momento, qué es lo que está primero y lo que es más importante en ese momento. Quizás no nos piden nada, pero ahí está esa situación que podríamos ver con cierta urgencia.

Jesús se había marchado con el grupo de sus discípulos más íntimos, aquellos incluso a los que iba adoctrinando de manera especial sobre el Reino de Dios, a un lugar apartado porque quería estar a solas con ellos; no les dejaban tiempo ni para comer, había comentado el evangelista y por eso se habían ido al descampado, donde pensaban que nadie los iba a encontrar. Pero cuando desembarcaron en aquella orilla se encontraron con una multitud que los esperaba; por tierra habían visto la dirección que tomaba la barca y allá se habían dirigido. ¿Qué hacer?

El evangelista nos dice que cuando llegaron y se encontraron con aquella multitud a Jesús le dio lástima de aquella gente porque andaban como ovejas sin pastor. Sin que nadie dijera nada, sin que nadie pidiera nada – aunque allí estaba aquella multitud que andaba buscando a Jesús – se puso a enseñarles con calma muchas cosas.

No podía dejar que se marcharan sin recibir nada de lo que esperaban en sus corazones. Pero no podía tampoco dejarlos marchar hambrientos porque las provisiones que habían cogido en sus prisas por ir al encuentro con Jesús habían sido pocas. Había que darle de comer a aquella multitud. ‘Estamos en despoblado, dicen sus discípulos más cercanos, despídeles para que vayan a las aldeas más cercanas a buscar algo de comer’. Pero Jesús no los puede despedir, hay que darle de comer. ‘Dadles vosotros de comer’, les dice a sus discípulos. Tampoco ellos pueden cruzarse de brazos y desentenderse.

Cuánto nos enseña Jesús. Nos desentendemos tantas veces porque ese no es nuestro problema; queremos pasar de largo como si no hubiéramos visto la necesidad; que se las arreglen, nos decimos, queriendo quizás acallar nuestra conciencia; eso no nos toca a nosotros, nos queremos justificar mandando de un sitio para otro para que sean otros los que solucionen las cosas, nosotros no vinimos para eso ahora aquí. Pero un discípulo de Jesús no puede desentenderse, no puede pasar de largo, no puede dejar que haya alguien que siga sufriendo, no puede ser insensible ante la necesidad o el sufrimiento de los demás. Y cuántas veces lo somos. Hermosa lección que nos está dejando Jesús.

Es difícil cambiarnos por dentro; es difícil que demos el brazo a torcer y nos sintamos sensibilizados por el sufrimiento de los demás; con qué facilidad queremos seguir de largo pasando la pelota a los otros para que lo solucionen. Nuestro corazón se nos bloquea tantas veces y nos encerramos en nosotros mismos, no queremos saber, no queremos enterarnos, ya nosotros tenemos nuestros problemas. Y ahí nos quedamos.

Por algo nos está diciendo Jesús desde el primer anuncio que hace del Reino de Dios, que tenemos que cambiar, que tenemos que darle la vuelta a la vida, a nuestros pensamientos, a los planteamientos que siempre hemos venido haciéndonos, nos pide conversión y cómo nosotros reculamos para detrás y hacemos como que no nos enteramos. Qué actitudes nuevas tenemos que poner en nuestro corazón. Tenemos que comenzar a actuar de manera distinta, pero cuanto nos cuesta dar el paso. ¿Cuándo le vamos a dar respuesta a lo que nos pide Jesús?

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