sábado, 15 de enero de 2022

Algo tenía la mirada de Jesús que ante su palabra Leví se levantó de su garito para emprender nuevos caminos con los discípulos de Jesús

 


Algo tenía la mirada de Jesús que ante su palabra Leví se levantó de su garito para emprender nuevos caminos con los discípulos de Jesús

1Samuel 9, 1-4. 17-19; 10, 1ª; Sal 20; Marcos 2, 13-17

¿Qué es lo que miramos en el otro cuando en la vida nos vamos encontrando con diferentes personas? Si nos ponemos a pensar ahora un poquito y queriendo quedar bien diremos quizás muchas cosas bonitas de cómo nosotros miramos a la persona por encima de todo; pero reconozcamos que esto se nos puede quedar en palabras bonitas, porque la realidad de lo que hacemos habitualmente es bien distinta.

¿Nos quedamos en su apariencia? ¿Nos quedamos en esa primera impresión que recibimos cuando nos hemos encontrado con esa persona? Acaso nos estamos dejando influir por lo que de ese tipo de personas – y ya estamos catalogando – se pueda decir o se pueda comentar; las apariencias nos influyen pero también lo que parece estar en la opinión de todos; es difícil abstraernos de ese halo que muchas veces se forma en torno a las personas con que nos vamos encontrando, para tratar de fijarnos en algo más fundamental.

El vecino es así, porque es de esa familia y ya sabemos lo que siempre se ha dicho de esa gente; aquel que vemos quizás mal vestido, ya fácilmente lo ponemos en el grupo de los indeseables; el otro que vemos rodeado de ciertos amigos o de ciertas personas, ya estamos diciendo que todos son iguales y dime con quién andas y te diré quien eres. Y así podríamos seguir diciendo muchas cosas. Claro que por ahí anda también aquello de que las cosas se ven según el color del cristal con el que miremos; que será el color o serán las legañas de nuestras torcidas intenciones.

No eran esos los criterios del actuar de Jesús. Va rompiendo moldes. Al pasar vio a Leví sentado en el mostrador de los impuestos. Según el criterio común de la gente era un indeseable, colaborador del poder opresor de los romanos al recaudar impuestos para ellos, y además con fama de usureros y ladrones por su manejo de los dineros y las riquezas acumuladas. Los llamaban los publicanos, algo así, como los pecadores públicos. Aquellos que se consideraban puros y justos con ellos no se mezclaban.

Pero Jesús se detiene ante aquella garita e invita a Leví a seguirle para ser uno del grupo de sus discípulos más cercanos. El escándalo estaba servido. ¿Cómo se mezclaba Jesús con publicanos y pecadores? Porque además se había celebrado un banquete donde estaban sentados a la mesa todos juntos. Por aquí andan los escribas y los fariseos con sus comentarios. ‘¿Por qué come con publicanos y pecadores?’

A Jesús no le importaban aquellos comentarios. Así algún día le reconocerán que es veraz y no le importa lo que puedan decir los demás. Pero es que Jesús además miraba otra cosa. ‘No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores’. Jesús había mirado a Leví, a la persona, y para Leví se le abrió otro horizonte, un horizonte de nueva vida, un horizonte de misericordia, un horizonte de compartir fraterno. Había otras posibilidades, había otros caminos que se estaban abriendo bajo sus pies.

Con la mirada turbia de los fariseos es difícil que podamos ayudar a alguien a que se le abran otros horizontes en su vida. Qué importante la mirada con que nosotros miremos a aquellas personas con las que nos vamos encontrando en el camino; demasiadas veces es de indiferencia, muchas veces es una mirada fría, muchas veces es una mirada juzgadora; quien se siente mirado así puede perder la ilusión por caminar, por levantarse, por emprender otras sendas.

Intentemos que nuestra mirada sea siempre estimulante, de ánimo, sembradora de esperanza, que abra caminos, que le digamos a la persona que confiamos en ella, que llegue al corazón para que la persona también comience a creer en si misma, para que se sienta con ánimo de emprender otros vuelos.


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