sábado, 27 de marzo de 2021

¿Qué hacemos? ¿Nos dispondremos a vivir con toda intensidad esta fiesta de la Pascua? Que no se nos vaya de las manos

 


¿Qué hacemos? ¿Nos dispondremos a vivir con toda intensidad esta fiesta de la Pascua? Que no se nos vaya de las manos

Ezequiel 37, 21-28; Sal.: Jer 31, 10. 11-12ab. 13; Juan 11, 45-57

¿Qué hacemos? el asunto se nos está yendo de las manos… no hay mucha diferencia en la conversación que aquel día se tuvo entre los dirigentes judíos de Jerusalén, fariseos, sacerdotes, ancianos del sanedrín…sobre lo que les estaba sucediendo que cualquiera conversación entre nosotros cuando estamos en una situación delicada, no sabemos bien como afrontar los problemas y parece también que el asunto se nos va de las manos.

La conversación de entonces sirvió de base para una reunión urgente del Sanedrín, porque el asunto tenía que quedar resuelto pronto. Veían cómo la gente entusiasmada seguía a Jesús, el milagro de Betania había despertado aun más los fervores y podría fácilmente formar algún tumulto; ellos no veían con buenos ojos el actuar de Jesús y no terminaban de reconocer que Jesús fuera el Mesías porque no entraba en los esquemas que ellos se habían elaborado de lo que tenía que ser el Mesías o ser un profeta; pero los profetas siempre habían sido denostados y rechazados, podríamos recordar a Jeremías, y si los romanos entraban en el asunto estando como estaban por otra parte los grupos de los zelotas podría haber un aplastamiento militar que podría poner en peligro muchas vidas.

En todas estas consideraciones andaban cuando interviene el Sumo Sacerdote que era además el que presidía el Sanedrín. Sus palabras son tajantes y aquello había que cortarlo de raíz y el que tenía que desaparecer de la forma que fuese era Jesús que los provocaba. Ya el evangelista nos detalla sus razonamientos y decisiones. ‘Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera’.

La decisión estaba tomada porque todos asintieron a la propuesta del Pontífice. Y el evangelista que ya nos va haciendo una lectura creyente de los acontecimientos y de estas palabras nos dirá que ‘esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte’.

Que uno muera por el pueblo, no solo por la nación sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Aquella muerte de Jesús nos iba a dar todo el sentido del amor. No son solo palabras o gestos ocasionales, es un acto supremo de amor que se hace entrega y entrega hasta el final. No hay amor más grande, es el amor del que se entrega y se entrega a la muerte para que tengamos vida.

Muchas veces en nuestras reflexiones nos detenemos demasiado en hacernos consideraciones de por qué los judíos actuaban de esta manera. Pero es que en lo que tenemos que detenernos en el significado de la muerte de Jesús, de entrega por nuestra salvación. Y es lo que nosotros nos disponemos a celebrar. Entramos mañana en la semana grande, en la semana que decimos que es la más santa porque vamos a celebrar la Pascua de Jesús y nuestra Pascua. Y será la semana más santo dependiendo también de cómo nosotros la vivamos, de cómo nosotros sigamos en camino de pascua. Ese camino que iniciamos hace cuarenta días y que entonces ya decíamos que era el regalo de Dios. No olvidemos que así tenemos que recibirlo.

Como Jesús tras estas decisiones del Sanedrín se había marchado más allá del Jordán donde Juan había estado bautizando en espera de que llegara la hora, al no verle algunos se preguntaban si Jesús subiría a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Echan de menos la presencia de Jesús, lo esperan.

Nos viene bien este pensamiento para la celebración de la Pascua de este año. ¿Vendrá Jesús a la fiesta de la Pascua? Algunos andan muy preocupados porque a la semana santa se le ha quitado todo su esplendor exterior por las razones que todos conocemos. ¿Porque no haya esos esplendores exteriores de nuestras procesiones y suntuosas celebraciones va a estar ausente Jesús de nuestra pascua de este año? Jesús no será el gran ausente, cuidado no seamos nosotros los ausentes porque nos falta intensidad en su vivencia.

 

viernes, 26 de marzo de 2021

Si llegamos a ser capaces de llevar sobre nuestros hombros el sufrimiento del hermano que camina a nuestro lado viviremos intensamente el misterio pascual de Cristo

 


Si llegamos a ser capaces de llevar sobre nuestros hombros el sufrimiento del hermano que camina a nuestro lado viviremos intensamente el misterio pascual de Cristo

Jeremías 20, 10-13; Sal 17; Juan 10, 31-42

Cuando éramos chiquillos en nuestros juegos nos tirábamos piedras; en la violencia de nuestros enfados, como arma fácil al alcance de la mano para defendernos era un medio que terminábamos haciendo; en nuestra edad no era habitual que los mayores se tiraran piedras unos a otros salvo cuando la maldad se metía demasiado en el corazón en nuestras rencillas vecinales, no tanto quizá por herir y hacer daño sino más bien como un acoso o una amenaza.

Pero por lo que vemos en el evangelio era más normal en aquellos tiempos antiguos el utilizar las piedras como arma para hacer daño a los otros; además en las normas de convivencia del pueblo judío se utilizaba el apedreamiento como forma de castigo ante cosas que se consideraban especialmente graves como era la blasfemia o el adulterio. En el evangelio recordamos que trajeron a una mujer sorprendida en adulterio ante Jesús, en este caso para poner a prueba a Jesús, diciendo que la ley de Moisés mandaba apedrear a las adúlteras. No era el camino de la violencia hasta la muerte el que pudiera llevar al pecador a la reconciliación con Dios por su pecado. Otro caso era la blasfemia como es la referencia que hoy se hace, pero que en el Hechos de los Apóstoles aplican a Esteban porque lo consideran un blasfemo.

Como deducimos del evangelio de hoy en versículos anteriores pretendieron apedrear a Jesús y es la pregunta que Jesús les hace ¿por cuál obra buena le van a apedrear? Y aquí está la presentación que Jesús está haciendo de sí mismo. Lo ha repetido muchas veces que El no hace otra cosa que las obras del Padre del que es el enviado. Esas obras que tendrían que corroborar que Jesús es el enviado de Dios, pero no soportan que El le llame Padre, que se presente como el Hijo del Padre, como el Hijo de Dios.

En su obcecación no fueron capaces de descubrir las obras de Dios en Jesús. Ya vemos que en otra ocasión llegan a atribuirle el poder de expulsar demonios al actuar en el nombre y con el poder del príncipe de los demonios, lo cual en sí mismo es más sacrílego aún. Ya les dice Jesús que si piensan así que se den cuenta que todo reino dividido por sí mismo se viene abajo y como va Satanás a luchar contra sus intereses siendo el factor de la expulsión de los demonios.

Creo que este pasaje del evangelio, que escuchamos precisamente en esta última semana de cuaresma cuando nos predisponemos ya a celebrar la Semana Santa y el Triduo Pascual de la pasión, muerte y de la resurrección de Jesús, nos tiene que llevar a que crezcamos en el conocimiento de Jesús, que alejemos de nuestra mente y de nuestro corazón todo atisbo de duda y mal entendimiento, que nos predispongamos de verdad a las celebraciones de la pasión y muerte del Señor que vamos a vivir en estos días. Que nos centremos de verdad en la Palabra del Señor que cada día vamos escuchando y así vaya creciendo nuestra fe y nuestro amor.

Así tenemos que caldear nuestro corazón, predisponer nuestro espíritu para que aún con la especial austeridad con que una vez más este año lo vamos a celebrar dadas las circunstancias que estamos viviendo, sin embargo le demos intensidad de vida a lo que celebramos. No es una imagen más o menos bellamente adornada lo que tiene que movernos a vivir el misterio pascual de Cristo; es algo mucho más hondo lo que tenemos que vivir.

Contemplemos leyendo con la sencillez y a la vez el dramatismo que se nos ofrece en el texto sagrado todo el misterio pascual de Cristo y siendo capaz de ir poniendo como en transparencia todo lo que es ese dolor, ese sufrimiento, esas angustias que viven los hombres de nuestro tiempo. En esa transparencia de Cristo serán muchos los cristos que podemos contemplar en los hermanos que sufren y pensemos cómo podemos y tenemos que ser cireneos para esos hermanos para ayudarles a la llevar la cruz igual que lo hubiéramos hecho quizás si hubiésemos estado en la calle de la amargura en la mañana de aquel primer viernes santo de la historia.

Siendo capaces de llevar también sobre nuestros hombros la cruz del sufrimiento del hermano que camina a nuestro lado será como podremos vivir con toda intensidad el misterio pascual de Cristo que nos disponemos a celebrar.

jueves, 25 de marzo de 2021

Contemplamos y nos postramos ante el misterio de Dios, nos abrimos al misterio de Dios y decimos Sí, el sí de nuestra fe, el sí de la ofrenda de nuestra vida y de nuestro corazón

 


Contemplamos y nos postramos ante el misterio de Dios, nos abrimos al misterio de Dios y decimos Sí, el sí de nuestra fe, el sí de la ofrenda de nuestra vida y de nuestro corazón

Isaías 7, 10-14; 8, 10b; Sal 39; Hebreos 10, 4-10; Lucas 1, 26-38

Hoy es un día que pasa desapercibido para la mayoría de los cristianos y sin embargo es de gran importancia y podríamos decir que fundamental en nuestra fe cristiana. Hoy es el día de la Encarnación de Dios en las entrañas virginales de María para hacerse hombre y ser así nuestro Salvador. El momento en que el Hijo de Dios se hace hijo del hombre, en que sin dejar de ser Dios, el Hijo de Dios desde toda la eternidad, se hace verdaderamente hombre tomando nuestra naturaleza carnal.

‘Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros’, nos dice el evangelio de san Juan, como tantas veces hemos confesado en el credo de nuestra fe. Y por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen y se hizo hombre, como confesamos en el credo. Un momento inolvidable, un momento grandioso, un momento en que se manifiesta todo el misterio de Dios para nuestra salvación.

He contado muchas veces la experiencia y no me importa repetirla, que fue lo que viví en el lugar donde se realizó este misterio de Dios en el seno de María. Me refiero a Nazaret, como nos ha contado hoy el evangelio de Lucas y en el lugar concreto de la Basílica de la Anunciación estando enfrente del lugar que llaman la casita de la Virgen en unas ruinas que sobresalen de la roca en el ábside de la Basílica magníficamente conservadas. Fue en mi segunda visita a Israel; estaba con el grupo en silencio rumiando el pasaje del evangelio y era algo que me repetía y repetía una y otra vez por lo bajo pero para que le sirviera de meditación a los que allí estábamos. Aquí, aquí se realizó el misterio de la Encarnación, aquí Dios se hizo hombre encarnándose en las entrañas de María y no podía dejar de repetir esa palabra, aquí, fue aquí.

Lo recuerdo y aunque han pasado ya muchos años es algo que sigo sintiendo muy hondo dentro de mí y con gran emoción. El silencio en el que solo se escuchaban las pisadas de otros peregrinos en otro lugar de la basílica era penetrante y a todos creo que nos llenaba de la presencia de Dios.

Creo que hoy es un día para hacer silencio y escuchar ese susurro de Dios contemplando su misterio de amor. Es un día para tomar de nuevo ese evangelio en nuestras manos y más allá de las palabras de la Virgen podamos quizá sentir algo de la emoción de llenarse de Dios que María pudo haber sentido en aquel instante. ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra… Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús… por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios… Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin…’

Contemplemos y escuchemos en silencio. Contemplamos y nos postramos ante el misterio de Dios. Contemplamos y nos lo repetimos en el corazón una y otra vez. Contemplamos y decimos Sí, el sí de nuestra fe, el sí de la ofrenda de nuestra vida y de nuestro corazón; un sí como el de María para dejar que a nosotros nos alcance también ese misterio de Dios; un sí como el de María para llenarnos de la presencia de Dios que cuando quiere hacerse como nosotros quiere estar con nosotros, quiere asentarse en nuestro corazón. Contemplamos y nos abrimos al misterio de Dios.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Busquemos la libertad que me hace encontrarme conmigo mismo para desatar ataduras, para liberarnos de caprichos, para encontrar la verdadera sabiduría de mi vida

 


Busquemos la libertad que me hace encontrarme conmigo mismo para desatar ataduras, para liberarnos de caprichos, para encontrar la verdadera sabiduría de mi vida

Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Sal.: Dn 3, 52ª-56ª; Juan 8, 31-42

¡Qué difícil hablar de libertad! Es el ansia, es cierto, de todos los hombres y de todos los pueblos, hoy y en todos los tiempos. Queremos libertad es el grito que más se escucha; se sigue repitiendo en manifestaciones de todo tipo, y incluso en aquellas en las que parece que lo que se pide nada tenga que ver con la libertad, sin embargo es el eslogan preferido, el eslogan más repetido y algunas veces uno se pregunta si los que están pidiendo libertad saben lo que piden. ¿Cómo se reflejará todo eso en sus vidas?

Libertad porque yo tengo derecho a opinar lo que a mí me parezca; libertad porque yo quiero hacer lo que yo quiero por mí mismo sin que nadie me coarte, nadie me tenga que señalar lo que tengo que hacer; libertad, libertad, oímos repetir una y otra vez quizá cuando esos gritos van teledirigidos por intereses de quienes saben manipular los gritos de los que piden libertad pero son los más esclavos porque no hacen sino repetir lo que les dicen sin convicciones profundas, sin un sentido de vida, sin una metas que den más plenitud a la persona, sin valoración ni respeto a los que puedan opinar en contra, porque si opinas de forma distinta ya te dicen que estás atentando contra la libertad. Se siente uno desencantado viendo peticiones y razonamientos, descubriendo intereses oscuros y ocultos de los que manejan los hilos con lo que acabamos todos siendo unas marionetas.

Libertad es cierto es la aspiración más noble de la persona, pero una libertad que me haga grande porque encuentre un verdadero sentido a mi vida; una libertad que valora la persona por encima de todo pero que nos lleva también a respetarla en sus planteamientos aunque nos puedan parecer equivocados; una libertad que con profundos fundamentos construye la vida de las personas desarrollando lo más noble que hay en ellas y así hace una sociedad también más justa; libertad que me levanta del ras del suelo para no ser pisoteado pero me hace ver valores altos, nobles, espirituales que me dan la verdadera grandeza; libertad que me hace encontrarme conmigo mismo para desatar ataduras, para liberarnos de caprichos, para encontrar la verdadera sabiduría de mi vida; libertad que me ayuda también a descubrir la presencia de Dios en mi vida y en mi mundo, pero que no viene para coartar sino para engrandecer al ser humano.

Hoy nos dice Jesús que El viene a nosotros para que sepamos encontrar esa verdadera sabiduría de la vida que nos va a conducir por los verdaderos caminos de la libertad. Y hoy nos dice: ‘Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’. Conocer la verdad que nos hace libres. Es esto muy importante.

Ya podríamos afirmar de entrada que la mentira nos esclaviza porque es la verdad la que nos libera. De cuántas falsedades nos rodeamos, de cuántas vanidades y apariencias, de cuántos orgullos con los que queremos figurar de otra manera a lo que realmente somos y que nos llenan de apegos, de esclavitudes de tantas cosas, empezando por hacernos esclavos de nuestro amor propio.

Y Jesús viene a liberarnos. Cuando hablamos de liberación, de salvación pensamos en el pecado que nos ata y nos esclaviza, pero puede que se quede en un concepto al que al final no le demos el verdadero valor.


Tenemos que emplear esa palabra liberación con toda la carga de profundidad que tiene, porque nos arranca de esos apegos del alma, de esas esclavitudes que engañosamente muchas veces presentamos como camino de libertad; nos engañamos cuando nos hacemos esclavos del orgullo y del amor propio, de la vanidad de la vida con que nos presentamos y de todas esas apariencias que camuflan y ocultan el vacío que llevamos en nuestro interior. Un vacío que nos llena de falsedad y de mentira, un vacío que finalmente nos esclaviza.

¿Piensas que solo cuando haces lo que te apetece, lo que te dictan tus pasiones, lo que te da la gana como se suele decir tan fácilmente, es cuando somos realmente libres de verdad? Piénsatelo dos veces.

Leamos con detenimiento este pasaje del evangelio que hoy se nos propone para que encontremos esa verdad que es Jesús que nos da la más hermosa libertad.

martes, 23 de marzo de 2021

Vamos a mirar muy bien cuando sea levantado en lo alto para descubrir todo el misterio de Jesús, encontrar respuesta a la pregunta que hacemos y conocer a Jesús por su amor y por su entrega


 

Vamos a mirar muy bien cuando sea levantado en lo alto para descubrir todo el misterio de Jesús, encontrar respuesta a la pregunta que hacemos y conocer a Jesús por su amor y por su entrega

Números 21, 4-9; Sal 101; Juan 8, 21-30

Si queremos conocer en verdad a una persona no nos fijamos solo en las apariencias ni incluso en las cosas que pueda decirnos de sí misma; claro que conocer a una persona es creer en ella y hemos de saber dar un margen de confianza viendo y escuchando lo que dice pero es algo más hondo que unas palabras lo que nos puede llevar a ese conocimiento de la persona. Por eso lo normal es fijarnos en su vida, cómo vive, cómo actúa en las diferentes circunstancias y como siempre estamos queriendo poner a prueba o lo que es lo mismo pedir pruebas nos fijamos en los momentos duros que viva esa persona porque será cuando mejor la conozcamos.

Damos por supuesto que nos acercamos a la persona con todo respeto porque es meterse en el ser de alguien que cada uno manifiesta a quien quiere o con quien más confianza tiene, pero tenemos que apuntar también la sinceridad con que nosotros nos acercamos, sinceridad que es poner a juego la autenticidad nuestra como personas.

Hoy en el evangelio vemos que directamente le preguntan a Jesús ‘y ¿quién eres tú?’ una pregunta que de una forma o de otra está en el fondo del mensaje de todo el evangelio. En ocasiones formulada así de forma directa pero que en el fondo está siempre presente en la mente de los judíos de su época, como puede sigue estando presente en los hombres de todos los tiempos. Aquellas reacciones, por ejemplo, de las gentes de su pueblo Nazaret cada vez que Jesús se acerca por allá, en que mencionaban a sus padres, a José el carpintero, o a sus parientes más cercanos que probablemente sigan viviendo por allá es un poco querer recordar o resaltar lo que es la identidad de Jesús.

Ahora preguntan porque en cierto modo se sienten desconcertados. Desconcertados entre lo que la mayoría piensa de Jesús que no ha habido nadie que haya hablado igual ni tenido el poder espiritual con que Jesús se manifiesta, mientras los principales del pueblo, los dirigentes judíos y entre ellos los fariseos, y los escribas, y los sacerdotes y los distintos grupos están en oposición manifiesta en contra de Jesús que incluso se rumorea que están intentando apresarle para quitarlo de en medio.

Pero están las palabras de Jesús que no terminan de entender porque están queriendo comprender que Jesús se manifiesta en verdad como hijo de Dios, enviado por el Padre con una misión muy concreta. Si fuera el Mesías prometido como algunos ya incluso se atreven a insinuar, nunca habían escuchado que el Mesías se presentara como el Hijo del Padre; pero por otra parte están los signos que realiza, porque nunca nadie ha visto cosa igual y son signos que manifiesta el poder de Dios que se hace presente en las obras que Jesús hace. ‘¿Quién eres tú?’ le preguntan, ¿Quién es este hombre? a su vez se preguntan a sí mismos, porque barruntan que tiene que ser un profeta bien poderoso.

¿Será acaso la pregunta que también nosotros llevamos en el corazón y que de alguna manera no nos atrevemos a decir en voz alta? Porque aunque nos decimos cristianos – discípulos y seguidores de Jesús – no siempre vemos las cosas claras y en nuestro interior también pueden aparecer dudas y preguntas que algunas veces no sabemos ni como expresar. ¿Será la pregunta que nosotros le hagamos también directamente a Jesús? Ese puede ser un camino verdadero de oración, para dejarnos enseñar, para dejarnos conducir, para ir con total sinceridad, con apertura del corazón, con humildad.

Y Jesús nos dice hoy que cuando sea levantado en lo alto entonces sabrán bien quién es El. Ya sabemos que el centurión romano que dirigía el operativo de la crucifixión de Jesús al final terminará reconociendo ‘este hombre era inocente’.

Pero ya reflexionábamos antes diciéndonos que en los momentos duros es cuando mejor conocemos a las personas porque sabremos de las verdaderas motivaciones de su vida, veremos el por qué de su vida que le puede llevar a momentos tan trascendentales, la manera madura de actuar y de reaccionar ante esos momentos difíciles. Por eso vamos a mirar muy bien cuando sea levantado en lo alto para descubrir todo el misterio de Jesús, para encontrar la respuesta a esa pregunta que hacemos, para conocer a Jesús por su amor y por su entrega, para conocer bien el motivo de su cruz y de entregar su vida.

Miremos a lo alto como miraban los judíos en el desierto a lo alto de aquel estandarte de la serpiente de bronce para descubrir lo que era el amor y la misericordia del Señor que les perdonaba una y otra vez a pesar de sus infidelidades, y ahora nosotros mirando a lo alto de la cruz descubriremos toda la hondura de lo que es la misericordia del Señor. Y es que ahí en lo alto de la cruz estaremos descubriendo el verdadero rostro de Dios, que siempre es de amor y de misericordia. ¿Moverá eso algo nuestra vida?

lunes, 22 de marzo de 2021

De ahí, de esa misericordia que rebosa del corazón de Cristo, surgirá su palabra y su gesto… yo tampoco te condeno, vete y no peques más

 


De ahí, de esa misericordia que rebosa del corazón de Cristo, surgirá su palabra y su gesto… yo tampoco te condeno, vete y no peques más

Daniel 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62; Sal 22; Juan 8, 1-11

Qué reconfortante es la Palabra de Dios, cómo nos llenan por dentro haciéndonos sentir las mejores alegrías, cómo nuestro corazón se llena de esperanza, de una esperanza nueva que nos hace ya pregustar como una vida nueva en nosotros. Si con sinceridad vamos caminando nuestra vida siendo conscientes de cómo estamos llenos de debilidades, se suman una y otra vez nuestros errores y tropiezos, contemplar esta escena del evangelio nos hace sentirnos impulsados a algo nuevo, a gozar en nuestro interior por la alegría que vivió aquella mujer pecadora pero nos hace sentirnos a nosotros también como revitalizados con lo nuevo que nos ofrece Jesús con su generoso perdón.

Es cierto que ambos pasajes que nos ofrece hoy la Palabra de Dios nos sugieren multitud de cosas que con el evangelio tendrían una iluminación nueva. Nos habla de dos mujeres, una realmente pecadora porque es cierto que ha sido sorprendida en flagrante adulterio, la otra es una mujer que se siente acosada por el machismo y la maldad de aquellos hombres que incluso por lo que representaban tendrían que haberse comportado con mayor dignidad.

Por eso, de alguna manera se sugieren multitud de temas que hoy están muy candentes en nuestra sociedad como lo es la discriminación de la mujer, el maltrato y el acoso sexual de la mujer, la violencia a que son sometidas y que son noticias casi de cada día también en el hoy de nuestra sociedad. Ambos textos reflejan y denuncian multitud de situaciones que aun hoy siguen sucediendo en nuestra sociedad actual.

Vaya al menos esta constancia que dejamos con nuestro comentario y que sea también de denuncia de lo que hoy sigue sucediendo. Muchas discriminaciones, malos tratos y violencias seguimos constatando en nuestra sociedad en este sentido. Y es precisamente el evangelio el que nos está pidiendo actitudes nuevas, un cambio radical de nuestras tradiciones y costumbres que tanto se necesita en nuestra sociedad de hoy para que toda persona sea siempre valorada y respetada en toda su dignidad.

Sin dejar de tener muy presente todo esto que venimos comentando hoy queremos subrayar en este texto del evangelio lo que es la misericordia compasiva del Señor para todos los pecadores. Como decíamos nos reconforta, hace renacer la esperanza en nuestros corazones. Sabemos que no tenemos que cargar para siempre con nuestro pecado porque el Señor se adelante misericordia para venir a nuestro lado tendiéndonos la mano que nos levanta, que nos hace llegar su misericordia y su perdón, siempre pone su esperanza en nosotros – porque Dios sigue creyendo en el hombre, mucho más de lo que nosotros creemos en nosotros mismos – y es posible comenzar una vida nueva sin la carga eterna de nuestro pecado.

Nos enseña, sí, actitudes nuevas que hemos de tener con los pecadores. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar y para condenar si nosotros somos también pecadores? Ojalá aprendiéramos la lección que muchas veces nos cuesta tanto aprender. Qué prontos somos para el juicio y la condena. Cuánto nos falta de generosidad en nuestro corazón y nos volvemos mezquinos con nuestras discriminaciones y condenas.

‘El que no tenga pecado, que tire la primera piedra’, es la sentencia de Jesús. Era cierto, aquella mujer había sido sorprendida en adulterio y podría merecer la condena y el castigo, aunque tendríamos que preguntarnos donde está el adultero que pecó con ella. Pero la misericordia tiene que aflorar primero que cualquier otro sentimiento. Una misericordia que va a hacer de la conciencia de que somos pecadores y de cuantas veces hemos necesitado nosotros del encuentro con ese corazón misericordioso que nos ofreciera su amor y su perdón.

Quienes has experimentado el amor en sus vidas, porque se sienten amados a pesar de sus debilidades, con esa misma misericordia tienen que saber tratar al hermano.  En aquella ocasión todos se fueron escabullendo, pero tantas veces nosotros no nos escabullimos sino que seguimos allí apuntando con nuestro dedo.

De ahí de esa misericordia que rebosa del corazón de Cristo surgirá su palabra: ‘¿Nadie te ha condenado? Pues yo tampoco te condeno, vete y no peques más’.

domingo, 21 de marzo de 2021

Tenemos el peligro de que vivamos tan obnubilados por el estado en que nos encontramos que no lleguemos a realizar ese paso de Dios, esa pascua, en nuestra vida

 


Tenemos el peligro de que vivamos tan obnubilados por el estado en que nos encontramos que no lleguemos a realizar ese paso de Dios, esa pascua, en nuestra vida

Jeremías 31, 31-34; Sal 50; Hebreos 5, 7-9; Juan 12, 20-33

Comienza hoy el evangelio con algo que pudiera parecer anecdótico, pero que no lo es tanto y puede tener un hermoso significado para nosotros. Dos gentiles quieren conocer a Jesús. ¿Algún gentil venido de alguna parte a Jerusalén en los días de la fiesta de la pascua porque quizá sentía alguna simpatía por los judíos o por la religión judía? Es una posibilidad, como podemos pensar hoy en alguien que estaba de turismo. Podemos pensarlo y no nos equivocamos tanto porque también en la antigüedad a la gente le gustaba viajar. No sería a la manera que hoy lo hacemos pero está también la posibilidad de alguien que quería conocer la cultura y la idiosincrasia de los judíos y venía también de viaje.

Pero sea una forma u otra, ahí se queda la anécdota aquellas dos personas querían conocer a Jesús. Y se valen de alguien a quien ellos ven cercano a Jesús, por eso acuden a Felipe, que se vale también de Andrés para presentarle a estos gentiles a Jesús. Pero no olvidemos que hay una curiosidad, una búsqueda de alguien que quiere conocer más, quiere conocer directamente a Jesús.

¿Y hoy podemos encontrarnos personas así? No lo dudemos, en lo que tenemos que pensar es la respuesta que nosotros damos a los que sienten también esa curiosidad por conocer a Jesús, por conocer el evangelio, se interesan por la vida cristiana y no siempre se sienten acogidos por nosotros para dar ese paso sincero y concreto de búsqueda de Jesús. Mucho tendría que hacernos pensar, cómo hemos de ser mediaciones para el encuentro con Jesús, pero nuestra mediación es pobre, indecisa, o nosotros mismos aunque sintamos ese deseo realmente no buscamos, ni ofertamos la ayuda de una búsqueda a los demás.

Estamos viendo, pues, que la anécdota era mucho más que una anécdota. Y ese algo tiene que estar muy vivo en nosotros. Ha llegado la hora, nos dice Jesús, en que el Hijo del Hombre va a ser glorificado. Escucharemos al final incluso, a la manera de una teofanía, la voz del cielo que lo señala aunque no todos entienden el signo de lo que ha sucedido.

En algún momento Jesús había dicho que aún no había llegado la hora. Ahora se muestra palpable esa hora, incluso con las palabras que se escuchan desde el cielo. ‘Lo he glorificado y volveré a glorificarlo’. Pero al mismo tiempo Jesús habla de un grano de trigo que ha de ser enterrado en tierra para que germine. ¿Cómo será ese ser enterrado en tierra? ¿Cómo ha de germinar el Hijo del Hombre? ¿Cómo va a ser glorificado? Ya nos hablará Jesús a continuación de que el Hijo del Hombre va a ser levantado en alto y entonces atraerá a todos hasta El. Y nos dice el evangelista que con estas expresiones está refiriéndose a su muerte y a su resurrección.

También cuando el diálogo con Nicodemo señala el evangelista que el mundo se mueve bajo sus pies – la gente decía que había sentido como un trueno - y se va a hablar entonces de esa glorificación. El Hijo del Hombre va a ser levantado en alto para atraer a todos hasta El. Porque el que crea en aquel que va a ser levantado en alto va a alcanzar los dones de la salvación, los dones de la pascua, el poder contemplar el rostro de Dios pero también como ese grano de trigo que es enterrado en tierra para que de fruto, para que nosotros obtengamos el fruto de nuestra resurrección, podrá obtener la vida eterna.

No vamos a ser un grano de trigo cualquiera, como no lo fue Jesús. Es el grano de trigo que se siembra en tierra para que germine y para que dé fruto. Pero para germinar tienen que morir. Es lo que pasó con Jesús; es lo que tiene que pasar en nosotros cuando nos unimos a Jesús y vivimos su pascua. Y vivir la pascua es pasar por la muerte para llegar a la vida.

¿Hemos pensado seriamente, con serenidad pero también con cierta profundidad que eso es lo que ahora nosotros vamos a vivir en la celebración de esta Pascua? ¿Cuál será la muerte por la que hemos de pasar para poder renacer, resucitar a nueva vida?

Tenemos el peligro de que vivamos tan obnubilados por el estado en que nos encontramos en medio de la pandemia que no se acaba, que simplemente digamos este año no hay semana santa y no llegues a realizar ese paso de Dios, es pascua, en nuestra vida. Alelados por no poder tener todas esas celebraciones exteriores que solemos tener, aunque el año pasado ya lo pasamos en circunstancias semejantes, dejemos pasar la oportunidad de celebrar de verdad, desde lo más hondo la pascua.

Hay vivencias pascuales que no tenemos por qué dejar de vivir cuando quizá además por otra parte más lo necesitemos. Puede ser el momento en que le demos aún mayor profundidad a lo que hacemos y celebramos integrando todas las circunstancias que vivimos en nuestra celebración pascual.

El Hijo del Hombre va a ser levantado en lo alto para atraernos a todos hacia sí, pero pensemos que al Hijo del Hombre lo podemos ver, lo tenemos que ver en tantos levantados en lo alto del sufrimiento, de su cruz, de su dolor, de sus soledades y traspasado por tantas cosas que lo dejan también desfigurado como los profetas describían al siervo de Yahvé. Y Jesús nos está diciendo que cuando lo veamos así va a ser glorificado, podremos contemplar la Hora del Hijo del Hombre, la Hora de nuestra Salvación.