sábado, 20 de febrero de 2021

Nos sentimos desarmados cuando contemplamos el amor de Jesús hacia los pecadores y nos bajamos pronto de nuestras posturas discriminatorias hacia los demás

 


Nos sentimos desarmados cuando contemplamos el amor de Jesús hacia los pecadores y nos bajamos pronto de nuestras posturas discriminatorias hacia los demás

Isaías 58, 9-14; Sal 85; Lucas 5, 27-32

Hay una frase que solemos utilizar y que incluso empleamos como recurso educativo que sin embargo escuchando el evangelio de hoy me hace hacer un replanteamiento. Es aquello que decimos ‘dime con quién andas y te diré quien eres’. Según con la gente con la que te juntes, y lo decimos muchas veces a la gente joven que está a nuestro cuidado, vas a aparecer con tal o cual categoría; sobre todo la empleamos en un sentido negativo y peyorativo, pero pensemos si acaso no tiene mucho de discriminatorio en referencia a nuestra manera de ver a las personas, y en consecuencia no queremos que nuestros  hijos, por ejemplo, se mezclen con toda clase de personas.

Pero de alguna manera ¿no era así como estaban viendo los fariseos y los letrados a Jesús porque se juntaba con los pecadores, porque se sentaba a la mesa con los publicanos? Es lo que les están diciendo los fariseos y los escribas a los discípulos en aquella ocasión. ‘¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?’ Y ya vemos la respuesta de Jesús.

Había sucedido en esta ocasión – porque las ocasiones se repiten en el evangelio y Jesús también come con fariseos y gente que se considera como muy principal en sus arrogancias – después que invitara a Leví a seguirle. Leví, o Mateo según sea el evangelista que nos transmita este relato, era un publicano; bueno, Leví era un recaudador de impuestos, pero que por eso mismo los fariseos y los que se creían puros así los trataban, como publicanos, unos pecadores.

Para un judío un recaudador de impuestos era un colaboracionista con el poder extranjero que era el que dominaba entonces en Israel, los romanos; ellos eran los que controlaban la hacienda y ponían los impuestos; los judíos por sí mismos tenían sus impuestos que iban a engrosar las arcas del templo de Jerusalén, pero que en principio era como la Hacienda del pueblo de Israel; pero ahora eran los dominadores extranjeros los que se llevaban esta parte, y los recaudadores era unos colaboracionistas.


Por otra parte tenían fama de usureros porque por un lado inflaban los impuestos a su capricho y beneficio, pero al mismo tiempo como hombres de dinero y de negocios eran unos prestamistas para aquellos que se veían en necesidad; un camino también para el lucro y las ganancias desmedidas por la gravedad de los intereses que imponían. Ejemplo tenemos en otro publicano que también tuvo su encuentro con Jesús, Zaqueo, del estilo de vida llena de injusticia en que vivían. De ahí su fama y la mala consideración que tenían ante el pueblo, eran unos publicanos, es decir, unos pecadores.

Y Jesús había escogido a Leví para seguirle, que prontamente dejó su mesa de cobrador de impuestos para irse con Jesús. Algo que le llenó de alegría y quiso celebrarlo con un banquete para Jesús y los discípulos que ya lo acompañaban, pero al que también invitó a sus amigos y compañeros de profesión; era algo así como una despedida. Y ahora vienen los fariseos criticando porque Jesús está en medio de ellos. ¿Dime con quién andas y te diré quien eres? Se lo estaban aplicando a Jesús.

Pero a Jesús no le importa, porque El es el médico que viene a curar no a los que se creen sanos sino a los enfermos. Y allí en medio de esos enfermos, en medio de los pecadores está Jesús  para sanar, para transformar los corazones. No soporta Jesús la discriminación; en su reino no caben esos estilos, algo nuevo tiene que surgir y algo a lo que están todos llamados, sean santos o sean pecadores, pero lo que Jesús nos trae es la gracia, lo que nos trae es el regalo del perdón, el regalo del amor de Dios.

Ya decíamos al empezar la cuaresma que es el tiempo del regalo, es el tiempo de la gracia que Jesús nos regala que es descubrirnos cuánto es el amor que Dios nos tiene. No importa lo pecadores que seamos, si somos capaces de reconocerlo, pero de reconocer sobre todo lo que es el amor que Dios nos tiene. Claro que eso nos tiene que poner en otra onda, en otra órbita, que es la manera con que nosotros miremos a los demás. Porque aquello de decir que según con quien andes así eres tú, entraña mucha discriminación hacia los que nosotros también como aquellos fariseos tratamos de mirar por encima del hombro.

Analicemos con sinceridad nuestra manera de mirar a los demás y en consecuencias nuestras discriminaciones. Sintámonos desarmados cuando contemplamos lo que es el amor de Jesús por todos. Pongámonos de parte de Jesús y aprenderemos entonces a ir como El siempre como médico para los demás, porque lo que queremos es sanar, porque lo que queremos es rescatar a los que se ven envueltos por el pecado, porque lo que queremos es llevar vida y hacer que vivamos con un nuevo estilo de vida, con el estilo del amor.

 

viernes, 19 de febrero de 2021

Nuestras componendas e incongruencias, nuestra falta de autenticidad no nos podrán llevar por una vida de rectitud y son causa de escándalo para muchos

 


Nuestras componendas e incongruencias, nuestra falta de autenticidad no nos podrán llevar por una vida de rectitud y son causa de escándalo para muchos

Isaías 58, 1-9ª; Sal 50; Mateo 9, 14-15

Aunque las modas y los gustos cambian continuamente, sin embargo solemos decir que las mezcolanzas no son buenas; hay cosas que son incompatibles unas con otros. Claro que dije que las modas y los gustos cambian, lo vemos en todo tipo de cosas, de costumbres; los modistos nos ofrecen cada vez cosas más atrevidas en cuestión de vestidos con mezclas de materiales que antes no podíamos concebir, y lo mismo, por ejemplo, en la cocina los grandes cocineros nos presentan los platos más raros del mundo con una variedad de sabores que nunca se nos hubiera ocurrido mezclar.

Pero bueno, dejemos a un lado modas y gustos de ese tipo y vayamos a lo que son nuestras costumbres, a lo que es la rectitud de una vida, a lo que tiene que ser una congruencia entre el pensar y el hacer o vivir; y aquí sí que lo moralmente malo será siempre malo desde los más elementales principios éticos y lo que es bueno en sí mismo tiene su resplandor y su belleza.

Pero ahí surgen nuestras confusiones y errores, porque vienen las apetencias de nuestras pasiones que se nos desbordan y nos preguntamos qué tienen de malo, vienen lo que llamamos costumbres y aquello de que siempre se ha hecho así, o también aquello de que eso es difícil y nos cuesta y entonces queremos hacer nuestros arreglos a ver hasta donde podemos llegar, pero no nos preguntamos por la rectitud y bondad de aquello que hacemos o si podemos hacerlo mejor; vienen los intercambios de ideas, vienen las formas distintas de pensar o de plantearnos la vida, vienen lo que tienen que ser nuestros principios religiosos y éticos nacidos de una fe que no podemos mezclar (y aquí viene lo de las mezcolanzas de las que hablábamos al principio) con otras rutinas de la vida que nos hacen vivir sin sentido, sin profundidad, sin autenticidad.

Es importante esto que estamos diciendo sobre la autenticidad de la vida; o somos o no somos, o como nos dirá Jesús en el evangelio ‘el que no está conmigo está contra mí’. Demasiadas componendas pretendemos hacernos, arreglitos y remiendos y ya recordamos como en otro momento del evangelio nos habla de que no valen los remiendos, que tiene que ser un vestido nuevo para un hombre nuevo, como tienen que ser odres nuevos para vinos nuevos.

Y todo esto hoy el evangelio y la palabra de Dios que se nos ha proclamado nos lo aplican a una serie de actos penitenciales que nos vendría bien hacer en este tiempo cuaresmal, pero a los que tenemos que dar perfecta autenticidad. Hoy se nos habla del ayuno y cuál es el ayuno que el Señor quiere. Parte el evangelio de la pregunta que le plantean a Jesús de por qué sus discípulos no ayunan, mientras si lo hacen los discípulos de Juan y los seguidores de los fariseos. ¿Pueden estar los amigos del novio ayunando cuando están en el banquete de bodas del amigo? Como decía santa Teresa de Jesús ‘Hijas, cuando perdiz, perdiz; y cuando penitencia, penitencia’; cuando toca austeridad, pues es la austeridad la que tiene que brillar.

¿Cuál es el ayuno que el Señor quiere? El profeta que hoy hemos escuchado es muy claro. ‘En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos. No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo…’ Ahí van nuestras mezcolanzas. Cuántas cosas en este sentido hacemos, y qué daño hacemos con esto a los demás.

Por eso el profeta nos dirá claramente y casi no son necesarios muchos comentarios: ‘Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor’.

Todo un sentido del amor del que tenemos que envolver y empapar nuestra vida. Una vida de rectitud y de justicia, una vida en la que buscamos siempre hacer el bien, una vida en la que nos liberamos de tantas ataduras que nos persiguen. Y aquí tendríamos que pensarnos cuáles serian los nuevos ayunos que nos hiciéramos, que tienen que ir más allá de privarnos de unos alimentos.

Un comentarista a estos textos de la Palabra de Dios hacia estas sugerencias que no me resisto a copiar: ‘¿Cuáles serían en la actualidad nuestros “ayunos” necesarios…? Ayunar de tanto móvil y WhatsApp; ayunar de tantas horas de televisión; ayunar de tantas dependencias tecnológicas; ayunar de esas obsesiones por el correo electrónico, por la avidez de noticias repetitivas fraudulentas; ayunar de tantos encuentros baladíes; ayunar de pequeños caprichos como si nos fuera la vida en ello; ayunar de gastos superfluos y de la adquisición de cosas innecesarias…

No ayunar de generosidad con los demás, no ayunar de ratos dedicados a la oración o lectura meditativa, no ayunar de visitar a alguien que vive en soledad; no ayunar de compartir bienes y limosnas en silencio que ayuden a otros; no ayunar de una cara más alegre y unas actitudes más esperanzadas y optimistas; no ayunar de buscar momentos de silencio y paz que redundará en beneficio de los más cercanos; no ayunar en los deseos de búsqueda y encuentro con Dios; no ayunar del pan de la Eucaristía…’ (Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.)

Con este comentario os dejo, porque de ahí podríamos sacar todo un programa para nuestra penitencia cuaresmal.

jueves, 18 de febrero de 2021

Aunque nos encontremos en el dilema de hallar el verdadero camino estamos en tiempo de hacernos preguntas, de buscar, de perseguir la verdad, de discernir qué es lo mejor

 


Aunque nos encontremos en el dilema de hallar el verdadero camino estamos en tiempo de hacernos preguntas, de buscar, de perseguir la verdad, de discernir qué es lo mejor

Deuteronomio 30, 15-20; Sal 1; Lucas 9, 22-25

Todo lo que nos pueda sonar a fracaso lo rehuimos; si el camino que emprendemos está lleno de dificultades o de problemas que me hacen sufrir tratamos de evitarlo; lo que muchas veces nos hace sufrir es la incertidumbre del mañana, y pensamos en el avance y progreso de nuestros trabajos o de nuestros proyectos y si vemos que la cosa se nos puede torcer nos llenamos de angustias; nos inquieta incluso nuestra propia salud y cuando con el paso de los años nos encontramos más debilitados y que ya quizá no podemos hacer cuanto hacíamos en otro momento de la vida de más esplendor, parece que nos sentimos que nos morimos.

Pero ¿será bueno tener esos planteamientos? ¿No nos llevará a obsesiones y angustias que nada nos ayudan? Pero así se nos va presentando la vida y cada vez quizás nos cuesta mayores sacrificios o el esfuerzo del camino se nos hace cuesta arriba y ni por asomo se nos ocurre pensar, no lo queremos al menos, en fracasos y contratiempos que nos derriben los edificios que en nuestra mente queremos construir.

¿Cómo se sentirían los discípulos más cercanos a Jesús, aquellos que habían puesto en El todas sus esperanzas cuando Jesús les anunciaba que todo aquello tenía que pasar por una pascua de dolor y de muerte? No les sería fácil entender las palabras de Jesús y esto sembraría inquietudes y posibles desánimos en sus corazones, o veremos que en una ocasión poco menos que Pedro se enfada con Jesús y le dice que no esté pensando en esas cosas que todo eso no le puede pasar.

Pero Jesús vemos que una y otra vez les repite el anuncio que habla de que va a ser entregado incluso en manos de los gentiles – qué duro tendría que ser esto para unos judíos que querían quitarse de encima del dominio de los romanos – y de que al final lo crucificarán y morirá. Nunca llegarán a oír, porque sus mentes andaban en otras cosas, los anuncios que Jesús les hacía, ni entenderán qué significado tienen sus últimas palabras que hablan de resurrección.

Y es lo que hoy nosotros también cuando estamos iniciando este camino de Cuaresma escuchamos en el Evangelio. Como para que no olvidemos que vamos camino de la Pascua, y que la cuaresma es el camino que nos lleva hasta el Calvario donde tendremos que subir también, aunque algunas veces edulcoramos un poco esos conceptos y no terminamos de entrar a trapo con el tema de la Cuaresma y de la pasión y pascua. Pero ahí están también para nosotros esas palabras de Jesús.

Pero es que además Jesús nos habla de que nosotros si queremos seguirle también tenemos que tomar el camino de la cruz, cargar con la cruz. Nos podría resultar hasta hermoso contemplar a Cristo en la Cruz y para eso nos hemos servido de los artistas que nos hagan bellísimas imágenes que contemplamos extasiados, pero entender cómo nosotros hemos de tomar la cruz, ya es algo que nos cuesta más, se nos atraganta. ¡Cómo hemos maquillado nuestras celebraciones de la Semana Santa despojándolas de todo lo cruento que ha de ser para nuestra vida la pasión del Señor que nosotros también hemos de asumir! Pensemos cómo hemos transformado la pasión y muerte de Jesús en unas bonitas y emocionantes procesiones y quizá de ahí muchos no pasamos.

Hoy nos dice Jesús y nos lo dice cruda y claramente: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará’.

¿Habremos pensado bien en estas palabras? Negarse a si mismo cuando nosotros lo que queremos son triunfos; tomar la cruz cuando rehuimos el dolor y nos amargamos antes de tiempo incluso ante lo que tengamos que sufrir en la vida; perder la vida para salvarla cuando lo que buscamos son por encima de todo ganancias materiales o aquello  con lo que lo pasemos bien sin mayores preocupaciones.

Por eso parece que algunas veces nos encontramos en un dilema para saber cuál es el verdadero camino, cuál es la vida verdadera. ¿En quién confiamos?,  nos preguntamos. ¿Solo en nosotros mismos y en aquellas cosas que satisfagan nuestros caprichos? ¿Buscaremos acaso una voz más profunda pero que nos eleve por encima de esa superficialidad con que mayormente vivimos la vida?

Tiempo de hacernos preguntas, tiempo de buscar, tiempo de perseguir la verdad, tiempo de discernir qué es lo mejor, tiempo de mirar hacia delante aunque tengamos la cruz por medio, porque sabemos que ahí vamos a encontrar la vida, tiempo de vivir en una entrega que nos lleve de verdad a la plenitud, tiempo de escuchar a Jesús.

Emprendamos este tiempo, decidámonos por este camino del evangelio, apostemos por Jesús, en El obtendremos la auténtica ganancia, en El alcanzaremos la verdadera victoria final.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Es el tiempo del regalo, es el tiempo de la gracia, es el tiempo de la misericordia del Señor.

 


Es el tiempo del regalo, es el tiempo de la gracia, es el tiempo de la misericordia del Señor.

Joel 2, 12-18; Sal 50; 2Corintios 5, 20 – 6, 2; Mateo 6, 1-6. 16-18

Cuando recibimos un regalo diversas son las cosas que podemos recibir como obsequio; quien nos regala seguramente estará atentos a nuestros gustos o cuando se es una persona práctica también a nuestras necesidades, pero el que regala quiere dejar la impronta de sí mismo en el regalo que nos hace para que entonces recordemos a quien nos hizo el regalo, y tengamos como algo muy propio de esa persona, donde está reflejando todo su ser y el grado de amistad que tiene con nosotros.

¿Quién me regala tiempo?, podría gritar alguien, aunque no pareciera que eso fuera un posible regalo; marcamos nuestros tiempo con las horas y con los minutos, marcamos nuestro tiempo por aquellos momentos que haya significado algo especial para nosotros, marcamos nuestro tiempo por las cosas que tenemos que hacer, por las urgencias de la vida, y solemos decir con mucha frecuencia que no tenemos tiempo. ¿No necesitaríamos el regalo del tiempo?

Mira por donde la palabra de Dios nos dice que es tiempo de regalo. ‘Ahora es tiempo de gracia’, nos ha dicho, y ¿qué significa precisamente una cosa que se nos da por gracia? Un regalo; pues así podríamos traducir este pasaje, estas palabras de la Biblia, tiempo de regalo.

Nos explicamos. Comenzamos la cuaresma y tenemos que decir que es tiempo de regalo; un tiempo que nos regala el Señor con un especial amor y al que tendríamos que dar una respuesta. Y quiero precisamente al hablar de la cuaresma comenzando por considera lo que el Señor nos da, lo que el Señor nos regala. Pensamos en la cuaresma y pensamos en no sé cuantas cosas que tenemos que hacer, que si hacemos penitencia para convertirnos al Señor, que si ofrecemos nuestros sacrificios y nuestras renuncias, que si tenemos que ayunar o abstenernos de algunos alimentos, pero olvidamos lo principal, lo que el Señor nos ofrece.

Por ahí tendríamos que comenzar, comenzar por darnos cuenta del regalo que significa para nosotros el amor que el Señor nos tiene. Y creo que si lo consideramos bien ya todo está hecho. Porque todo va a ser una respuesta a ese amor del Señor. Por eso nos viene bien esto que hemos comenzado diciendo del tiempo del regalo, del tiempo en que vamos a recordar de manera especial el regalo del amor que Dios nos tiene. Y a los regalos correspondemos. Será nuestra gratitud o serán unas actitudes nuevas que vamos a tener para aquel que nos hizo el regalo. Alguien nos hace un regalo y nos sentimos avergonzados si no correspondemos a ese gesto de amor que se ha tenido con nosotros; lo llamamos agradecimiento, lo llamaremos todas esas actitudes nuevas que va a haber en nuestra vida para quien tanto nos ama.

Claro que entonces resonará con todo sentido lo primero que vamos a escuchar cuando iniciamos este tiempo de Cuaresma: ‘Conviértete y cree en el Evangelio’. No es simplemente decir que tengo que cambiar porque ahora toca eso de cambiar; es algo más, es corresponder a ese amor que Dios tiene contigo, y como quieres corresponder te das cuenta que tu vida no puede ser igual, que unas actitudes nuevas tiene que haber en nuestro corazón, que una nueva forma de actuar tiene que haber en nuestra vida. Pero ¿en qué van a consistir? ‘Cree en el evangelio’. Es la Buena Noticia de Jesús, en lo que tenemos que creer y que nos va a impulsar a emprender caminos nuevos, a vivir valores nuevos, a tener una vida nueva, a ser hombres nuevos.

Un camino de ascesis, de crecimiento, de maduración el que vamos a emprender. Un camino que algunas veces nos costará seguir, porque también habrá muchas cosas que quieran distraernos. Un camino que como toda subida exige esfuerzo, superación, crecimiento. Un camino en que aprenderemos a buscar lo que verdaderamente es importante, porque no podemos llevar recargada la mochila de la vida en esa subida, lo que nos obligará a una austeridad en nuestra vida, a desprendernos de muchas cosas innecesarias o que son un estorbo.


Hablamos de ayunos y abstinencias, como hablamos de limosna para compartir. Pero no es dejar de comer por dejar de comer, sino que en ello hemos de buscar un sentido y un valor. No nos regalamos en cosas exquisitas sino que vivimos en una austeridad quizá pensando en los que no tienen qué comer y que por necesidad tendrán que ayunar porque no tienen que echarse a la boca; y se moverá nuestro corazón al compartir porque no podemos sufrir ni soportar que un hermano pase necesidad; no vamos a dar de lo que nos sobre y ya no necesitemos sino de eso que es nuestro pan de cada día vamos a partirlo, vamos a compartirlo. Es una nueva manera de ver las cosas, no es imponernos cosas así porque sí o porque estén mandadas, sino que todo va a surgir de ese amor nuevo que habrá en nuestro corazón cuando decimos que creemos en el evangelio.

Y nos falta pensar en algo más aunque en el fondo de todo lo que hemos venido reflexionando está presente. Nuestra unión con el Señor que cada día tiene que crecer más y más. ¿Cómo no van a crecer nuestros deseos de estar con El cuando respondemos agradecidos al tiempo de regalo que nos está dando el Señor, al regalo de su amor que se está haciendo presente en nuestra vida? cuando somos agradecimos con alguien de mil maneras le manifestamos nuestra gratitud, y tratamos de mantener su amistad, y nos gustará vivir en la cercanía de quien sabemos que nos quiere y nos ama, y deseamos escucharle como manifestarle también cuáles son nuestros sentimientos o incluso las peticiones que nos podamos atrever a hacer viendo tantas necesidades y sufrimientos a nuestro alrededor. Ya entendemos todo lo que eso significa.

Es el tiempo del regalo, es el tiempo de la gracia, es el tiempo de la misericordia del Señor. Leamos ahora con atención las citas de los textos bíblicos propuestos al principio y propios del miércoles de Ceniza.

martes, 16 de febrero de 2021

Para entender y comprender el mensaje de Jesús hemos de saber entrar en su sintonía y lavarnos los ojos con el colirio de Dios para que resplandecientes veamos las obras de la luz

 


Para entender y comprender el mensaje de Jesús hemos de saber entrar en su sintonía y lavarnos los ojos con el colirio de Dios para que resplandecientes veamos las obras de la luz

Génesis 6,5-8; 7, 1-5.10; Sal 28; Marcos 8,14-21

Nos habrá sucedido en más de una ocasión. Quisimos hacer un comentario simple a algo que vimos y no nos gusto, a algún hecho acaecido en nuestro entorno, a una noticia  que nos llegó por algún medio de comunicación, lo hicimos con la mayor sencillez y sin ninguna doble intención y no nos entendieron, mal interpretaron nuestras palabras, al final terminaron metiéndose con nuestras actitudes o nuestras intenciones. No entendieron o no quisieron entender.

En un buen deseo de decir palabras buenas, pensamientos optimistas que nos llenen de ánimo y de sentido en medio de momentos duros, porque al expresarnos quisimos hacerlo con elegancia, con palabras distintas, de una forma que todos entendiéramos y quizá empleamos alguna imagen, pues la gente se quedó con la imagen, no fueron capaz de entender el sentido y por supuesto el mensaje se quedó cojo porque realmente no llegó a esas personas.

Me ha pasado en unos pensamientos que pretendo hacer llegar todos los días a mis amigos de las redes sociales, y quizá empleo una imagen de la naturaleza o de la agricultura como comparación o alegoría de lo que realmente quiero trasmitir, pero hay quien me lo comenta quedándose simplemente en aquella imagen de la naturaleza, de la agricultura o de lo que en estos trabajos ha hecho siempre, pero el mensaje de fondo no se supo interpretar.

A los discípulos, y en este caso a los más cercanos, a los que están siempre con El en ocasiones también les cuesta entender a Jesús y como aquello de las imágenes de la naturaleza, se quedaban también en la materialidad de las palabras sin captar el más hondo sentido que Jesús quería darles, o se las tomaban como indirectas hacia hechos que quizá se les había pasado desapercibido.

Ahora iban en la barca y Jesús deja caer un comentario que les sirviera de reflexión. Les habla de la levadura de los fariseos de la que tienen que tener cuidado y no dejarse caer en sus redes, pero ellos interpretan las palabras de Jesús casi como una reprimenda porque se habían olvidado de suministrarse y prácticamente no llevaban pan en la barca.

‘¿Es que no comprendéis?’, terminará diciéndoles Jesús. No entendían, se quedaban en la materialidad de las cosas y no llegaban a entender esa imagen de la levadura, pero de la levadura de lo fariseos, de la que tenían que liberarse. No se trataba de hacer panes y tener buena levadura, sino que se trataba de que en la vida no influyan en nosotros las cosas negativas de los demás.

¿Es que no comprendéis? ¿No entendéis? También terminará diciéndonos Jesús. Nos dejamos influenciar por muchas cosas, nos sentimos aturdidos por tantas cosas negativas de la vida, que no sabemos descubrir todo lo bueno que el Señor continuamente nos está ofreciendo. Cuántas maravillas obra en nosotros; cuántas maravillas de Dios podemos descubrir en los demás, en tantas personas generosas, por ejemplo, que son capaces de quitarse el pan de la boca para compartirlo ya sean sus hijos como hace una madre, o ya sea cualquiera que pase necesidad a nuestro lado. Nos hacemos obtusos mirando siempre lo negativo con que podamos encontrarnos y no vemos esos reflejos de luz, que como las luciérnagas en la noche, van apareciendo a nuestro lado y nos van enseñando caminos, nos van iluminando el camino.

Hay muchas semillas buenas en nuestro entorno; no todo es negativo, no todo es oscuro y negro, hay también muchas luces, muchos reflejos del amor y la bondad de Dios en tantos que aman y se entregan, que viven con dignidad y se toman en serio y con responsabilidad la vida, en tantos que sin hacer ruido cumplen con su deber y aún hacen más pues son capaces de sacar tiempo hasta de su descanso para vivir un compromiso a favor de los demás.

Si abriéramos los sentidos seríamos capaces de ver muchas cosas buenas y podríamos hacer una lista muy grande, que sacamos de ahí, de donde habitualmente solo vemos cosas negras. Muchos ejemplos podríamos poner. Necesitamos claridad en nuestros ojos, que Jesús nos ponga el colirio de Dios, que es un colirio de luz y de color que nos hace ver la vida de forma distinta.

lunes, 15 de febrero de 2021

Buscamos pruebas y seguridades que tenemos muy cerca porque las tenemos en nosotros mismos y en la experiencia de Dios que hemos vivido

 


Buscamos pruebas y seguridades que tenemos muy cerca porque las tenemos en nosotros mismos y en la experiencia de Dios que hemos vivido

Génesis 4,1-15.25; Sal 49; Marcos 8, 11-13

Aunque a veces nos digamos progresistas y que queremos avanzar, que queremos lo nuevo, haciendo no se cuantas transformaciones ya sea en nuestra sociedad o ya sea en nuestro trabajo de cada día, sin embargo en el fondo siempre buscamos seguridades; aquello nuevo que se nos ofrece, aquello que vamos a probar, aquello que se nos presenta como una mejora queremos tener la certeza de que se puede realizar, que es efectivo, en una palabra, buscamos seguridades. Y eso como decimos tantas veces en muchos aspectos de nuestra vida, desde lo más pequeño y sencillo que nos parece más ordinario o también cuando se nos presentan grandes proyectos del tipo que sean.

Ha aparecido un profeta por los caminos y pueblos de Galilea, ofrece algo nuevo que llama el Reino de Dios, su presencia y sus palabras despiertan esperanzas porque ofrece la realización de un mundo nuevo, parece que las promesas anunciadas desde antiguo y que han repetido una y otra vez los profetas llega el tiempo en que se van a realizar. Pero ¿será eso cierto? ¿Tiene algún futuro ese profeta que así se está presentando? ¿Se puede poner toda la esperanza en El? Está pidiendo una transformación muy grande en la que muchas de las cosas que se venían haciendo desde siempre tienen que cambiar, exige una autenticidad que no siempre somos capaces de ver en aquellos que nos hablan, ¿Podremos creer en ese profeta? ¿No necesitaremos pruebas que nos confirmen todo eso que está anunciando?

Podríamos ver en una cierta lógica humana, desde esas seguridades y certezas que pedimos ante lo que se nos ofrece que se nos den algunas pruebas de que lo anunciado por este nuevo profeta se va a hacer realidad, que en verdad llegan esos tiempos nuevos. Por eso le piden signos.

Jesús ha ido acompañando sus palabras con muchos signos que va realizando, los milagros en los que cura a los enfermos, sana a los leprosos, hace hablar a los sordomudos o caminar a los inválidos son los signos que nos manifiestan la veracidad y la autenticidad de las palabras de Jesús. Pero sobre todo aquellos que tendrían que cambiar muchas cosas en su vida, que hasta este momento se han considerado dirigentes del pueblo porque sus palabras y sus enseñanzas han ido marcando época, no quieren cambiar. Perderían prestigio quizá o cuotas de poder, por eso serán los que más fuertemente se van a oponer a Jesús pidiendo una y otra vez señales. No les bastan los milagros que Jesús ha ido realizando.


Y eso de pedir signos y señales, pruebas de la autenticidad de las palabras de Jesús se va a repetir muchas veces y va a ser motivo de fuertes diatribas entre Jesús y los fariseos, los letrados o los saduceos, pero ahora Jesús no les da respuesta, no les quiere dar nuevos signos, sino que sepan leer los signos que en aquella misma gente que escucha y que sigue a Jesús les pueden dar.

¿Seguiremos nosotros con la misma cerrazón? ¿Seguiremos también pidiendo signos y señales, pidiendo pruebas para poder creer y darnos por entero a Jesús? Tendríamos que comenzar por nuestra propia vida y reconocer cuántas señales ha puesto Dios en nosotros mismos de lo que es su amor por nosotros. Cuántas pruebas de que Dios nos ama, cuántos regalos de amor recibimos cada día, cuántas veces nos ha ofrecido y regalado su perdón, cuántas veces hemos sido capaces de levantarnos después de malos momentos, de pruebas por las que hemos pasado y si lo hemos hecho es porque no nos ha faltado la gracia del Señor.

Mira tu vida, mira lo que sientes en tu corazón, mira los horizontes que se te han abierto tantas veces en la vida cuando todo parecía oscuro, mira cómo pudiste mantenerte fuerte en aquellas ocasiones y momentos difíciles por los que has pasado. Mira toda esa experiencia de fe, todas esas vivencias religiosas que has tenido a lo largo de tu vida y cómo entonces te sentiste bien, te sentiste feliz porque te sentías lleno de Dios.

Y de la misma manera puedes contemplarlo en los demás, en los que se entregan, en los que trabajan por los demás, en los que viven un compromiso fuerte a favor de los pobres en medio de la comunidad, en tantos a los que ves caminar con ilusión y esperanza a tu lado a pesar de los nubarrones de la vida. Ahí tenemos las pruebas, las seguridades para que totalmente nos entreguemos a Jesús y a caminar los caminos del evangelio.

domingo, 14 de febrero de 2021

Mirar de frente al leproso que se acerca a Jesús y contemplar los gestos de humanidad y misericordia de Jesús me hace abrir caminos nuevos de cercanía a los demás

 


Mirar de frente al leproso que se acerca a Jesús y contemplar los gestos de humanidad y misericordia de Jesús me hace abrir caminos nuevos de cercanía a los demás

Levítico 13, 1-2. 44-46; Sal 31; 1Corintios 10, 31 - 11, 1; Marcos 1, 40-45

No termina de ser algo que lleguemos a comprender o que asumamos de tal manera como si fuera algo propio. Y me refiero a lo que podían sentir los leprosos que de tal forma eran excluidos de la sociedad, de la familia, arrancados de su pueblo y de sus raíces para ir a malvivir o a mal morir en los lugares en que los obligaban a recluirse.

Por mucho que ahora nosotros digamos que comprendemos lo que estar recluidos en casa, como nos hemos visto obligados por la pandemia que aun seguimos sufriendo, porque nosotros podíamos comunicarnos de alguna forma con los demás y había o hay un cierto grado de movimientos. No nos sentimos unos condenados, unos ‘impuros’ como se les llamaba a los leprosos solamente por el hecho de tener una enfermedad. El miedo al contagio había sacralizado las medidas que en aquella época se podían tomar que se convertían en algo muy duro para quien estuviera sufriendo dicha enfermedad.

De ello nos habla hoy la Palabra de Dios cuando por una parte se nos proponen las normas y protocolos (como diríamos ahora) que se establecían para el trato con los leprosos, pero que nos sirve para comprender mejor lo que sucede en el evangelio. El gesto de Jesús al acoger a aquel leproso que, saltándose todas las normas, ha sido capaz de llegar a los pies de Jesús, es toda una manifestación de humanidad y de lo que es la misericordia del Señor.

Aquel hombre llega a los pies de Jesús con el deseo de que Jesús le imponga su mano para curarse; y Jesús no rehúsa el gesto sino que extiende la mano y toca al leproso arriesgándose incluso a ser Él mismo considerado como un impuro y que de alguna manera se viera obligado a un confinamiento semejante.

Jesús extiende su mano y podríamos decir allí se está extendiendo y de una forma muy honda todo lo que es la misericordia de Dios. Misericordia, en este caso, para este considerado como paria de la sociedad, pero que viene a significar toda la hondura de la liberación que Jesús viene a ofrecernos. Por eso, la cercanía de Jesús, el contacto incluso físico de la mano de Jesús sobre aquel cuerpo dolorido y enfermo. Es la mano de Jesús que viene a abrirnos caminos nuevos, unos caminos que con nuestros miedos pero también con la cerrazón de nuestro corazón habíamos ido cerrando.

Caminos que aún mantenemos cerrados en nuestra vida, tenemos que reconocerlo, cuando aún no ha terminado de prevalecer la solidaridad y el amor sobre esos miedos y complejos en los que vivimos, sobre esos aislamientos que creamos, sobre esas discriminaciones que hacemos.

Seguimos en un mundo cerrado, en el que solo nos miramos a nosotros mismos, en que queremos centrarlo todo en nuestro yo egoísta, en que con nuestros orgullos y vanidades vamos haciendo distinción entre los que son de los nuestros y los que no nos caen bien, en que aún seguimos con un corazón endurecido en la injusticia y manipulamos según sean nuestros intereses, ocultamos la verdad, favorecemos a los de nuestra onda y tan fácilmente olvidamos el sufrimiento de los demás cerrando los ojos para no ver el mundo de dolor que existe a nuestro lado; cuántas veces ni nos queremos enterar ni nos interesamos por el que está sufriendo al lado de la pared de nuestra casa.

Jesús viene a enseñarnos a salir de nosotros mismos, a abrir los ojos de nuestro corazón para poder palpar y sentir el sufrimiento de los demás, a enseñarnos a bajarnos de esos pedestales de vanidad en que nos hemos subido para caminar de forma sencilla al lado de los pobres y de los que sufren, a ser ejemplo para nosotros de esos gestos de cercanía, de amistad, de amor y fraternidad que hemos de ir poniendo como hitos en nuestro camino de encuentro con los otros.

Mirar de frente a este leproso que se ha acercado a Jesús y contemplar los gestos de humanidad y misericordia que Jesús tiene con El me ha enseñado hoy a abrir bien los ojos pero para ver con toda sinceridad mis propios gestos y mis posturas; quizás si no llego a tener ese gesto sencillo de cercanía al otro es por la postura que estoy manteniendo en  mi corazón; una oportunidad para un buen examen de mi vida, para que aquellos gestos que tenga o haya de tener con los demás sean de total sinceridad y autenticidad. No nos podemos quedar ni en apariencias ni en fotogénicas imágenes sino que tenemos que ir a lo que llevamos en lo hondo del corazón.

Por eso quiero terminar con una referencia a este día del amor y de la amistad que se celebra hoy en nuestra sociedad, cuidado nos quedemos en apariencias, en palabras bonitas que como una bonita nube pronto se la lleva el viento, en gestos que pronto olvidamos sino que haya autenticidad en nuestra amistad y en el amor que ofrecemos.