miércoles, 1 de diciembre de 2021

Ante Jesús venimos con nuestros pobres siete panes sin saber qué hacer pero si con disponibilidad para el encuentro y la escucha y poniendo generosidad en el corazón


 

Ante Jesús venimos con nuestros pobres siete panes sin saber qué hacer pero si con disponibilidad para el encuentro y la escucha y poniendo generosidad en el corazón

 Isaías 25, 6-10ª; Sal 22; Mateo 15, 29-37

¿Qué es lo que pasa ahí hay tanta gente? Quizás alguien pregunta cuando ve que mucha gente acude a una casa determinada o quizás a un salón que se ha habilitado al efecto. Es que vino un familiar que hacía años que emigró y a su venida los familiares y amigos han querido darle una sorpresa y se han reunido todos para una comida. Aquella comida era algo más que el tomar unos alimentos para satisfacer unas necesidades primarias como es la alimentación de nuestros cuerpos.

Algo más se está alimentando en aquel encuentro, porque es la alegría de los parientes que se reúnen, los amigos que se reencuentran, la sorpresa como señal de alegría y afecto que se quiere dar al familiar o amigo con quien tantos años no hemos podido convivir. Son muchas las cosas que se alimentan con un encuentro así. Es algo que hacemos bastante habitualmente sin que sea necesario algo extraordinario como lo que nos ha servido de base para el inicio de esta reflexión. Algo que tiene un significado hondo en el camino de la vida que vamos haciendo.

Nos puede valer esta imagen y comparación también para hablarnos del Reino de Dios que Jesús nos anuncia; en muchas ocasiones en el evangelio lo vemos comparándolo con un banquete, o aparecerá la imagen del banquete como culminación de lo que va a ser esa vida nueva que en Cristo vamos a encontrar. Son por una parte las parábolas que nos ofrece Jesús – banquete de bodas o banquete que prepara el padre para el pródigo a la vuelta -, o serán los signos que va realizando como el que hoy nos ofrece el evangelio, pero será el gran signo final de la Eucaristía donde Cristo mismo se nos dará en su Cuerpo y en su Sangre para que le comamos y nos alimentemos de El. Ya lo había anunciado el profeta tal como escuchamos hoy a Isaías en la primera lectura. ‘Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera…’

Hoy nos dice el evangelio que ‘Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él…’ Pero ya a continuación el evangelista nos dice que acudió mucha gente que quería escucharle, pero que le traía también a sus enfermos para que El los curase. Jesús siente compasión y los cura, pero Jesús ve algo más allá en aquella multitud hambrienta de su Palabra y de la salvación que El pueda ofrecerles que le sigue.

Por eso, como una imagen, como un signo de lo nuevo que Jesús quiere ofrecernos siente compasión porque aquella gente está sin comer desde hace días que le siguen. ‘No quiero despedirlos en ayunas para que no desfallezcan por el camino’, les dice Jesús a sus discípulos más cercanos que ya se andan preguntando ‘¿de dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?’

Pero Jesús quiere contar con ellos, con lo que son y con lo que tienen, con su nada y con su pobreza, con sus interrogantes y con sus búsquedas aunque ahora parezca que son solo búsquedas de lo material. ‘¿Cuántos panes tenéis?’ Vaya pregunta, si solo tienen siete panes y algunos peces. Para Jesús es suficiente que pongan a disposición aquello poco que son, aquello poco que tienen. El amor, se suele decir, hace milagros. Y si allí había amor, y no podemos dudar que en Jesús lo había que sentía compasión por aquella gente, el milagro se realizará.

¿Cuál sería el milagro más importante de aquella tarde? Normalmente decimos la multiplicación de los panes y de los peces, porque incluso llegó a sobrar. ¿Pero aquello no era signo de algo más? ¿Qué podía significar aquella comida que ahora si, casi de forma imprevista, tuvo toda aquella multitud aquella tarde en el descampado? Es lo que tiene que hacernos pensar. ¿Qué es lo que significa nuestro encuentro con Jesús y el escuchar la buena nueva de su evangelio? Esa comida y ese banquete que Jesús nos está ofreciendo ¿no será signo de algo más profundo que se tiene que realizar en nosotros, pero también en nosotros en relación con los demás?

Ante Jesús venimos con nuestros pobres siete panes sin saber que hacer porque quizá ni nosotros mismos tenemos claro en nuestro corazón lo que deseamos o lo que podemos hacer. Pero si venimos con esa disponibilidad para el encuentro y para la escucha, si venimos poniendo algo de generosidad en nuestro corazón, si venimos incluso reconocimiento nuestras limitaciones o esas enfermedades que están afectando a nuestro espíritu, en Jesús vamos a encontrar un banquete nuevo, una nueva comida, un nuevo sentido de vida, un nuevo camino que se va a abrir delante de nosotros. Dejemos actuar a Jesús con esos pocos panes de nuestra vida y veremos las maravillas de Dios.

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