miércoles, 3 de noviembre de 2021

No olvidemos el valor que la fe dará a nuestra vida llenándola de profundidad y haciendo cada vez más hermoso el amor que le tenemos a los demás

 


No olvidemos el valor que la fe dará a nuestra vida llenándola de profundidad y haciendo cada vez más hermoso el amor que le tenemos a los demás

Romanos 13, 8-10; Sal 111; Lucas 14, 25-33

‘Cada cosa en su sitio’, es una frase con lo que habitualmente queremos manifestar que es necesario un orden, para ‘poner las cosas en su sitio’, para darle importancia primaria a lo que verdaderamente lo tiene y sin mermar la importancia de las demás cosas cada cual tenga su sitio, su lugar propio; por eso solemos terminar esa frase diciendo y ‘un sitio para cada cosa’.

Como comprenderéis no estamos aquí dando lecciones de cómo ordenar nuestro cuarto, nuestra biblioteca, nuestros armarios o el cajón de las herramientas, por mencionar algunos sitios. Creo que entendemos que el sentido de lo que estamos diciendo va más allá de lo material y será algo que afecte a nuestra vida, a nuestros principios, a nuestros valores, o a aquello a lo que en verdad queremos dedicar nuestra vida.

Es en lo que Jesús quiere hoy hacernos reflexionar en el evangelio que se nos ha ofrecido. Y nos habla del que quiere construir una torre como del rey que con sus ejércitos quiere hacer frente a sus posibles enemigos. Pensar en lo que tengo, o mejor, pensar en lo que soy y cuando estoy hablando de lo que soy estoy hablando profundamente de esos valores que tengo en la vida, como estoy hablando de las cualidades que acompañan mi existencia con las posibilidades de crecimiento de mi mismo y de una maduración que me conduzca a mayor plenitud de vida.

Algunas veces no llegamos a saber lo que valemos; quizás vamos arrastrados por la inercia de la vida, de lo que va saliendo en cada momento y no hemos llegado a descubrir nuestras verdaderas posibilidades; quizá cuando tenemos que enfrentarnos a momentos difíciles y duros y nos damos cuenta de que tenemos que salir adelante es cuando llegamos a darnos cuenta de lo que hay en nosotros y hasta dónde podríamos llegar.

Precisamente cuando estaba preparando esta reflexión cayó en mis manos un pequeño video en el que se mostraba como un hombre que tenía su trabajo en una empresa y se consideraba ya seguro para la vida, de la noche a la mañana se quedó sin empleo; hundido no sabía qué hacer, pero accidentalmente viendo la actividad de otras personas como él, se dio cuenta de que podía emprender otras tareas, abrir otros caminos para su vida y con esfuerzo y tesón logró en pocos años levantarse del hundimiento que llegó a vivir para tener sus propias empresas logrando una vida más floreciente que la que tenía. La dificultad no le arredró, sino que le hizo pensar en sí mismo, en su capacidad para salir adelante y lo logró.


Dios quiere siempre abrir caminos delante de nosotros, aunque haya momentos en que parezca que pasamos por túneles oscuros; pero el afán de superación, el ser capaz incluso de renunciar a algo que nos parecía bueno por conseguir algo mejor nos hace abrirnos a nueva vida. Y de eso nos está hablando Jesús, cuando nos dice que tenemos que ser incluso capaces de negarnos a nosotros mismos, porque no es nuestro yo o nuestro capricho lo que tiene que prevalecer, hay algo más grande a lo que podemos aspirar. Significará cruz, sacrificio, esfuerzo, pero significará ir al encuentro con la vida, porque sabemos que detrás de la cruz viene siempre la resurrección.

Cada cosa en su sitio, comenzábamos hoy diciendo en nuestra reflexión. Y ¿qué lugar ocupa Dios en mi vida? ¿Qué valoración hago de mi fe? ¿De qué manera mi fe está iluminando mi vida para darle un nuevo sentido, el sentido de Cristo y entonces pueda decir que es una vida cristiana? Es lo que va a ser el motor de mi vida, es lo que dará profundidad a todo cuanto hacemos, es lo que hará que el amor que tengamos a nuestros seres queridos, pero también a cuanto nos rodean sea cada vez más hermoso.

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