lunes, 4 de octubre de 2021

Jesús es la gran pregunta que se nos hace en nuestro interior para encontrar el verdadero sentido de nuestra vida en el encuentro con el prójimo

 


Jesús es la gran pregunta que se nos hace en nuestro interior para encontrar el verdadero sentido de nuestra vida en el encuentro con el prójimo

Jonás 1,1–2,1.11; Sal.: Jon 2,3.4.5.8; Lucas 10,25-37

Hay gente a la que le gusta hacer preguntas. Y no está mal. Preguntas de curiosidad, preguntas porque queremos saber, preguntas de búsqueda porque son preguntas no ya sobre cosas que queramos conocer sino por algo más hondo del ser humano que nos hacen un planteamiento de la vida, pero también hay preguntas capciosas donde o queremos comprobar la sinceridad del que nos habla o estamos intentando ver en qué puede fallar, que nos puede decir que no sea – como se dice hoy – políticamente correcto porque se salga de lo que es habitual en nuestro entorno, o preguntas comprometidas. Es bueno preguntar. No solo hará pensar a quien va a darnos una respuesta, sino que el mismo que hace la pregunta ya ha llevado un proceso dentro de si mismo para plantear lo que va a preguntar.

En el evangelio vemos que la gente que acude a Jesús va con muchas preguntas y en todo sentido, podríamos decir. Hay quienes van buscando algo profundo – ‘Maestro, ¿Dónde vives?’ -, como quienes de una forma capciosa van a ver como pueden coger al maestro en algo; preguntas que les aclaren lo que no entienden – ‘explicanos la parábola’, le decían los propios discípulos al llegar a casa – o preguntas que en cierto modo van queriendo comprobar la sinceridad de la vida y de las propios palabras de Jesús; preguntas que les lleven a entender de verdad el reino de Dios anunciado por Jesús o preguntas que les den respuestas de caminos fáciles para encontrar la salvación.

Hoy es un maestro de la ley que viene preguntando qué es lo que hay que hacer para heredar la vida eterna. Jesús con una pedagogía asombrosa le hace que sea él mismo quien de la respuesta, ya que es maestro de la ley y le pregunta entonces qué es lo que dice la ley. Se entabla un diálogo interesante porque aquel maestro tendrá más preguntas que hacer y terminará preguntando quién es realmente mi prójimo, como para salvarse del atolladero donde se ve metido. Jesús propondrá la parábola y será entonces Jesús el que pregunte quién se portó verdaderamente como prójimo de todos aquellos personajes. A la respuesta del maestro de la ley Jesús le dirá, ‘pues vete y haz tú lo mismo’.

¿Serán esas las preguntas que nosotros nos hacemos? ¿Seguirán siendo esas las preguntas que se hace el hombre y la mujer de hoy en este mundo concreto en que vivimos? Quizá también nosotros seguimos preguntándonos quién es mi prójimo porque seguimos teniendo la mirada miope; nos quedamos en aquello de que soy amigo de mis amigos, nos quedamos en aquellos que son mis seres queridos siempre y cuando no me hayan hecho un desaire, nos quedamos con aquellos que nos caen bien, nos quedamos con aquellos a los que quizá le debemos un favor aunque con el tiempo fácilmente lo olvidamos, nos quedamos… ¿con quién? ¿Cuándo?

Claro en la parábola el sacerdote y el levita pasaron de largo porque no era de los de su grupo pero además tenían prisa porque habían de llegar temprano al templo; cuántas veces decimos que no tenemos tiempo, cuántas veces decimos que tenemos cosas que hacer, cuantas veces vamos con nuestras prisas y miramos para otro lado para no tener que detenernos, cuántas veces ni miramos a la cara a aquel que nos tiende la mano. 

Hoy en un reportaje de TV escuché las lamentaciones, vamos a decirlo así, de un hombre que había vivido muchos años tirado en la calle y comentaba que más que le dieran unas monedas o un bocadillo para comer lo que ansiaba es que alguien se detuviera a su lado y mirándole a los ojos le preguntara su nombre o le preguntara cómo estaba.

¿Quién es mi prójimo? Seguimos preguntándonos. Aquel samaritano que atravesaba el camino de Jerusalén a Jericó no era de aquel lugar, no conocía entonces al que estaba caído a la vera del camino, es más era considerado como un enemigo por la diferencias que había entre judíos y samaritanos, pero se detuvo, se bajó de su cabalgadura, se entretuvo con aquel hombre malherido curando sus heridas, lo cargó sobre su cabalgadura y lo llevó a la posada más próxima para que fuera bien atendido.

¿Quién se portó como prójimo de aquel hombre? preguntaba Jesús y su recomendación fue, ‘vete y haz tú lo mismo’. ¿Escucharemos de forma concreta estas palabras de Jesús? Creo que no son necesarios más comentarios.


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