sábado, 25 de septiembre de 2021

Queremos caminar con Jesús escuchando sus palabras; no tememos subir con El a Jerusalén aunque eso signifique meternos en el misterio de la pascua

 


Queremos caminar con Jesús escuchando sus palabras; no tememos subir con El a Jerusalén aunque eso signifique meternos en el misterio de la pascua

 Zacarías 2, 5-9. 14-15c; Sal.: Jr. 31,10-13; Lucas 9,43b-45

Hay cosas que no nos gusta escuchar. Como solemos decir no nos gusta que nos digan la verdad; que nos señalen claramente lo que estamos haciendo si es correcto o no, por ejemplo. Pero aparte de esas correcciones en las que nos puede faltar humildad para escucharlas, hay también muchas otras cosas que nos gusta escuchar.

Nos gusta en ocasiones la rutina de cada día, porque así hacemos menos esfuerzo, o bien nos acomodamos a unas situaciones en que las cosas nos parecen que marchan bien, pero cuando nos dicen que las cosas pueden cambiar, que lo que ahora nos parece tan claro se nos puede volver oscuro, o en ese camino que queremos hacer donde todo queremos que nos salga bien y parece que vamos triunfando cada día más, el que nos recuerden que somos frágiles y que nos pueden aparecer cosas en la vida que nos cambien esos triunfalismos por momentos más oscuros, no queremos escucharlo.

Nos cuesta afrontar la realidad de la vida en la que siempre no todo es tan brillante, o en la que como consecuencia de lo que hacemos, incluso del compromiso bueno que queremos ir realizando podemos encontrar oposición, desencuentros, o situaciones en las que parece que todo se nos va de las manos.

Cuando emprendemos un camino de compromiso aunque en principio nos puede parecer todo bonito y que vamos encontrando buenas respuestas, tenemos que ser conscientes de que el bien va a encontrar siempre oposición, porque aquello bueno y justo que nosotros emprendemos puede desestabilizar a otros que viven en sus rutinas o sus viejas costumbres y lo nuevo que nosotros ofrecemos quizá ya no les agradará tanto porque hará que muchas cosas cambien. Ese camino bueno que nosotros emprendemos tiene también sus cuestas bien empinadas que se llenan de dificultades y nos puede exigir quizá también grandes sacrificios para poderlo lograr. Y no podemos perder la paz en el corazón, y tenemos que afrontarlo todo con todas sus consecuencias, porque tenemos que sentirnos seguros de nuestras metas, de aquello que queremos alcanzar.

Hoy Jesús quiere dejárselo muy claro a los discípulos. Ya el evangelista comienza presentándonos un panorama bonito porque habla de la admiración general por lo que Jesús hacía. Eran muchos, es cierto, los que le aclamaban, los que iban en su búsqueda, los que se quedaban alabando a Dios al contemplar las cosas que Jesús hacía, sentían admiración por sus palabras y enseñanzas porque aparecía un mundo nuevo que les llenaba de esperanza.

Pero en medio de todo eso Jesús quiere aclarar bien las cosas con sus discípulos más cercanos, porque todo aquello puede cambiar. ‘Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres’. Aquellas palabras los descolocaban; si todo iba tan bien, cómo es que Jesús va a ser entregado en manos de los gentiles. No entendían aquellas palabras ni querían entenderlas. Les daba miedo incluso preguntarle, porque si Jesús estaba diciendo esto era por algo y no querían confirmaciones de algo que no les agradaba. Como nos pasa a nosotros tantas veces.

‘Les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido, y les daba miedo preguntarle sobre el asunto’. Hay también temores que se nos meten en el alma. No siempre terminamos de comprender toda la profundidad del evangelio, de las bienaventuranzas que Jesús nos propone, del camino de superación que cada día hemos de vivir y que por eso nos habla de tomar la cruz, de negarnos a nosotros mismos, de ser capaz de venderlo todo para tener un tesoro en el cielo. Nos resultan palabras muy bonitas, pero que no somos capaces de llevarlas a la realidad de la vida de cada día, de ponerlas en práctica, y seguimos edificando sobre arena en lugar de hacer sobre roca firme; queremos confiar más en nosotros mismos y en lo que por nosotros somos capaces de hacer que tener la disponibilidad del que va solo con un manto y con el bastón pero sin ningún tesoro en el bolsillo.

No tengamos miedo al evangelio y a las exigencias que va a comportar para nuestra vida, aunque en algún momento el camino se nos vuelva oscuro o nos exija sacrificios. Queremos caminar con Jesús y queremos escuchar sus palabras; queremos caminar con Jesús y no tememos subir con El a Jerusalén aunque eso signifique meternos en el misterio de la pascua.

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