martes, 17 de agosto de 2021

En las cosas del reino de Dios tenemos que comenzar a mirar todo con una nueva óptica para descubrir qué es lo que nos hace verdaderamente grandes

 


En las cosas del reino de Dios tenemos que comenzar a mirar todo con una nueva óptica para descubrir qué es lo que nos hace verdaderamente grandes

Jueces 6,11-24ª; Sal 84; Mateo 19, 23-30

Hemos de reconocer que es una lucha interior que todos sostenemos, aunque incluso muchas veces no seamos del todo conscientes de ella, entre el ser y el tener. Viene a definir nuestra vida, nuestros valores, los principios por los que nos guiamos, lo que realmente somos. Muchas veces hemos pasado gran parte de nuestra vida dejándonos arrastrar por ese afán de tener o de poseer que nos olvidamos del yo más íntimo y más profundo de la persona. Hemos quizás edificado nuestra vida como un edificio de cosas y no nos preocupamos tanto de lo que realmente somos. ¿Qué es lo importante para mí? ¿Dónde en verdad fundamento mi vida?

Desde este discernir con claridad cuál es lo importante en mi vida, lo que tengo o lo que soy, surge todo lo que hoy nos dice Jesús en el evangelio. La ocasión había partido de aquel joven que se había acercado a Jesús con buena voluntad para seguirle, pero cuando Jesús le quiso aclarar que no son las cosas lo que realmente hace a la persona, y que entonces a la hora de seguirle no importa lo que tengamos o no tengamos, cuando Jesús le pide que sea capaz de desprenderse de todo, aquel joven dio media vuelta y se marchó. Era muy rico.

Por eso afirma categóricamente Jesús lo difícil que es a los ricos entrar en el Reino de los cielos. No es el tener o no tener, nos viene a decir Jesús, sino sobre qué estamos fundamentando nuestra vida, dónde ponemos nuestros apoyos y seguridades, ¿en lo que tenemos? Cuando tengas como si no tuvieras porque para ti lo importante es lo que eres, entonces comenzarás a comprender lo que es el camino del Reino de Dios.

Cuantos nos encontramos en los caminos de la vida que van haciendo alarde de sus títulos, de sus categorías, de las escrituras de propiedad de sus posesiones. Vanidad y nada más que vanidad. Tú no eres la casa que tienes ni las joyas que poseas y de las que quieres alardear. Otras son las joyas que tenemos que buscar en esos valores que cultivamos en nuestro interior. Lo que tú eres es tu verdadera riqueza, la generosidad que haya en tu corazón, la rectitud con que vivamos tu vida, el compromiso que sientes por los demás, la misericordia que eres capaz de poner en tu corazón es lo que verdaderamente te hace grande.

Como medimos todo desde la óptica de lo material nos cuesta entender. Nos parece que no es posible vivir de otra manera. Y terminamos dependiendo de las cosas, de lo que tenemos, y no sabemos encontrar ni valorar la verdadera grandeza de la persona, los verdaderos valores. Hasta en el tema de alcanzar la salvación parece que tenemos que ir acumulando cosas, acumulando méritos; y hasta hacemos alarde de lo religiosos que somos, de los rosarios que hemos rezado y de las misas que he oído; y lo digo así, misas oídas, porque muchas veces pueden quedarse en eso y nada más.

Por eso escuchamos a los discípulos plantearle a Jesús que lo de salvarse es imposible, que si ellos lo han dejado todo para seguirle, y ya estarán pidiendo lugares de honor, como los dos que pidieron los primeros puestos. Y nos olvidamos el por qué de las cosas, el por qué seguimos a Jesús, lo que verdaderamente encontramos que nos llene por dentro cuando seguimos a Jesús. Porque no vamos buscando seguridades, ni certificados que nos garanticen nada. Por eso terminará diciéndonos Jesús que tenemos que ser capaces de hacernos los últimos. Entonces sí lo entenderíamos.

¿Cuál es el verdadero tesoro que quieres guardar en el cielo?

 

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