jueves, 26 de agosto de 2021

Despertemos en nosotros la esperanza y pensemos en la vida eterna y estemos vigilantes para el encuentro con el Señor

 


Despertemos en nosotros la esperanza y pensemos en la vida eterna y estemos vigilantes para el encuentro con el Señor

1Tesalonicenses 3, 7-13; Sal 89; Mateo 24, 42-51

Estar de vigilia, y nos pasamos la noche sin pegar ojo, no porque tuviéramos ninguna obligación, sino porque nos desvelamos y no había manera que nos entrara el sueño. Cuántas vueltas en la cama, pero cuántas cosas pasan por la cabeza, se repasa el día, se hacen proyectos, aparecen sombras de la vida, preocupaciones de problemas que tenemos o que imaginamos, pesadillas de cosas que no nos podemos quitar de la cabeza, pero seguimos dando vueltas. No es porque nosotros queramos pasárnoslo de vigilia, pero no nos queda más remedio.

Pero vigilia es estar esperando algo que llega, que puede venir a la hora que menos pensamos y allí estamos vigilantes a la espera. Es la persona que esperamos o el acontecimiento que sabemos va a suceder pero no sabemos cuando; En ocasiones se nos hacen largas y pesadas por la incertidumbre del momento, pero queremos actuar con responsabilidad por el valor de la persona o por la importancia de lo que va a suceder.

Vigilia es quedarse junto a la cama del familiar enfermo para vigilar su descanso y recuperación, para estar atento a lo que pudiera necesitar, o para consolar o calmar su dolor en sus momentos más difíciles; lo hacemos con amor y dedicación y estaremos atentos al más mínimo movimiento o al más mínimo gesto; no nos queremos dormir.

De vigilia está el centinela y bien saben los que han pasado por la vida militar la vigilancia y disciplina que hay que tener ante los posibles peligros, pero también por las exigencias de la disciplina de la vida militar; vigilantes son hoy los guardias de seguridad que nos encontramos en cualquier institución o para la vigilancia de grandes instalaciones o empresas, utilizando ya también los mejores medios técnicos para hacer más efectiva esa vigilancia.

Pero vigilancia es la responsabilidad de cada persona, para atender sus asuntos, para responder a sus responsabilidades, para realizar su trabajo, para el cuidado de su vida personal y familiar, para la atención de aquellos que están bajo su responsabilidad ya sea el ámbito familiar o ya sea el ámbito laboral, para cuidar de su entorno, para emprender todo cuanto sea necesario para hacer una sociedad mejor, para el desarrollo y crecimiento de sí mismo, de su persona, en el desarrollo de sus valores y cualidades. Es vigilancia, pero es responsabilidad, no es pensar solo en sí mismo, que también tiene que pensar en sí mismo con grande responsabilidad, sino en cuantos están en su entorno.

Parecía como que de broma comenzábamos a hablar de la vigilancia pero nos damos cuenta de que va mucho más allá de lo que quizá pensábamos en principio con cierta superficialidad; aún podríamos seguir ahondando mucho en muchos más aspectos. Y hemos comenzado hablando de esto por lo que nos decía Jesús en el evangelio. Un toque de atención para todo lo que sea nuestra fe y nuestra relación con el Señor, pero en el que no es ajena cualquier situación y cualquier aspecto de nuestra vida.

Nos dice Jesús ‘Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor’ y nos habla del dueño de casa que tiene que cuidarla, o del sirviente que está atento a la puerta para cuando llegue su señor, o del administrador que tiene que estar atento y vigilante para atender a todos cuantos están a su cuidado en la casa. Pero nos lo pone Jesús como ejemplo de la vigilancia en que hemos de vivir para nuestro encuentro con el Señor.

Viene el Señor a nuestra vida, de mil maneras y en mil momentos se nos puede manifestar y hacerse presente, no siempre sabemos discernir los signos con los que se hace presente el Señor junto a nosotros. Es necesaria esa atención y esa vigilancia, esa sensibilidad para ser capaz de detectar y sentir esa presencia del Señor. Demasiado enfrascados estamos en nuestras cosas materiales y perdemos la sensibilidad de lo espiritual; tenemos que saber elevarnos para no quedarnos simplemente a ras de tierra sino tener esa sintonía del cielo, esa sintonía espiritual para sentir y disfrutar de esa presencia del Espíritu del Señor en nuestra vida.

Cuando hemos venido hablando de esos diferentes aspectos de la vigilancia en la vida hemos venido al mismo tiempo detectando una serie de valores o cosas a tener en cuenta; hemos hablado de atención y de responsabilidad, hemos hablado de dedicación y de amor, hemos hablado de poner todo de nuestra parte para que nada no distraiga, y hemos hablado de una cierta sintonía bien necesaria. Esto significa que cuando estamos hablando desde este sentido de la fe y de lo espiritual hemos de cuidar también todos esos valores que nos ayudarían en esa vigilancia espiritual de la que hoy en especial nos habla Jesús.

Y tenemos que comenzar porque en nosotros haya esperanza, nosotros esperemos algo, nosotros nos confiemos en las palabras de Jesús y queramos salir a su encuentro o dejar que El venga a nuestro encuentro. Algunas veces parece que los cristianos hemos dejado de pensar en la vida eterna, nos hemos materializado tanto que nos quedamos solamente en estos terrenos y ya no pensamos en el cielo, hemos dejado de darle trascendencia a nuestra vida y dejado de pensar en el más allá.

Son aspectos de nuestra fe y de nuestra esperanza que necesitamos reavivar dejándonos impregnar por esa espiritualidad del evangelio.

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