viernes, 23 de julio de 2021

Ojalá el Espíritu del Señor nos despierte para que cultivemos el campo de nuestra viña con todo esmero, y nunca olvidemos la necesaria unión de los sarmientos con la vid

 


Ojalá el Espíritu del Señor nos despierte para que cultivemos el campo de nuestra viña con todo esmero, y nunca olvidemos la necesaria unión de los sarmientos con la vid

Gálatas 2, 19-20; Sal 33; Juan 15, 1-8

Confieso que para mí es un placer pasear en esta época por los campos que rodean la zona en la que vivo. Una zona agrícola predominantemente dedicada al cultivo de la viña que en esta época está en plena actividad. Podía decir que de alguna manera he seguido todo el ciclo de su cultivo desde la poda, el surgir llenos de vitalidad sus brotes y su crecimiento mientras se han ido formando los racimos prometedores ya de rica cosecha. Pero ahí he visto el cuidado de su cultivo, en este caso en régimen muy familiar y no de grandes producciones, con ese cuidado lleno de delicadeza y de constancia de los que la trabajan y siempre con la esperanza de poder obtener un día excelentes caldos que alegren el corazón del hombre. No en vano en la Escritura ha quedado escrito aquello de que el vino alegra el corazón del hombre.

Por eso cuando escucho un pasaje del evangelio como el que hoy se nos ofrece, para mí es un gozo el saborear esa Palabra del Señor tan rica en imágenes que plásticamente tengo ante mis ojos, pero que son de rica enseñanza para el camino de nuestra vida cristiana. Nos habla Jesús del sarmiento necesariamente unido a la cepa, a la vid, para que pueda dar fruto; nos habla de su Padre, el viñador que cuida de esa viña y que la poda en su momento para obtener las mejores plantas que nos puedan dar los mejores frutos.


Y necesariamente podemos recordar el recorrido de nuestra vida a la que también se nos pide unos frutos pero donde se nos exige que en verdad estemos unidos a la vid, estemos unidos a la vida porque hemos de estar bien enraizados en Cristo. Pero también en ese recorrido de la vida recordamos momentos duros por lo que hayamos podido pasar donde hemos tenido que arrancarnos de muchos sarmientos inútiles y dañinos que nos han crecido en la vida cuando no hemos sabido podar a tiempo, cuando no hemos sabido corregirnos en su momento para poder realizar ese crecimiento espiritual que en nuestra vida cristiana se nos exige.

Algunas veces esos momentos duros por los que hayamos pasado como que no queremos recordarlos, pero creo que bien presentes hemos de tenerlos porque son lecciones que hemos ido aprendiendo en la vida y que siempre hemos de tener en cuenta. Esa poda espiritual, esa purificación interior será algo que siempre tiene que estar presente en nuestra vida porque será la forma en que de verdad crezcamos como personas y como cristianos.

Recordar también, ¿por qué no? esos momentos de vacío espiritual por los que hemos pasado, en nuestra vida siempre hay debilidades, muchas veces no hemos sabido estar verdaderamente enraizados en Cristo y aunque queríamos ser buenos, queríamos trabajar quizá también mucho por los demás, confiamos demasiado en nosotros mismos, nos llenamos de autosuficiencia, abandonamos nuestra vida espiritual y como consecuencia nos habrán podido venir momentos de decaimiento espiritual o momentos en que realmente nos hemos enfriado. Cuando abandonamos el cultivo de la viña se nos van al garete nuestras cosechas y no podremos obtener los frutos que desearíamos de nuestros trabajos; así en nuestra vida espiritual.

Nos habrán podido suceder cosas que han sido como un toque de atención en la vida para que caigamos en la cuenta de donde estábamos pero también de donde tendríamos que estar, y pueden ser punto de arranque de una renovación de nuestra vida espiritual. Son los tiempos de la poda por los que todos en algún momento hemos tenido que pasar, esperando que ahora podamos de verdad llegar a dar buenos frutos.

Ojalá el Espíritu del Señor nos despierte para que cultivemos el campo de nuestra viña, de nuestra vida con todo esmero, y no olvidemos nunca la necesaria unión de los sarmientos con la vid, de nuestra vida en la vida de Cristo Jesús.

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