domingo, 13 de junio de 2021

No nos cansemos de sembrar y cada momento sea una señal del Reino de Dios que lo estamos plasmando en nuestra vida y reflejando en lo que hacemos por un mundo mejor

 


No nos cansemos de sembrar y cada momento sea una señal del Reino de Dios que lo estamos plasmando en nuestra vida y reflejando en lo que hacemos por un mundo mejor

Ezequiel 17, 22-24; Sal 91; 2Corintios 5, 6-10; Marcos 4, 26-34

Suelo saludar cada día a mis amigos de las redes sociales tratando de trasmitir optimismo y esperanza para el día que vivimos, pues pienso que es algo que necesitamos mucho frente a la tendencia de verlo todo oscuro, de tener una mirada pesimista, de sentirnos derrotados cada día antes incluso de comenzar la lucha. En el mensaje que trasmitía ayer un poco decía que sepamos encontrar aquello que ponga más luz en la vida en un mundo que se nos enturbia con las sombras. Una persona me comentaba, sin embargo, ‘cada día noto ese mundo más oscuro, pero seguiremos adelante con fe y esperanza’. Aunque sus palabras en principio resuman pesimismo, no deja de intentar al mismo tiempo la esperanza.

Yo a esa persona le respondería que a pesar de esas oscuridades de la maldad que observamos en tantos, tratemos de hacer luz para ver también las buenas semillas que se plantan y germinan y podríamos contemplar así muchas ráfagas de luz, muchas estrellas brillantes, muchas personas buenas en las que brillan los buenos gestos y las buenas actitudes. Creo que es lo que hoy nos quiere enseñar el evangelio y toda la Palabra de Dios que escuchamos en este domingo.

Nos habla de que ‘el Reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra’. Y aquí tendríamos que observar a ese agricultor o a ese sembrador que sabe tener la paciencia para dar tiempo a que esa semilla germine y brote en un nuevo tallo, en una nueva planta que a su tiempo dará su fruto. Creo que tenemos que saber tener esa paciencia y porque durante un tiempo veamos que parece que no brota nada en aquella tierra donde sembramos buena simiente, allá debajo de la tierra se está produciendo algo tan maravilloso como es la germinación; a su tiempo un día brotará la nueva planta.

Calladamente y en silencio quizá en muchos corazones se está produciendo esa transformación. Sabemos que no todos responderán, o que cada uno responderá a su tiempo, pero sepamos observar esos pequeños brotes de cosas buenas que van surgiendo en nuestro mundo, no nos confundamos, no esperamos que sea nuestra planta y a nuestra manera, tratemos de no arrasar antes de tiempo porque nos parezca que lo que está brotando no es exactamente lo que nosotros esperábamos y cómo nosotros lo esperábamos; sepamos valorar esos pequeños brotes porque de ellos podrán surgir muchas cosas hermosas. No son nuestras prisas ni nuestros orgullos los que harán surgir los mejores frutos.

El profeta nos hablaba de una pequeña y tierna ramita tomada del añoso cedro y que plantada allá en lo alto hará que brote una nueva y fuerte planta que también crecerá y se hará frondosa como para acoger a todas las aves del cielo o para permitirnos a nosotros acogernos a su sombra. Es lo pequeño lo que hará brotar a lo grande. Y así también tendríamos que saber ir por la vida, sembrando pequeñas semillas aunque nos parezcan insignificantes, algún día brotarán y podremos obtener fruto. Por eso Jesús en el evangelio nos habla también de la pequeñísima semilla de la mostaza, que nos puede parecer insignificante, pero que de ella brotará una hermosa planta.

Misteriosamente el Reino de Dios está presente en nuestro mundo; son muchas las semillas del reino que podríamos observar quizás hasta donde menos lo esperábamos; son muchas las buenas señales que se van dando en nuestro entorno en tantas corazones generosos y entregados, en tantas personas comprometidas con lo bueno y con la búsqueda de la justicia, en tantos esfuerzos por lograr un mundo en el que reino de la paz, y así en tantas cosas. Muchas veces nos sentimos confusos porque esas señales no aparecen donde nosotros habíamos pensado que se podrían dar, o en personas que nos pudieran parecer muy distantes de nuestra manera de pensar y de actuar. Son buenas semillas, dejémoslas fructificar.

¿Por qué vamos a arrasar esas buenas semillas porque no hayamos sido nosotros los que las hemos sembrado? Tenemos la tentación de que aquello bueno que puedan promover personas que no están en nuestro grupo o en nuestro entorno, ya no sirve, ya tenemos que quitarlo de en medio. Son demasiados los estilos que contemplamos en muchos dirigentes de nuestra sociedad y que nos contagian a nosotros también. Respetemos y valoremos lo bueno que hacen los demás y nunca destruyamos ni arrasemos la hermosa planta que pudiera surgir en cualquier lugar.

Y nosotros no nos cansemos de sembrar; en cada rincón del camino hemos de dejar una hermosa huella de nuestro paso porque vamos exhalando el perfume de nuestro amor y nuestras buenas obras; que a cada paso que demos, en cada encuentro que tengamos con los demás vayamos plantando una buena semilla porque tenemos la esperanza que un día ha de germinar y llegar a dar fruto, con cada palabra que pronunciemos vayamos despertando esperanza con la ilusión de un mundo nuevo, cada momento de nuestra vida sea una señal de que el Reino de Dios ha llegado y lo estamos plasmando en nuestra vida y reflejando en lo que hacemos para tener un mundo mejor.

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