sábado, 12 de junio de 2021

La sintonía de amor que nos enlaza con el corazón maternal e inmaculado de María será la nueva sintonía que transforme nuestro mundo cuando le hagamos entonar el cántico del amor

 


La sintonía de amor que nos enlaza con el corazón maternal e inmaculado de María será la nueva sintonía que transforme nuestro mundo cuando le hagamos entonar el cántico del amor

2Corintios 5, 14-21; Sal 102; Lucas 2, 41-51

¡Cuántas cosas caben en el corazón de una madre! El evangelio de hoy nos dice que ‘María, su madre, conservaba todo esto en su corazón’. Es lo que hacen todas las madres. Cuántos silencios quizá, pero cuántas miradas atentas con los oídos bien abiertos. Y no es la curiosidad, sino la sintonía de un corazón lleno de amor, que sabe estar siempre en conexión con aquellos a los que ama. Cuántas veces quizá rendidos de nuestros pesares nos atrevimos a ir a contarle y desahogar nuestro corazón y ella con pocas palabras y mucho silencio nos dice, ya lo sabía.

Por eso el evangelio nos repite ese aserto en varias ocasiones, ‘conservaba todo esto en su corazón’, cuando llegaron los pastores en Belén, cuando aparecieron los magos de Oriente, cuando Jesús se quedó en el templo. Si Lucas pudo contarnos tantas cosas quizá del nacimiento y de la infancia de Jesús, probablemente lo recibiría de María, ¿por qué no?,  ya que él nos dice que indagaba cuidadosamente sobre la vida de Jesús.

Y en esa sintonía de amor de María con Jesús la veremos luego aparecer puntualmente en distintos momentos del evangelio; la veremos en Caná atenta a las circunstancias de la boda y a la carencia del vino; la veremos aparecer en medio de la multitud que escuchaba a Jesús para intentar acercarse incluso con dificultad, pero allí será presentaba como la mejor discípula porque sabe escuchar y plantar en su corazón; la veremos en el camino del dolor en la calle de la amargura y al pie de la cruz porque una madre no puede faltar, por muy doloroso que sea, en momentos tan trascendentales del hijo aunque estén llenos de dramatismo y tragedia, para recibir y guardar en su corazón las últimas palabras y voluntad de su Hijo que depositaba en su corazón de madre la nueva comunidad que estaba naciendo. Así la veremos en comunión de Iglesia con los discípulos que esperaban la venida del Espíritu Santo como signo de que en aquella Iglesia que Jesús había depositado en su corazón estaría siempre como madre.

Hoy la Iglesia, tras haber celebrado ayer el amor de Cristo manifestado en su corazón, quiere fijarse en el corazón de la Madre para sentir esa influencia benéfica del amor. Hoy celebramos el corazón Inmaculado de María, sabiendo que en ese corazón estamos nosotros depositados como hijos y nunca nos va a faltar ese amor de madre.

Seamos capaces de entrar en esa sintonía de amor del corazón de María. Cuánto tenemos que aprender de su corazón. Que como ella plantemos la Palabra de Dios en nuestro corazón para que se haga vida y para que dé fruto. Que como ella sepamos estar siempre en sintonía abierta para que allí donde falta el amor seamos nosotros capaces de ponerlo con nuestros ojos atentos como los de María, con nuestros oídos abiertos, con nuestro corazón disponible.

Que allí donde aparezca el dolor sepamos nosotros estar como lo estuvo María al pie de la cruz de Jesús; seguro que si sabemos estar nuestro corazón se hará depósito de esos dolores y de esas angustias para vivir una auténtica solidaridad. No podemos dar la espalda a esos sufrimientos, con nuestro amor vamos a ayudar a convertirlos en redentores porque nuestros gestos de cercanía levanten las esperanzas de los caídos y sepan encontrar caminos que le den sentido a sus vidas.

Esa sintonía de amor que nos enlaza con el corazón maternal de María será la nueva sintonía que transforme nuestro mundo.

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