martes, 8 de junio de 2021

Con el sabor del evangelio ya nuestra vida no será insípida porque tiene el sabor de Cristo, ese sabor del que queremos impregnar también nuestro mundo

 


Con el sabor del evangelio ya nuestra vida no será insípida porque tiene el sabor de Cristo, ese sabor del que queremos impregnar también nuestro mundo

2Corintios 1, 18-22; Salmo 118; Mateo 5, 13-16

Esta comida no tiene sal, no tiene sabor, nos quejamos cuando nos presentan un alimento sin haberlo condimentado debidamente. No tiene sabor, no sabe a nada. Por prescripciones médicas en algunas circunstancias nos obligan a comer sin sal, y que difícil se hace; nos hemos acostumbrado al buen sabor que cuando nos falta, cuando la comida es insípida, no la pasamos.

Y hoy nos habla Jesús de la sal en el evangelio, y nos habla también de la luz. Y nos dice que nosotros tenemos que ser la sal de la tierra. Nos confía una misión, dar sabor al mundo. Y es que quien se ha encontrado con Cristo ha encontrado el sabor de su vida y la vida del cristiano no puede ser insípida.

Todos queremos encontrarle un sentido a la vida. ¿Por qué y para qué vivimos? ¿Qué hacemos en este mundo? ¿Qué es lo que podemos hacer de nuestra vida para encontrar un valor a lo que hacemos? Es como el norte de nuestra existencia, queremos encontrarlo porque queremos saber a dónde vamos y cómo podemos llegar. Y eso el cristiano lo encuentra en Cristo. Porque no somos cristianos simplemente porque admiremos la historia y recordemos a un personaje. Jesús es mucho más que un personaje de la historia; si nos ponemos a analizar mucho alguien podría preguntarse qué es lo que realmente hizo Jesús; aparentemente a la manera de concebir las cosas en las carreras locas de nuestro mundo, podría decirse incluso que fue un fracasado; siendo aún joven su vida se ve truncada y termina muriendo en una cruz como un malhechor.

Quienes miran los hechos así solo desde un lado humano y desde los logros que los triunfadores del mundo quieren conseguir, la vida de Jesús se vio truncada en una muerte violenta. Ni fue un general victorioso al frente de unos ejércitos, ni un caudillo que se llevara las masas detrás de él para crear una revolución, ni nada importante según los parámetros con que se miden los triunfos en este mundo.

Claro que para quien pone su fe y su esperanza en Jesús en la vida de Jesús ve mucho más allá de esas maneras humanas de ver las cosas. Ahí está su palabra y ahí está el sentido de su vida, con lo que incluso su muerte adquiere un sentido y un valor. No era una revolución de las masas lo que Jesús quería realizar ni buscaba ejércitos victoriosos con los que ganar batallas.

Era otro el estilo y el sentido de Jesús. Y su palabra y los signos que iba realizando despertaban de verdad las esperanzas de un mundo nuevo. Y efectivamente a partir de su muerte comenzó a surgir algo nuevo, porque El seguía vivo, seguía presente con la fuerza de su Espíritu en medio de aquellos que creían en El. Su vida no se acabó en una muerte en una cruz, porque el salió del sepulcro y lo proclamamos resucitado de entre los muertos. Y Jesús sigue vivo en medio de nosotros. Y ese Reino nuevo que El anunciaba comenzó a realizarse en aquellos que creían en El, y la vida de todos imitando su vida comenzó a adquirir un nuevo sentido y un nuevo valor. En Cristo se encontraba un nuevo sabor.

Algo nuevo comenzó con Jesús y su Espíritu impregna de verdad el corazón de los fieles, de los que creen en El. Con El encontramos ese nuevo sentido, ese nuevo valor para nuestra existencia encontrando respuesta para todas esas hondas preguntas sobre el sentido de la vida. Una vida desde el amor como fue la vida y la muerte de Jesús es lo que ahora nos da sentido y sabor a nosotros. Por eso decimos que el evangelio es sal del mundo, y que los que queremos vivir el Evangelio de Jesús nos convertimos también en sal y en luz para nuestro mundo. Ya nuestra vida no será insípida porque tiene el sabor de Cristo, ese sabor del que queremos impregnar también nuestro mundo. ¿No estará nuestro mundo esperando encontrar ese nuevo sabor?

Es lo que Jesús nos está pidiendo, lo que con el evangelio de hoy nos está ayudando a descubrir; es el sabor nuevo que le damos a nuestra vida pero que queremos darle también a nuestro mundo.

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