domingo, 2 de mayo de 2021

Tenemos que despertar, buscar con intensidad lo que haga que nuestra fe y vida cristiana esté enraizada en Jesús y en el evangelio, tener la creatividad del Espíritu del Amor

 


Tenemos que despertar, buscar con intensidad lo que haga que nuestra fe y vida cristiana esté enraizada en Jesús y en el evangelio, tener la creatividad del Espíritu del Amor

Hechos de los Apóstoles 9, 26-31; Sal. 21; 1Juan 3, 18-24; Juan 15, 1-8

Tengo un amigo que trabaja en la agricultura, en concreto, en la recolección de la fruta, pero hay ocasiones en que me dice que al día siguiente lo envían a otra cosa, lo envían a la poda o lo envían a quitar chupones; para que se pueda tener buena fruta es necesario cuidar debidamente la planta, el árbol o lo que sea de lo que recogemos la fruta, por eso cada año se necesita la poda, como también cada cierto tiempo se cortan o arrancan los chupones que son esos ramajes que muchas veces surgen pero que no dan ningún fruto y lo que hacen es chuparle la vida al árbol.

Aparte de yo ser también hijo de agricultores y vivir en un lugar donde se cultiva intensamente la vid, me vino también la imagen del trabajo de este amigo que he mencionado al escuchar hoy el evangelio. De eso nos habla Jesús como una imagen de gran riqueza para nuestra vida cristiana.

Hemos de reconocer que en muchas ocasiones nuestra vida cristiana es mediocre, no se ven los frutos que tendrían que resplandecer. Un poco nos contentamos, como solemos decir, en lo de siempre – siempre se ha hecho así, decimos para contentarnos – y la vida que contemplamos muchas veces en nuestras comunidades es lánguida, pobre, amorfa, donde falta valentía para hacer un anuncio claro del evangelio, para lanzarnos a algo más y desear poder llegar a los más lejanos, o nos cargamos de rutinas y tibiezas en las que no brilla lo suficiente el compromiso por un auténtico amor.

De muchos sarmientos inútiles que como chupones estamos rodeados o tenemos en nuestra propia vida; nos vamos consumiendo en hacer lo de siempre pero nos faltan iniciativas, riesgo para lanzarnos en la búsqueda de algo nuevo para vivir con intensidad el evangelio y para poder mejor hacerlo llegar a todos; nuestros templos se nos vacían, nos faltan elementos jóvenes y con ardor en nuestras comunidades que manifiesten la energía de nuestra fe y la energía que tendría que brillar en nuestra comunidad; algo nos está fallando que no trasmitimos el evangelio a los demás, no contagiamos de nuestra fe a los que nos rodean.

Es esa tibieza espiritual en la que vivimos porque nos falta poner en práctica esto que hoy nos señala Jesús en el evangelio. Tener fe en Jesús no es solo cuestión de tener unas ideas que mantenemos como tradiciones en nuestra vida sino que es necesario que en verdad estemos bien enraizados en Jesús. El hoy nos está repitiendo que sin El nada somos ni nada podemos hacer. Como el sarmiento que no está unido, enraizado en la cepa para que tenga la misma savia, la misma vida.

Pero también Jesús nos habla de la poda que es necesario realizar para quitar aquellos sarmientos que no dan fruto, pero Jesús aun más nos dice que a los que dan fruto el viñador los poda para que den mejores frutos. Y es donde tenemos que mirar con sinceridad nuestra vida. Muchas cosas hemos dejado apegar a nuestro corazón y que se convierten en rémoras en nuestro caminar, porque son un peso muerto, porque no nos dejan avanzar, porque nos van arrastrando y casi empujándonos hacia atrás. Como esos chupones, como esos sarmientos inservibles.

Y aquí tendríamos que revisar actitudes pasivas y negativas que hemos ido dejando introducir en nuestra vida que se convierten en rutinas, que nos llevan a esas posturas de tibieza, que nos llenan de miedos y cobardías, que nos van quitando esa capacidad de iniciativa y esa creatividad que tendría que haber en un corazón lleno de amor.

Son las cojeras de la vida cristiana con que andamos en nuestras comunidades que se han dedicado más a conservar que a abrirse a la iniciativa y creatividad para llegar a nuestros campos, para realizar cosas nuevas, para intensificar todo lo que significa el compromiso de nuestro amor. Nos encontramos así comunidades empobrecidas y envejecidas que no es cuestión solo de años o de la edad que tengamos, comunidades demasiado ritualistas quizás y por otra parte muy rutinarias en sus costumbres y tradiciones, comunidades a las que les falta vida.

Tenemos que despertar, tenemos que volver a la fuente, tenemos que buscar con intensidad lo que haga que nuestra fe y en consecuencia nuestra vida cristiana esté verdaderamente enraizada en Jesús y en el evangelio, tenemos que despertar de nuevo la esperanza y la ilusión en el trabajo pastoral, tenemos que abrirnos a esa creatividad que nos da el Espíritu del Amor. Para eso tenemos que estar muy unidos a Jesús porque sin El nada somos ni nada podremos hacer.

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