lunes, 31 de mayo de 2021

Las prisas del amor lleno de mil gestos de delicadeza para ir al encuentro con los demás con la certeza de que en ese amor está presente Dios

 


Las prisas del amor lleno de mil gestos de delicadeza para ir al encuentro con los demás con la certeza de que en ese amor está presente Dios

 Romanos 12, 9-16b; Sal.: Is. 12, 2-3. 4bcd. 5-6; Lucas 1, 39-56

El amor siempre tiene prisa pero está hecho de infinitos gestos y detalles de delicadeza. Quien ama de veras no va de pasivo por la vida; quien ama de veras no espera que otro empiece sino que buscará siempre la manera de ser el primero en servir. Pero la prisa en el amor no le hace descuidado sino delicado, buscando los mil detalles en los que puede servir.

Hoy ha comenzado el evangelio diciéndonos que ‘María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel’. No se puso a pensar en las distancias, que largo era el camino de Nazaret hasta las montañas de Judá; no se puso a pensar en si misma, en cuyo cuerpo comenzaba a gestarse el hijo de Dios que en ella se encarnaba; no se puso a pensar en las consecuencias que aquella marcha tan precipitada podía tener para sus relaciones con José con quien estaba prometida. La llamó el amor y se puso en camino de prisa. Sintió el impulso del amor y allí estaba ella para servir a su prima Isabel que también esperaba un hijo siendo ya muy mayor.

En este último día de Mayo, en un mes mariano por excelencia en la devoción del pueblo cristiano, la liturgia nos invita a contemplar la visita de María a su prima Isabel. Muchas pueden ser las cosas objeto de nuestro comentario, en los saludos de ambas mujeres, en la reacción de Juan en el seno de Isabel al escuchar el saludo de María, en las alabanzas de Isabel a la fe de María o en el cántico de alabanza y acción de gracias en que María prorrumpe inspirada por el Espíritu. En muchas ocasiones hemos comentado este texto del evangelio y nos hemos hecho muchas reflexiones.

Yo quería fijarme en las prisas del amor, como ya hemos comenzado comentando. ‘María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña’, resaltamos. Nos cuesta levantarnos, nos cuesta reaccionar en tantas ocasiones. Le damos vueltas y vueltas a la respuesta que tendríamos que dar ante las situaciones que se nos presentan y pensamos primero en nosotros mismos o en nuestras cosas y sopesamos excesivamente las consecuencias que nuestros actos podrían acarrearnos. Pero el amor, si es verdadero, tiene prisa siempre por manifestarse.

La primera lectura de la carta de san Pablo nos da unas pistas concretas para que se manifieste la autenticidad de nuestro amor. Ni hacemos las cosas por vanidad ni las hacemos como un fingimiento para aparentar; será siempre algo que salga de lo más profundo del corazón, ponemos corazón en lo que hacemos, ponemos toda nuestra ternura y nuestra delicadeza; por eso el amor no humilla ni al que ama ni al que es amado, porque quien ama sabe ponerse delicadamente a la altura de aquel a quien sirve y sabrá hacerle sentir el gozo de la valoración que hacemos siempre de la persona, de toda persona.

El amor llena de alegría a aquel que ama lo mismo que al que se siente amado; el amor es paciente pero sabe también encontrar el momento oportuno pero dándose prisa por servir con nuestro amor a quien se encuentra en la necesidad; el amor verdadero abre las puertas de los corazones porque primero que nada hemos sabido poner en nuestro corazón a aquel a quien vamos a servir y quien se siente amado al verse enaltecido se siente también movido a la generosidad. El amor verdadero elimina barreras y distancias porque quien ama se sabe poner al lado del amado tendiendo los puentes del amor y de la ternura. El amor se hace delicadeza porque nuestra preocupación no es de dar cosas sino que principalmente nos damos a nosotros mismos.

Hoy lo contemplamos en María en la visita que hace a la casa de su prima Isabel. Es la María que veremos en otro lugar del evangelio con los ojos atentos para descubrir donde hay una necesidad o un problema como lo hizo en las bodas de Caná de Galilea. Hoy nosotros como María queremos tener también esa misma prisa del amor, sabiendo además que con nuestro amor estamos llevando como María a Dios con nosotros pero reconociendo también que en aquel a quien vamos a amar nos vamos a encontrar a Dios.

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