sábado, 17 de abril de 2021

Imagen de nuestro tiempo en que nos vemos haciendo esta travesía en medio del mar de nuestro mundo en que algunas veces nos parece no sentir la presencia del Señor

 


Imagen de nuestro tiempo en que nos vemos haciendo esta travesía en medio del mar de nuestro mundo en que algunas veces nos parece no sentir la presencia del Señor

 Hechos de los apóstoles 6, 1-7; Sal 32; Juan 6, 16-21

Hermoso texto del evangelio para este tiempo pascual en que estamos, pero para este tiempo post-pascual, que podríamos decir, que es el tiempo de la Iglesia. Después del episodio de la multiplicación de los panes y de los peces allá en el descampado, cuando la gente quiere hacer rey a Jesús – una reacción de gratitud o interesada puesto que les había dado gratis de comer hasta saciarse – Jesús se retira solo a la montaña y los discípulos embarcar para ir a la otra orilla del lago.

El evangelio de Juan es escueto en detalles, solo nos dice que Jesús no iba con ellos, llevaban ya mucho tiempo en la barca y la barca no avanzaba. Era de noche, sopla un viento fuerte y Jesús no está allí. ¿Recordarían aquel otro momento en que medio de una tempestad Jesús si estaba, aunque dormido a popa, pero al final lo despertaron y amainó la tormenta? ¿Recordarían otros momentos en que Jesús estando con ellos en la barca les invitó a echar de nuevo las redes para pescar aunque la noche anterior no habían cogido nada pero luego se multiplicaban los peces hasta necesitar pedir ayuda? Iban solos en la barca o eso les parecía a ellos.

Como sucedería cuando el tiempo de la Pascua, se habían quedado solos, porque a Jesús lo habían prendido y condenado a muerte, y aunque les decían que había resucitado no siempre lo veían con ellos; desalentados también algunos querían marcharse a sus casas y el final se habían venido a Galilea y se habían ido también a pescar.

Pero, ¿no será también imagen de nuestro tiempo – que antes llamábamos post-pascual o el tiempo de la Iglesia – en que nos vemos haciendo esta travesía por el mar de la vida, en medio del mar de nuestro mundo pero algunas veces nos parece no sentir la presencia del Señor?

Vientos en contra no nos faltan, tempestades de todo tipo aparecen en cualquier momento, la tarea de hacer el camino de la Iglesia no siempre nos es fácil, los mismos cristianos perdemos el aliento y algunas veces parece que venimos de vuelta y ya no creemos en nada.

Es un mundo revuelto en el que vivimos, un mundo variado, un mundo en el que encontramos resistencias, pero también muchas veces es complicada y conflictiva la vida de la Iglesia porque no siempre sabemos contar la presencia del Espíritu del Señor que Jesús nos prometió y está con nosotros. Nos vemos como los discípulos en la barca, que parece que el Señor no está con nosotros en esta travesía que estamos haciendo.

El Señor entonces estaba con ellos aunque no lo vieran, o aunque lo confundieran con un fantasma cuando les salió al paso en la travesía del lago. Estaban embarcados en aquella tarea y aunque remaban y remaban y no parecía que avanzaran el Señor apareció en medio de ellos y pudieron llegar pronto al ansiado puerto.

Tenemos que correr de delante de nuestros ojos esos velos que nos ciegan y nos impiden ver y reconocer la presencia del Señor. velos que nos ciegan que muchas veces parten de nuestra propia autosuficiencia para creernos que nos lo sabemos hacer solos y no saber poner nuestra confianza en el Señor que aunque los tiempos o los momentos nos parezcan malos con nosotros está el Señor.

Seguro que si así ponemos toda nuestra confianza en el Señor ante nosotros se van a abrir nuevos caminos, nuevas posibilidades y también ¿por qué no? nuevas tareas. Hoy la primera lectura nos ha hablado de un momento en que la primitiva iglesia se vio envuelta en un problema donde era necesario encontrar una solución.  No se estaba atendiendo debidamente a los huérfanos y a las viudas porque los apóstoles no podían llegar a todo. Tomaron la decisión de elegir aquellos siete diáconos para el servicio y la atención de aquellas necesidades, mientras los apóstoles podían dedicarse con mayor intensidad a su tarea, la oración y la predicación de la Palabra.

Una pauta para nosotros. No podemos llegar al servicio total y pleno sobre todo a los necesitados si antes no nos sentimos fortalecidos en la oración y la Palabra de Dios. No es el trabajo por el trabajo, el servicio por el servicio si perdemos el contacto con el que es la fuente de nuestra vida y de nuestra entrega.

Queremos llevar a Jesús en la barca de nuestra travesía pero porque queremos contar con El, porque queremos vivir unidos a El – y para eso necesitamos de la oración – y que El ilumine nuestro corazón llenándonos de la fuerza de su Espíritu. Tenemos que cultivar más nuestra espiritualidad, o lo que es lo mismo, nuestra unión con El llenándonos de su Espíritu. Es el crecimiento de la vida de la gracia de Dios en nosotros.

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