sábado, 9 de enero de 2021

Momentos de soledad que pasamos en ocasiones con el viento de cara en la vida, dificultades y contratiempos, sin saber como salir de la situación y Jesús que viene a nuestro encuentro

 


Momentos de soledad que pasamos en ocasiones con el viento de cara en la vida, dificultades y contratiempos, sin saber como salir de la situación y Jesús que viene a nuestro encuentro

1Juan 4, 11-18; Sal 71; Marcos 6, 45-52

En la vida nos acostumbramos a que la vida vaya marchando con toda normalidad, sin tener mayores problemas sino las cosas de cada día, que las cosas nos vayan saliendo más o menos sin complicaciones que cuando nos surge una dificultad mayor parece que el mundo se nos viene encima, perdemos el  humor y hasta parece que las ganas de vivir, fruncimos nuestro ceño, nos ponemos adustos y parece como que perdiéramos la alegría de estar con los demás, incluso con los más amigos.

Algunas veces no somos sensibles para darnos cuenta de lo que les puede pasar a los que están a nuestro lado, pero muchos dramas podríamos encontrar en esas personas a las que de un momento a otro se le acumulan los problemas. Todos necesitaríamos un poco más de sensibilidad para darnos cuenta de esos sufrimientos que pueden estar pasando muchos a nuestro lado.

¿Qué hacer? ¿Cómo encontrar fuerzas? ¿Dónde encontrar recursos que nos levanten el espíritu? Quizás necesitamos hacer alguna parada en la vida, en esa carrera loca en la que vivimos, para encontrar esa serenidad del espíritu que tanto necesitamos. Descubrir donde está nuestra fortaleza y que no estamos tan solos en esas situaciones.

Habían pasado un día los discípulos con gratas y sorprendentes experiencias al lado de Jesús sobre todo en lo que había sucedido en aquella tarde cuando le dio de comer a toda aquella multitud que en torno a El se había reunido. Pero Jesús les había insistido en que tomaran la barca y marcharan a la otra orilla y en estas estaban esa noche intentando atravesar el lago. Intentando, porque aparecían las dificultades a las que quizá como pescadores de aquel lago tendrían que estar acostumbrados. Pero aquel viento en contra que se les había levantado impidiendo avanzar la barca era algo que no les gustaba y comenzaba a preocuparles. Jesús se había querido quedar en la orilla y ahora no estaba con ellos, cuando su presencia tanto les reconfortaba.

Serán esos momentos de soledad que pasamos en ocasiones con el viento de cara en la vida. Dificultades, problemas, contratiempos, soledades y no saber como salir de la situación, como arrancar y caminar hacia delante, cuando parece que todo lo que hace es retroceder. Nos parece que nadie nos auxilia. Nos sentimos acaso abandonados de Dios. Es el grito doloroso que algunas veces surge en nuestro interior y que nos llena de dudas. Y cuando ya vamos con una actitud pasiva simplemente arrastrándonos porque parece que hasta hemos perdido la última ilusión más oscuros se nos vuelven los caminos de la vida.

Jesús se había quedado solo en la montaña, pero como solía hacer tantas veces, era una soledad para encontrarse con el Padre, era un momento de oración. Jesús no se desentendía de los que abajo en el lago iban remando a la contra y sabía bien de las dificultades que ya no eran solo los contratiempos de la meteorología lo que tenían sino que habían comenzado a aparecer dudas en sus corazones.

Y Jesús va a su encuentro. Jesús viene a su encuentro y no lo saben ver. Jesús camina sobre las aguas y ellos creen ver un fantasma. ¿Les faltaba visión? ¿Les faltaba una visión de fe en la dificultad por la que iban pasando? ¿No es un poco lo que a nosotros nos pasa en esas situaciones difíciles, en esas noches oscuras de la vida?

‘No temáis, soy yo’, les dice Jesús. Y reconocerían su voz y reconocerían su figura, y eran entonces conscientes de que Jesús estaba con ellos aunque les pareciese lo contrario, y la barca comenzó a avanzar con toda normalidad, y las fuerzas del viento contrario cesaron. Es lo que necesitamos nosotros, pero para ello abramos los ojos de la fe, porque será la manera de que llegue la luz a nosotros, entre la luz en nuestra alma. Jesús está con nosotros y es nuestra luz.

Pero si antes hablamos de la necesidad de nuestra sensibilidad ante lo que sucede en nuestro entorno, pensemos que como Jesús sobre el agua de esas dificultades tendremos que caminar para ir al encuentro de nuestros hermanos que sufren y ser esos signos de Jesús en sus vidas que tanto necesitan. Nuestro amor y nuestra preocupación por los demás han de convertirse en luz para esos corazones que en el fondo están necesitando encontrarse con Jesús y a través nuestro pueden lograrlo.

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