martes, 1 de diciembre de 2020

Mantengamos firme nuestra esperanza y confianza en el Señor y podremos dar señales de ese mundo nuevo del Reino de Dios porque actuamos con la fuerza del Espíritu del Señor

 


Mantengamos firme nuestra esperanza y confianza en el Señor y podremos dar señales de ese mundo nuevo  del Reino de Dios porque actuamos con la fuerza del Espíritu del Señor

Isaías 11, 1-10; Sal 71; Lucas 10, 21-24

Estamos en un tiempo nuevo. Lo iniciamos el domingo, el Adviento con todo el amplio sentido de esperanza que contiene, aunque ayer hicimos un alto al celebrar la fiesta de san Andrés. Pero seguimos impregnándonos de su sentido.

Nos habla el profeta de un nuevo que surgirá de una raíz y de un tronco que parece reseco y que no podría brotar. Pero así son las maravillas de Dios, lo que nos parece imposible Dios lo puede realizar. Para Dios nada hay imposible le dirá el ángel a María cuando le anuncia que va a concebir un hijo, que será el Hijo del Altísimo, y cuando le anuncia que la anciana Isabel ha concebido un hijo y ya está de seis meses. Para Dios nada hay imposible.

Las imágenes que acompañan la profecía de Isaías que hoy hemos escuchado de ello nos están hablando también. Ese renuevo sobre el que reposa el Espíritu del Señor lo hará todo posible. Nos está hablando de tiempos nuevos en que todo ha de cambiar y nos propone imágenes que nos pueden parecer idílicas donde los animales salvajes no hacen daño sino que se apacientan junto a los animales domésticos por un niño que los pastorea a todos. Parece algo imposible, pero son los tiempos nuevos, los tiempos del Señor.

No nos quedamos en la literalidad de las imágenes sino en lo que estas imágenes significan de esos tiempos nuevos donde brillará la paz y la justicia, donde todo va a ser renovado y la esperanza volverá a florecer en el corazón de los hombres trabajando todos por una misma paz. ¿Será eso posible cuando vemos la realidad de nuestro mundo tan lleno de enfrentamientos, de malos entendimientos, de corazones llenos de maldad y de odio que parece que nunca saben respetar, de nuevas dictaduras no ya impuestas quizás desde la fuerza de las armas pero si de tantas manipulaciones que confunden, desorientan y terminan por llevarnos por esos caminos de división y enfrentamiento?

Sí, es dura la realidad de lo que vivimos con tanta manipulación y querer cada uno llevarse el agua a su molino para imponer sus ideas sin el mínimo respeto a los derechos y opiniones de los demás. Mucha confusión nos encontramos alrededor nuestro en todos los sentidos cuando pretenden tantos hacernos comulgar con ruedas de molino de sus ideas, de lo que ellos llaman libertad pero que es solo la imposición de su manera de pensar. ¿Podemos hacer que este mundo nuestro cambie?


Si no tuviéramos esperanza nos veríamos abocados a la desesperación y a la angustia. Pero tenemos la esperanza que de verdad podemos hacer un mundo nuevo y mejor. Hemos de saber tener paciencia porque la tarea no es fácil, pero tenemos la certeza de quien está con nosotros y que no nos falta la fuerza del Espíritu del Señor. Como decía el profeta de ese vástago que va a surgir ‘sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor…La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas’.

Quizá quienes nos escuchen no nos entenderán y nos podrán decir que son imaginaciones ilusorias que podemos tener en nuestra cabeza. Que no nosotros no entendemos lo que son los derroteros de nuestro mundo. No temamos ni cejemos en nuestras esperanzas y nuestra confianza en el Señor. Sabemos que solo con espíritu humilde, con corazón sencillo podemos comprender los misterios del amor de Dios. Es lo que nos señala Jesús hoy en el evangelio en su acción de gracias al Padre cuando regresan los discípulos de la misión que Jesús les había encomendado y vienen entusiasmados porque como decían hasta los espíritus inmundos se les sometían.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien’, es la oración de acción de gracias de Jesús lleno del Espíritu Santo como nos dice el evangelista. No temamos ser esos pequeños y al parecer poco entendidos porque a nosotros sí se nos manifiesta el Señor allá en lo hondo del corazón.

Mantengamos firme nuestra esperanza y nuestra confianza en el Señor y podremos dar señales de ese mundo nuevo que queremos construir. Para Dios nada hay imposible y nosotros actuamos con la fuerza del Espíritu del Señor.

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