Hoy
sabréis que viene el Señor y mañana contemplareis su gloria
‘Hoy sabréis que viene el Señor y
mañana contemplareis su gloria’. Es
una antífona que nos ofrece la liturgia de las horas en la mañana de este 24 de
diciembre. Estamos en las vísperas de la Navidad, aunque ya en la tarde-noche
comenzaremos las celebraciones del Nacimiento del Señor. Pero he querido
recoger como inicio de esta reflexión esta antífona de la liturgia porque nos
expresa bien los sentimientos de esperanza que anidan en nuestro corazón en la
preparación del día grande de la navidad. Está cerca ya el día en que
contemplaremos la gloria del Señor en el nacimiento de Jesús, tenemos la
certeza de la esperanza y con ello nuestro espíritu se prepara.
Hoy sin embargo es un día en que por
todos lados andamos ajetreados en los preparativos de las fiestas de la
Navidad. Muchas veces no tenemos la calma de preparar lo que verdaderamente es
importante, que nos preparemos nosotros. No es preparación de cosas, que es la fácil
tendencia y tentación. En otros momentos de la vida de la Iglesia era un día de
vigilia, un día que tenia también un cierto tinte penitencial de manera que
obligaba incluso la abstinencia como preparación espiritual a este momento del
nacimiento del Señor.
Hoy en nuestra sociedad se ha impuesto
un estilo distinto y se ha llegado incluso a perder el verdadero sentido de la
navidad. Felices fiestas dicen muchos evitando incluso la palabra navidad a la
hora de felicitarnos, lo que viene diciéndonos como es a Jesús al menos que
tenemos en cuenta a la hora de nuestra celebración. Recuerdo en una ocasión
comentando con alguna familia que incluso se tenia a sí misma como muy
religiosa y cristiana si ellos no iban a la Misa de Nochebuena, y me decían que
como se iban a levantar de la mesa y de la fiesta cuando estaban allí todos
reunidos para irse a la Iglesia a la celebración de la Misa del Gallo. Una
navidad que se quedaba solamente en una fiesta y en un encuentro familiar por
muy hermoso que sea y que había perdido todo su sentido religioso.
Este año, es cierto, las circunstancias
sanitarias que vivimos con todas las restricciones que se nos han impuesto nos
hacen vivirlo de una forma distinta y ya la celebración no la podemos tener en
la hora habitual. Es cierto que también se van a ver limitados esos encuentros
familiares y quizá pueda ser una oportunidad para detenerse a pensar un poco en
lo que es el verdadero centro de nuestra fiesta navideña y ojalá seamos capaces
de encontrar ese momento en ese grupo reducido de familia que va a reunirse para
acudir al evangelio, para detenernos a leer el relato del nacimiento de Jesús,
para hacer una verdadera oración de acción de gracias por el amor que Dios nos
tiene que nos ha entregado a su Hijo cuyo nacimiento es lo que verdaderamente
celebramos.
Me atrevo a ofreceros un himno de la
liturgia que muchas veces se ha rezado en la Iglesia en estos días, y que nos
sirva de oración en esta mañana víspera del nacimiento del Señor pidiendo que
en verdad venga a nosotros, venga a nuestra vida, venga y llene de luz nuestro
mundo.
¡Cielos, lloved vuestra justicia!
¡Ábrete, tierra!
¡Haz germinar al Salvador!
Oh Señor, Pastor de la casa de Israel,
que conduces a tu pueblo,
ven a rescatarnos por el poder de tu brazo.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Sabiduría, salida de la boca del Padre,
anunciada por profetas,
ven a enseñarnos el camino de la salvación.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Hijo de David, estandarte de los pueblos y los reyes,
a quien clama el mundo entero,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Llave de David y Cetro de la casa de Israel,
tú que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Sol naciente, esplendor de la luz eterna
y sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia,
tú que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Emmanuel, nuestro rey, salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
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