sábado, 21 de noviembre de 2020

María se deja hacer por Dios y el Espíritu santo la envuelve llenándola de Dios y su vida se hace donación total porque su vida es amor


 

María se deja hacer por Dios y el Espíritu santo la envuelve llenándola de Dios y su vida se hace donación total porque su vida es amor

Celebramos hoy una memoria litúrgica de la Virgen que si bien no tiene ninguna sustentación bíblica ha sido una fiesta litúrgica con mucha importancia en la tradición de la Iglesia Oriental y en determinado momento la liturgia romana la acogió también entre sus ritos. Se trata de la Presentación de María en el templo, en claro paralelismo a la presentación de Jesús en el templo que tenía su base en los ritos de la ley de Moisés por la cual todo primogénito varón había de ser consagrado al Señor.

No hay en la ley mosaica ninguna prescripción de este tipo en referencia a las niñas, pero ha sido una tradición que se ha mantenido a través de los siglos queriendo dársele un hermoso significado. Por aquello que la tradición también nos trasmite de que María niña vivió en las cercanías del templo de Jerusalén – tenemos la basílica de santa María la Nueva muy cerca incluso de la piscina probática o de las ovejas por donde eran introducidas en el templo para sus sacrificios y que recuerda el lugar del nacimiento de María -, surge el hecho de que María fue también presentada en el templo donde además recibiría educación y formación.

Estas tradiciones que nos pueden pasar como anécdotas sin embargo pueden tener un buen contenido espiritual. María realmente vivía su vida de fe como una auténtica consagración al Señor, pues su corazón estaba siempre abierto a Dios y a lo que era su voluntad. Los breves retazos que nos recoge el evangelio en sus palabras, en su manera de vivir, en la actitud profunda de su corazón manifiesta una espiritualidad muy profunda, que rumiaba continuamente en su corazón lo que el Señor le manifestaba en la Palabra que escuchaba desde lo más hondo de su corazón y en esa humildad para tratar de descubrir en todo momento lo que era la voluntad de Dios.

Cuando recibe la visita del Ángel en Nazaret María se queda rumiando aquellas palabras del saludo angélico. En su pequeñez y humildad se sentía sobrecogida ante el misterio que se le manifestaba y a lo que ella había de dar respuesta. María se turbó ante las palabras del ángel, nos dice el evangelista, luego ella estaba comprendiendo todo el misterio de Dios que se le revelaba pero que le estaba recordando como era una amada de Dios y Dios llenaba e inundaba su corazón.

Un primer paso de espiritualidad, sentir que uno es amado de Dios, experimentar en sí mismo su pequeñez y su pobreza pero la grandiosidad del Dios que nos visita y llena nuestro corazón. El ángel la había llamado la llena de gracia; el ángel le había dicho que Dios estaba con ella; el ángel le estaba revelando como iba a ser, digámoslo así pero entendámoslo bien, como poseída por Dios porque el Espíritu de Dios iba a envolver su vida.

María en su pequeñez y en su humildad – ella se siente pequeña porque es humilde, pero vemos que es grande porque está llena de Dios y qué mayor grandeza – no termina de entender todo aquello que se le viene encima, todo aquello que el ángel le está anunciando de parte de Dios. Pero María sigue manteniendo su fe y su confianza en el Señor porque en su humildad se dejará hacer por Dios.

¿Quién es ella para replicar a Dios o para oponerse a lo que son los designios del Señor? Su vida se hace donación y donación total porque su vida es amor. Su fe, que la hace sentirse pequeña y humilde como una esclava, se transforma en amor y si es amor se olvidará de sí misma y de sus propios planes para acoger en su vida lo que es la voluntad del Señor. ‘Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra’, será la respuesta de María que es la respuesta del amor.

Esta página del evangelio pequeña por la brevedad de sus palabras pero que es grandiosa porque nos está anunciando todo el misterio de la Encarnación de Dios nos está reflejando la profunda espiritualidad de María. Había cultivado su espíritu en las gradas del templo de Jerusalén, podríamos decir haciendo referencia a la memoria litúrgica que estamos celebrando, y allí había aprendido a rumiar el misterio de Dios rumiando aquellos textos sagrados de los profetas y de la ley del Señor. No era una espiritualidad cualquiera la que se reflejaba en María y en ningún mejor sitio podía haberla adquirido sino en ese silencio del templo del Señor para poder escuchar a Dios con toda hondura en su corazón.

Por eso decíamos que esta memoria que hoy celebramos tiene un hondo significado que ilumina los caminos de esa espiritualidad cristiana en la que nosotros hemos de hundir las raíces de nuestra vida. Es una invitación que de alguna manera se nos hace para a ejemplo de María cultivarnos nosotros también espiritualmente porque así rumiemos la Palabra del Señor en nuestro corazón porque así también nos vayamos llenando de Dios.

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