martes, 1 de septiembre de 2020

Poniéndonos en camino de sinceridad dejémonos sorprender por Jesús y la profunda liberación que quiere realizar en nuestra vida

 


Poniéndonos en camino de sinceridad dejémonos sorprender por Jesús y la profunda liberación que quiere realizar en nuestra vida

1Corintios 2, 10b-16; Sal 144; Lucas 4, 31-37

En la sinagoga de Nazaret había proclamado: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor’. Y al terminar de proclamar el texto de Isaías todo su comentario había sido: ‘Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír’.

No lo entendieron en Nazaret porque otros habían sido los filtros que habían puesto en los ojos de su corazón y por eso al final hasta pretenden despeñarlo por un barranco en las afueras del pueblo. Ahora ha llegado a Cafarnaún y aquellas sus palabras finales se están dando cumplimiento en lo que sucede en la sinagoga de Cafarnaún. No era solo un anuncio sino que el signo de la liberación allí se estaba realizando en aquel hombre al que ha curado. La sorpresa y admiración que se produce se transforma en fe. Los interrogantes que se suscitan en el corazón de aquellas personas desembocan en la fe.

‘Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí: ¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen’. Fue la reacción de la gente ante lo sucedido en la sinagoga. Aunque parecía que había resistencia a la presencia y a la acción de Jesús aquel hombre fue liberado de su mal con la palabra de Jesús. Sí, es el cumplimiento de lo anunciado en la sinagoga de Nazaret. Allí se estaba cumpliendo la Escritura. Y la fama de Jesús se iba extendiendo por todas partes comentará el evangelista.

También en nosotros ha de provocar la fe, hacernos crecer en nuestra fe descubriendo la verdadera liberación que Jesús quiere realizar en nuestra vida. En este caso es un hombre poseído por un espíritu maligno, en otras ocasiones aparecerán las limitaciones que la enfermedad produce en la gente; paralíticos, ciegos, sordomudos, leprosos acudían a Jesús, pero no siempre era la enfermedad física la que creaba esas limitaciones en las personas.

Bien sabemos cuantas cosas nos paralizan cuando nos dejamos arrastrar por la insolidaridad y por el egoísmo, cuántas cegueras porque no queremos ver, porque nos molesta la luz de la verdad, y así podíamos pensar en tantas cosas. Cada uno, aunque muchas veces nos cueste reconocerlo, sabemos de nuestros apegos, de las cosas que nos cierran la mente y el corazón. Muchas veces también como aquel hombre de la sinagoga ponemos nuestras resistencias, cerramos nuestros oídos para no escuchar, nos vamos en huida de allí donde nos pueden hacer ver la verdad y la luz, o queremos vivir despreocupados como aquellas mujeres de la parábola que no fueron precavidas para tener suficiente aceite para mantener la luz encendida.

Pero hemos de dejar que Jesús llegue a nosotros, nos tienda la mano,  nos dirija su palabra de vida, nos levante de nuestras camillas donde al final muchas veces hasta nos sentimos cómodos. Dejémonos sorprender por Jesús y la liberación que nos ofrece; sintamos cual es la verdadera salvación que El quiere para nosotros. No nos vale una confesión rutinaria como tantas veces hacemos limitándonos a repetir siempre lo mismo, sino que con sinceridad seamos capaces de ver lo que dentro de nosotros nos está haciendo tanto daño y de lo que Jesús quiere liberarnos. Nos cuesta pero necesitamos esa sinceridad en nuestra vida para que haya un verdadero encuentro salvador con el Señor.

 

 

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