viernes, 3 de julio de 2020

No tengamos miedo a las dudas, sino busquemos siempre ese encuentro vivo con Jesús que disipará todas las oscuridades y nos hará vivir una fe madura y viva


No tengamos miedo a las dudas, sino busquemos siempre ese encuentro vivo con Jesús que disipará todas las oscuridades y nos hará vivir una fe madura y viva

Efesios 2, 19-22; Sal 116; Juan 20, 24-29
¿Quién no tiene dudas? ¿Quién no se ha visto en alguna ocasión titubeante en su fe? ¿Quién no habrá pasado por momentos oscuros en que nos parece que no encontramos respuestas, que no nos satisface esa fe que tenemos, que nos parece que no merece la pena?
Es cierto que quizá de eso no hablamos, nos da pudor, sobre todo si podemos ser en cierto modo referencia para los demás en su vida religiosa o cristiana menos aun lo reconocemos porque quizás pensamos en el daño que podemos hacer. Nos da cierta cosa el reconocer esas dudas. Sin embargo quizá tendríamos que decir que ese proceso por el que todos pasamos en algún momento y que nos ha ayudado a madurar en nuestra fe no tenemos por que ocultarlo, podría ayudar también a los demás en su búsqueda, en sus luchas, en sus propias oscuridades para encontrar ese camino de la luz.
Además creo que tendríamos que darnos cuenta de que aún con todo lo personal que tiene que ser esa respuesta de fe que tenemos que dar, sin embargo es algo que hacemos con los demás y cuando sabemos hacerlo con los demás saldremos mucho más enriquecidos, mucho más maduros en la vivencia comprometida de nuestra fe. Por eso cuando hacemos profesión de nuestra fe aunque muchas veces utilizamos la expresión ‘creemos’, sin embargo la liturgia quiere que sea una respuesta en primera persona singular ‘creo’, porque tiene que ser mi respuesta y mi compromiso aunque lo hagamos en medio de la comunidad y con la comunidad de los creyentes.
Hoy crudamente nos presenta el evangelio las dudas de un apóstol. Estamos celebrando la fiesta del Apóstol santo Tomás. Y la Iglesia nos presenta con toda su crudeza este esto del evangelio con esa rebeldía, por así decirlo, del Apóstol Tomás. ‘Si no veo… si no meto mi dedo… si no meto mi mano…’ Quería no solo ver sino palpar, sentirlo incluso en su propia carne para dar el asentimiento de su fe. No estaba con el resto de los apóstoles cuando se aparece Jesús por primera vez en el Cenáculo. Estos le cuentan ‘hemos visto al Señor’, y ahí están sus dudas y sus reticencias pidiendo más pruebas que el pueda palpar por sí mismo.
No nos extrañe. Los demás apóstoles también dudaron; dudaron cuando vieron a Jesús en medio de ellos porque creían ver un fantasma, como les había pasado también allá en el lago; dudaron ya de antemano porque estaban encerrados por miedo a los judíos. Pero aparecen las dudas en otros momentos, en Pedro cuando no quiere creer lo que Jesús anuncia y eso no puede pasar, en los discípulos que tanto les costaba aceptar las palabras de Jesús del servicio para ser de verdad los primeros, en los otros apóstoles que en la cena hacen sus preguntas porque aún no entienden todo lo que Jesús les dice.
Y la historia de la Iglesia está construida también sobre esas dudas que van clarificando poco a poco lo que es la verdadera fe. Momentos hubo de grandes controversias teológicas desde las diferentes filosofías que en cada época han marcado el camino de la historia; momentos de confusión cuando hasta la misma Iglesia no sabía dar respuesta a los problemas que se iban presentando; y surgen herejías y surgen rupturas y divisiones; y siguen surgiendo cuando no terminamos de encontrar el verdadero camino del evangelio para nuestros comportamientos, para el actuar de la misma Iglesia, cuando dudamos incluso de lo que nos enseñan nuestros pastores.
Pero todo eso ha sido al mismo tiempo un camino de maduración; un camino en que se van clarificando las cosas de la fe, pero también vamos descubriendo mejor por donde hemos de caminar si queremos vivir en el espíritu del Evangelio, en el Espíritu de Jesús. Y en esos momentos de dudas, de crisis, de problemas, de luchas internas, de encontronazos y divisiones sabemos que nunca nos ha faltado la fuerza del espíritu que es el que guía a la Iglesia y fortalece nuestra fe.
Al final a Tomás cuando se encuentra cara a cara con Jesús se le vienen abajo todas sus dudas y proclama claramente su fe. ¿No necesitamos nosotros tener esa experiencia de encontrarnos cara a cara con Jesús? En ese encuentro nos llenaremos de vida, en ese encuentro todo se volverá luz para nosotros, de ese encuentro saldremos en verdad renovados buscando cada vez más una mayor fidelidad precisamente al evangelio de Jesús que es lo que en verdad importa. No tengamos miedo a las dudas, sino busquemos siempre ese encuentro vivo con Jesús.

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