miércoles, 1 de julio de 2020

Con respeto pero con la valentía del amor hacemos el anuncio de la Buena Nueva de la Salvación y damos testimonio del Reino de Dios



Con respeto pero con la valentía del amor hacemos el anuncio de la  Buena Nueva de la Salvación y damos testimonio del Reino de Dios

Amós 5, 14-15. 21-24; Sal 49; Mateo 8, 28-34
¿Cómo nos sentimos cuando nos rechazan o nos dicen no a un ofrecimiento que nosotros les hacemos? Seguramente que nos sentimos incómodos; podemos ver ese rechazo como una ingratitud ante lo que generosamente ofrecemos, pero al mismo tiempo hemos de esforzarnos a vivir con serenidad y el mayor respeto una situación así. Podemos ofrecer nuestro amor pero no podemos obligar a que nos amen; podemos ofrecer generosamente de lo nuestro, pero en el otro está el aceptarlo o no aceptarlo y de nuestra parte tendría que quedar el respeto ante la decisión de la otra persona.
No es fácil, porque consciente o inconscientemente parece que queremos imponer lo nuestro diciendo que lo hacemos con generosidad y buena voluntad; y hasta podríamos verlo como una humillación o un desprecio; en muchas ocasiones la gente se lo toma así cuando no le aceptan lo que ofrecen. Pero, repito, es hermoso nuestro gesto generoso, pero con esa misma generosidad respetamos la decisión de los demás.
Nos sucede en el campo de las ideas o de las ideologías, que todo el mundo trata de imponer su punto de vista; todos nos sentimos como con la verdad absoluta en nuestra manera de pensar o en nuestra manera de ver las cosas y tenemos el peligro de que de una forma dictatorial tratemos de imponerlo a lo demás. Son cosas que estamos viendo cada día en nuestra sociedad, en lo social, en lo político, en lo cultural. Parece que solo vale lo mío y nuestras razones no son parte de un diálogo sino que pueden terminar siendo parte de una imposición.
El diálogo y el respeto no significa que yo tenga que hacer dejación de mis principios, de la verdad sobre la que he construido mi vida, de esos valores en los que creo y con los que pretendo construir nuestro mundo y nuestra sociedad, de mis creencias, de mi fe y de mi seguimiento de Jesús. Pero veamos el respeto con que Jesús se muestra ante los demás a los que no quiere imponer, sino que siempre está la generosidad del ofrecimiento de su amor, hasta llegar a su entrega definitiva que nosotros podemos aceptar o podemos rechazar.
Jesús había atravesado el lago, como veíamos ayer incluso en medio de la tempestad, y llega a la otra orilla, que es tierra de gerasenos; era un pueblo ajeno al mundo judío. Y al llegar se encuentran a unos hombres poseídos por espíritus inmundos que en su locura causan el terror en toda la región. Reconocen a Jesús y sus palabras son en cierto modo un rechazo. ‘¿Qué tienes que ver con nosotros?’ Expulsa Jesús con su poder a aquellos espíritus inmundos que se posesionan de una piara de cerdos que osaba por aquellos lugares y se precipitan por el acantilado al lago. Cuando las gentes del lugar se enteran de lo sucedido, a pesar de que se ven libres de aquella pesadilla, sin embargo le ruegan a Jesús que se marcha, que se vuelva a su tierra. Y Jesús abandona el lugar.
Un hecho que está reflejando el tema del que venimos hablando. No aceptan la presencia de Jesús a pesar del beneficio que les ha producido el verse liberados de aquellos espíritus inmundos; pero ellos tienen otros intereses; podríamos pensar que se verían perjudicados si han perdido lo que podía ser parte de su sustento. No eran judíos y ellos si utilizaban la carne de cerdo. Pero Jesús es respetuoso con aquella decisión y no se impone.
Nos puede decir mucho para ese mundo tan inhóspito al mensaje del evangelio pero en medio del cual hemos de dar nuestro testimonio. No siempre es fácil, no todos nos van a aceptar, también nos dirán que nos vayamos a otra parte, o como le dijeron los atenienses a Pablo cuando les habló de la resurrección de eso te oiremos otro día.
¿Significa que tenemos que dejar de anunciar el evangelio? ¿Significa que hacemos dejación de nuestros valores y de nuestros principios? ¿Significa que nos vamos a quedar callados porque otros no nos quieran escuchar? ¿Significa que tenemos que encerrarnos en nuestras iglesias y no vamos a salir a la calle y al mundo para dar testimonio de nuestra fe? De ninguna manera. El mandato de Jesús está ahí y a todo el mundo hemos de ir a anunciar esa buena nueva de salvación. El que respondan o no está en los otros.
Pero también tenemos que pensar de qué forma lo hacemos para que los otros quieran escucharnos, para que a los otros les llame la atención la buena nueva del evangelio. Nunca nuestra cobardía tiene que echarnos para atrás. Con respeto pero con la valentía del amor hacemos el anuncio del mensaje, damos testimonio del Reino de Dios.


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