martes, 2 de junio de 2020

Con sinceridad y autenticidad vivimos la vida y nos manifestamos como creyentes ante el mundo desde el sentido de nuestra fe


Con sinceridad y autenticidad vivimos la vida y nos manifestamos como creyentes ante el mundo desde el sentido de nuestra fe

2Pedro 3, 12-15a. 17-18; Sal 89; Marcos 12, 13-17
Choque entre la sinceridad y la hipocresía. Irreconciliables. Por mucho que lo tratemos de disimular; la falsedad e hipocresía que llevemos en el corazón saldrá a flote, saldrá a la luz. Aunque nos presentemos con bonitas palabras, pero debajo se nota que no hay nada, o mejor, que lo que está ocultando es una hipocresía grande. Adulamos, adornamos con bonitos epítetos lo que le queramos decir al otro, pero se ven pronto las segundas intenciones.
Hay personas que son especialistas en estos disimulos e hipocresías, ponen una bonita sonrisa y quieren mostrarse agradables como si fuéramos amigos de siempre cuando hay tanta distancia quizá entre unos y otros, quieren quedar bien o quieren llevarse el ascua a su sardina, como se suele decir, porque querrán hacernos decir lo que no pensamos, lo que no entra en nuestros parámetros o principios. Personas así se las va encontrando uno mucho en la vida. Buscan manipularte, hacerte ver una realidad que no es, que solo está en su imaginación o que se han creado para conseguir lo que están buscando que aparezca como que te pones de su parte. Tiene que estar uno alerta y presentar con claridad lo que son tus principios, lo que son tus valores, diferenciando bien lo que el otro pretende hacernos decir y lo que realmente es nuestro pensamiento.
En el evangelio vemos en muchas ocasiones como los dirigentes sociales y culturales del pueblo acuden a Jesús con preguntas capciosas. Pretenden confundir a la gente y hacerle decir a Jesús lo que no es su mensaje. Empleando incluso textos de la Escritura quieren hacerle su propia interpretación y vienen con la pregunta a Jesús una y otra vez. Hoy son fariseos y herodianos, dos grupos bien diferenciados entre los judíos aunque algo tenían en común en un cierto nacionalismo judío de rebelión contra el pueblo invasor y de un puritanismo religioso que les hacía sentirse como en un estadio superior frente a todos los pueblos. Acuden a Jesús con halagos, alabando su integridad y sinceridad porque no se deja engañar por nadie.Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad’. Pero detrás viene la pregunta interesada.  ‘¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?’
‘¿Por qué me tentáis?’ les dice Jesús. Ha captado Jesús que bien conocía el corazón de los hombres la poca sinceridad y la hipocresía. Divide y vencerás, querían ellos que entre los que escuchaban a Jesús se crearan polémicas por sus palabras. Y aquí tenían una ocasión, pero Jesús no les sigue el juego. Ya conocemos la salida salomónica, que podríamos decir, de Jesús ante la pregunta. ¿La inscripción de la moneda de quién es? Si usamos las monedas del César paguemos al César lo que es del César.
Muchas veces a este texto evangélico y a la respuesta de Jesús se le ha querido dar también una interpretación interesada, que no es precisamente lo que Jesús quiere enseñarnos en el Evangelio. Como si el tema de la religión y de la fe lo pudiéramos convertir en algo tan angélico que no tuviera repercusión en los compromisos que como ciudadanos todos tenemos con el mundo en el que vivimos; y nosotros desde nuestra fe, desde el sentido de la vida que encontramos en Jesús y en el evangelio sí tenemos una palabra que decir sobre lo que queremos para nuestro mundo, pero no solo una palabra sino un compromiso serio de trabajar por la justicia de ese mundo, por hacer en verdad ese mundo mejor.
Alguna vez he escuchado frases como ésta, la religión está en ser buena persona. No negamos que tenemos que ser buenas personas pero es que además el verdadero seguidor de Jesús tiene una característica muy especial. Primero que ni el sentido religioso de la persona ni la fe la separamos de Jesús, porque El es nuestra único Señor y nuestro Salvador. Pero es que precisamente desde esa fe que tenemos en El no se trata solo de ser buena persona como los demás, sino que hay un sentido del amor, hay un sentido de la vida que se nos ilumina desde el evangelio y es en lo que de manera especial tenemos que resplandecer.
Y de ahí surgirá ese compromiso serio con la vida, con nuestro mundo, con la sociedad en la que estamos, con ese mundo que nos rodea y6 desde nuestro sentido cristiano de la vida nos sentimos comprometidos y contribuimos a crear esa mejor no nos desentendemos de nuestro mundo sino que con El nos sentimos más comprometidos desde el compromiso y el sentido de nuestra fe. Con qué sinceridad, con qué autenticidad hemos de vivir la vida y nos manifestamos ante el mundo.

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