miércoles, 22 de abril de 2020

Las cosas tienen solución, hay un camino de salvación siempre abierto para nosotros porque nunca nos va faltar el amor de Dios que se manifiesta en la entrega de Jesús


Las cosas tienen solución, hay un camino de salvación siempre abierto para nosotros porque nunca nos va  faltar el amor de Dios que se manifiesta en la entrega de Jesús

Hechos de los apóstoles 5, 17-26; Sal 33; Juan 3, 16-21
Esto no hay quien lo arregle, esto no tiene solución,  decimos con cierta amargura en el alma pero también con una fuerte carga de pesimismo en muchas ocasiones cuando los problemas se nos acumulan, el agobio en la búsqueda de soluciones nos ciega, o nos vemos desbordados por la situación que no sabemos encarrilar. Es una reacción como muy humana que nos brota, pero tendría que ser algo para un creyente que le tendría que hacer pensar con un poco de más detenimiento.
La misma situación social con todas sus ramificaciones que ahora estamos viviendo en nuestra sociedad nos puede llevar también por esos derroteros. Pero ¿es que no podemos encontrar esperanza? ¿Pensamos acaso que todo es como un caos donde no llegamos a encontrar el hilo del que tirar para que todo pueda volver a su orden? ¿O es acaso que lo que queremos es volver a lo mismo, que se soluciones las cosas más urgentes, para que podamos volver a vivir como vivíamos antes? ¿No encontraremos una luz que nos ayude a descubrir un sentido nuevo a las cosas, a la vida, a los problemas, a nuestro mundo con sus problemas?
Pero los que creemos en Jesús no tendríamos que caminar por esos caminos de pesimismo y de amargura. La fe en Jesús tendría que sembrar en nosotros esperanza y desde esa esperanza con la fuerza del Espíritu del Señor encontrar esos caminos de salida, esos caminos de salvación que nos hagan pensar en esa vida nueva que Jesús quiere para nosotros.
Creo que lo que nos dice hoy el evangelio tendría que hacernos dar un parón, un detenernos en seco para descubrir todo el sentido de vida nueva que tiene que tener nuestra fe en Jesús. La frase que escuchamos en el evangelio es mucho más que una frase lapidaria, una frase para grabar en una piedra y nadie la olvide. Es mucho más porque es algo que da sentido a nuestra vida, y donde en verdad tenemos que grabarla es en nuestro corazón.
‘Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna’. O sea, que el amor de Dios nos está entregando a Jesús para que en El encontremos la salvación. Así de sencillo, pero también de hermoso. Así con esa hondura y con esa alegría también en el alma. No quiere Dios que perezcamos, no quiere Dios la muerte ni la condena. Dios quiere y nos ofrece la vida, nos ofrece a Jesús. Y es claro pensamos en la entrega de Jesús en su cruz, en su pasión y en su muerte. ¿Por qué no pensamos en Jesús, el Emmanuel, el Dios con nosotros, el que se encarnó y tomó nuestra condición humana para viviendo nuestra misma vida estar a nuestro lado y enseñarnos cómo si es posible la salvación?
La cruz fue su entrega suprema, la mayor ofrenda de amor, el amor de quien nos ama y entrega su vida por nosotros. pero es toda la vida de Jesús, caminando a nuestro lado, viviendo también nuestras penurias y nuestros sufrimientos, al lago de nuestras penas y de nuestras angustias El nos va dando el sentido nuevo de nuestra vida, El nos va poniendo en el camino que no libera de nuestro mal y de nuestro sufrimiento, El haciéndose solidario en todo con nosotros nos está diciendo cómo nosotros tenemos que vivir, el amor que hemos de poner en la vida, la solidaridad con la que hemos de envolver todo nuestro quehacer.
Se nos tienen que abrir los ojos para descubrir el valor auténtico de tantas cosas, se no tienen que abrir los ojos para descubrir el valor de la persona y qué es lo que la hace grande, se nos tienen que abrir los ojos para que no sigamos andando con nuestras individualidades insolidarias, para aprendamos a mirar a nuestro lado y descubrir a las personas que caminan junto a nosotros que quizá alguna vez hasta ni en la misma casa habíamos llegado a descubrir, se nos tienen que abrir los ojos para que veamos el valor de lo importante y no nos quedemos en banalidades ni en superficialidades. Y todo eso lo veremos cuando sentimos de verdad que Jesús camina a nuestro lado, que nos está señalando y ofreciendo todo el amor de Dios que se hace entrega en su vida.
Las cosas tienen solución, hay un camino de salvación siempre abierto para nosotros porque nunca nos va  faltar el amor de Dios.


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