jueves, 9 de abril de 2020

Jesús se quitó el manto y se ciñó la toalla y nos dice ‘os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis…’



Jesús se quitó el manto y se ciñó la toalla y nos dice ‘os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis…’

Éxodo 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1Corintios 11, 23-26; Juan 13, 1-15
Alguien escribió en relación a este día que estamos viviendo. El Jueves Santo sabe a testamento. Nos trae gestos y palabras de Jesús que llevan a lo esencial, a una invitación a hacer memoria de lo vivido, pero, sobre todo, a vivir cada día haciendo memoria, realizando cada cristiano la entrega que Jesús hizo por nosotros’.
‘Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis…’ les dice a los discípulos cuando termina de lavarles los pies. ‘Haced esto en memoria mía… haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía’, les dice cuando parte el pan y les reparte la copa. Los gestos de Jesús son su testamento, lo que nosotros hemos de hacer. No otra cosa pueden hacer los que reciben un testamento de su ser amado.
Es lo que hoy contemplamos y celebramos. Es lo que hoy queremos hacer vida en nosotros. La memoria que nosotros hemos de hacer no es simplemente el recuerdo de algo sucedido en el pasado. Hacer memoria para nosotros es hacer presente, en el ahora y hoy de nuestra vida, lo que realizó el Señor. No es solo recordar, sino es hacer, es vivir lo mismo, de la misma manera, y aquí está la maravilla, sintiendo esa presencia viva hoy y ahora del Señor en nosotros y con nosotros.
La cena comenzó con ese gesto que los sorprendió. Es cierto que siempre se ofrecía agua al que llegaba para hacer sus abluciones, pero lo sorprendente y significativo son los gestos de Jesús. Es El quien se adelante quitándose el manto, pero al mismo tiempo ciñéndose la toalla. No es ya solo ofrecer sino ponerse a hacer, porque va poniéndose a los pies de cada uno de los discípulos para lavárselos ante la sorpresa, la reticencia incluso de ellos que les parecía imposible que Jesús realizara aquel gesto. Escuchamos solo a Pedro poner las pegas, por así decirlo, pero seguro que era el pensamiento de todos.
Pero fijémonos en el detalle que nosotros también hemos de saber copiar, saber realizar. No solo se despoja del manto que hubiera sido una dificultad para realizar la acción, sino que se ciñe la toalla. Se ciñe como el que va a trabajar, a realizar algo. Es todo un signo que no nos puede pasar desapercibido. Comenzaba en aquel momento algo nuevo en la vida de Jesús, porque iba a comenzar su pasión, su entrega hasta el final. No era que otros los entregaran, sino era El mismo quien se entregaba, quien se aprestaba a comenzar a subir y culminar aquel camino que le llevaba a la cruz, que le llevaba a la glorificación.
Aquel momento de lavarles los pies a los discípulos era el primer paso de quien les había enseñado que había que hacerse el último y el servidor de todos para ser verdaderamente importante. Era el paso que se continuaba, se prolongaba en su camino bajo el peso de la cruz y que culminaba el amor más generoso y más grande porque era el amor de quien daba su vida por los que amaba. Era el momento de su gloria, de su glorificación como ya había anunciado repetidamente en el evangelio aunque a los discípulos tanto les costaba comprender.
Pero recordemos lo que luego les diría. ‘Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis…’ Es su testamento, como antes decíamos, es lo que nos manda hacer, lo que nosotros tenemos que hacer. Tenemos que ceñirnos también para ir a lavar los pies. Qué amplio campo se abre ante nosotros del que no podemos desentendernos. Es de tantas maneras como podemos y tenemos que realizarlo.
Pero no olvidemos ceñirnos, porque tiene que ser la primera predisposición que tiene que haber en nosotros. Ceñirnos es la disponibilidad en que hemos de estar. Ceñirnos en la generosidad que hemos de tener en el corazón. Ceñirnos es la humildad para sabernos agachar, sí, también a la altura de los pies de los demás. Ceñirnos es ponernos a mirar a los ojos del que tenemos enfrente. Ceñirnos es tender la mano mirando a los ojos porque no es simplemente dejar caer una limosna, sino ofrecer nuestro amor. Ceñirnos es abrir los oídos del corazón para escuchar, para sintonizar mejor con los demás y querer enterarnos de cual es su sufrimiento como compartir también sus ilusiones y alegrías aunque nos parezcan pobres.
Ceñirnos… son tantas cosas, piensa en los que tienes a tu lado y que algunas veces te cuesta soportar y amar, piensa en el desconocido que llega a tu vida y tienes la tendencia a recibirle con desconfianza, piensa en esa persona que sabes que está sola y a quien podrías acompañar dándole tu tiempo, piensa en esas personas que vemos marginadas y rechazadas porque la gente pasa indiferente ante ellas o porque quizá no nos caen bien y no nos gusta su facha y trata de detenerte en la orilla del camino donde está, piensa en esa mirada que alguna vez has recibido de alguien pero que has tratado de desviar tu mirada para no darte por enterado… ceñirnos.
Cuando aprendamos a ceñirnos y a ponernos a lavar los pies – y bien sabemos de cuantas maneras podemos lavar los pies – entonces comprenderemos de verdad todo el hondo significado que tiene el otro gesto de Jesús en este día. ‘Esto es mi cuerpo’, y les reparte el pan; ‘esta es mi Sangre derramada’, y les hace compartir la copa. Es la nueva Alianza, es el Nuevo Testamento, es la presencia del Señor que se hace vida nuestra.
Ya entonces vimos al Señor cuando fuimos capaz de ceñirnos, ahora sentimos la fuerza del Señor para poder mantenernos ceñidos y dispuestos generosamente para el amor. Y es que de su amor nos alimentados porque El se hace vida, se hace alimento, se hace comida para estar con nosotros, para que nosotros nos hagamos uno con El. ¿Entenderemos entonces el hondo sentido de la Eucaristía?
Es el testamento del Señor. Es lo que El hizo y quiere que nosotros hagamos. Es la entrega de Jesús que ha de ser también nuestra entrega. Vivámoslo en este jueves santo especial, que si en nuestros templos hoy no se realiza el rito del lavatorio de los pies, cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de realizarlo de muchas maneras, aunque por las circunstancias estemos encerrados en nuestras casas. Alguna nueva forma tendremos de ceñirnos como lo hizo Jesús.

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