miércoles, 8 de abril de 2020

Es importante que nos planteemos cómo vamos a celebrar la pascua este año y que conexión le vamos a dar con la realidad de sufrimiento que vive hoy nuestra sociedad



Es importante que nos planteemos cómo vamos a celebrar la pascua este año y que conexión le vamos a dar con la realidad de sufrimiento que vive hoy nuestra sociedad

Isaías 50, 4-9ª; Sal 68; Mateo 26, 14-25
Con hondo dramatismo tres preguntas se suceden a lo largo del pasaje del evangelio que se nos ofrece hoy. Alguna pregunta en cierto modo inocente pero que sin embargo nos ha de cuestionar dentro de nosotros que es donde quiere Jesús que se prepare la cena de pascua. Pero las otras dos son desgarradoras porque manifiestan y expresan una traición, o la sorpresa llena de dudas que puede inquietar a cualquiera.
¿Qué había sucedido en el interior de Judas para llegar a lo que llegó? ‘¿Qué estáis dispuesto a darme si os lo entrego?’ Era uno de los doce que más de cerca habían seguido al maestro; no sabemos de su vocación primera, pero si fue uno de los doce que Jesús llamó después de aquella noche en oracion para que formara parte del grupo de los más cercanos a Jesús y a los que les iba a confiar en especial el anuncio del evangelio.
¿Desencantos porque aquello que estaba viendo no era lo que él esperaba y por lo que había seguido a Jesús? ¿Le superaba acaso la misión que Jesús les confiaba y el estilo de vida que Jesús quería que tuvieran sus discípulos y en lo que los más cercanos a Jesús tendrían que dar especial ejemplo? ¿Quizá frustración porque no se atreviera a pedir como hicieron los hermanos Zebedeos los primeros puestos en el Reino? ¿El mesianismo que presentaba Jesús no era realmente lo que ellos habían esperado y se caían por tierra quizá ambiciones que siempre surgen en el corazón?
En esa frustración y desencanto, en esa retirada pero para irse al lado contrario, podemos ver también los cambios de postura, las frustraciones y desencantos, las ilusiones y sueños rotos, el abandono de tantos a lo largo de la historia, pero que podemos seguir viendo y hasta viviendo hoy en tantos a nuestro alrededor que un día botaron la puerta y se marcharon porque no encontraban lo que querían, porque sus ambiciones se veían coartadas, porque los sueños llenos de fantasías y de vanidades vieron quizás que no los podían realizar.
Muchos quizá atormentados en su interior no supieron encontrar respuesta o no supieron buscarla; muchos porque su espíritu se enfrió porque querían seguir nadando a dos aguas y pudo más el espíritu del mundo donde encontraban quizás más facilidades para sus sueños; muchos, y tenemos también que reconocerlo, porque quizá en los otros cristianos no encontraron el estimulo, el animo y el testimonio ejemplar que necesitaban o quizá por algunos contra testimonios desagradables sintieron que debían tirar la toalla y abandonar.
Por eso se vuelve inquietante la pregunta que se hacen algunos de los discípulos o incluso el mismo Judas al final cuando Jesús manifiesta claramente que uno de los presentes le iba a entregar. Cayó como un jarro de agua fría la afirmación de Jesús que llenó de inquietud el corazón de todos los presentes. Cada uno de ellos podía decir que no había sido él, pero sin embargo van balbuceando la pregunta, quizá lleno de un cierto temor de culpabilidad. ‘¿Soy yo acaso, Señor?’ Será al final Judas el que le haga también la pregunta a Jesús y sabemos la respuesta y todo lo que se desencadenó a continuación.
Pero el interrogante tendría que estar en nuestro corazón también porque quizá con alguna de nuestras posturas, de nuestros planteamientos, de la manera de hacer las cosas pudiéramos estar contribuyendo a la traición o al abandono de tantos que dan el portazo y se marchan de la Iglesia. No nos haces esta pregunta para llenarnos de amarguras, pero si de mirar y examinar con sinceridad nuestra vida para hacer que nuestro testimonio sea siempre luminoso, y nada haya de oscuridad en nosotros que dañe o perjudique a los demás en el seguimiento de Jesús.
Y nos queda una última pregunta para nuestra reflexión. Antes de hacer los preparativos los discípulos le preguntan a Jesús. ‘¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?’ puede parecernos una pregunta en cierto modo retórica porque solamente se trataba de que Jesús les diera las indicaciones precisas. Así fue y así prepararon ellos la cena de pascua, que luego ya veremos su celebración.
Pero es una pregunta que no se tiene que convertir en retórica para nosotros sino que es preguntarnos en cierto sentido ¿Cómo vamos nosotros a preparar y a celebrar la cena de pascua? Siempre es importante, porque ahí está toda esa preparación espiritual que hemos venido haciendo a través de toda la Cuaresma y lo que en estos días ya cercanos a la pascua nosotros seguimos haciendo.
Pero hay algo más. Este año se nos dan unas circunstancias especiales en que no podremos participar presencialmente en ninguna celebración. ¿Significa eso que no vamos a celebrar la pascua nosotros este año? Creo que nos damos cuenta que va a ser una pascua muy especial, pero que espiritualmente hemos de vivirla con toda intensidad. No tienen que pasar estos días al no poder participar en las celebraciones como si fueran un día más sino que hemos de saber buscar esa interioridad en nuestra casa, con nuestras familias si tenemos la oportunidad, para meternos de lleno en el misterio pascual de Cristo.
Es lo que tenemos que plantearnos, ¿cómo lo vamos a hacer? ¿Qué silencio e interioridad voy a poner en mi vida? ¿Cuáles son las cosas concretas que voy a hacer para poder vivirlo en toda intensidad aunque solo sea en mi hogar o siguiendo la trasmisión de las celebraciones que podamos tener por los medios de comunicación o las redes sociales? ¿Qué conexión le voy a dar a esta celebración con la realidad de sufrimiento que vive nuestra sociedad hoy? Es muy importante este punto y esta pregunta de cómo y dónde voy yo a celebrar la pascua este año.

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