viernes, 17 de enero de 2020

Hay limitaciones que nos encierran el alma, nos restan libertad interior, nos hacen sentirnos esclavizados de nuestro yo orgulloso de las que tenemos que dejarnos liberar por Jesús


Hay limitaciones que nos encierran el alma, nos restan libertad interior, nos hacen sentirnos esclavizados de nuestro yo orgulloso de las que tenemos que dejarnos liberar por Jesús

1Samuel 8, 4-7. 10-22ª; Sal 88; Marcos 2, 1-12
Hay tanta gente, pensamos cuando aun de lejos vamos a mucha gente aglomerada en aquel lugar que nos gustaría ir, o que necesitamos ir. Pero no nos gustan las aglomeraciones y nos quedamos a la distancia. Es imposible nos decimos, aunque sea algo que necesitamos, pero no nos vamos a meter en aquel follón, no nos vamos a poner en aquella cola. Ya tendremos oportunidades, y lo dejamos para otro momento.
Nuestra timidez, nuestras pocas ganas de vernos envueltos en medio de tanta gente, la indecisión de si en verdad sería lo que nos conviene en ese momento, el orgullo de que no vean que nosotros también lo necesitábamos, el no querer complicarnos nos hizo perder una oportunidad que no sabemos si se volverá a repetir. Quizá no nos hemos convencido a nosotros mismos y con mil disculpas lo dejamos pasar para otra ocasión.
Momentos de gracia que quizá perdimos. Nos sucede en muchas oportunidades que en la vida se nos ofrecen y no solo es buscar una ganga o unas rebajas, pero también en llamadas que Dios hace a nuestro corazón a la que no respondemos con la prontitud necesaria. Un camino nuevo que se abre delante de nosotros en la vida, una oportunidad que se nos ofrece y que tanto bien nos haría por la riqueza humana y espiritual que recibiríamos, un compromiso al que se nos invita pero que con nuestros miedos no terminamos de responder. Una cosa buena que pudimos hacer a favor de alguien pero que con nuestra timidez o indecisión se quedó a medias y aquel que se pudo beneficiar al final nada recibió sintiéndonos quizá nosotros mismos mal y frustrados por lo que dejamos de hacer.
Aquellos hombres que llevaban el paralítico para que Jesús lo curara se encontraron también con el paso cortado porque era mucha la gente que se aglomeraba a la puerta de Jesús. Quizás les hubiera gustado pasar más desapercibidos, pero tenían el empeño de llevar al amigo o al familiar hasta los pies de Jesús. Pero en su decisión nada los podía detener. No importaba que tuvieran que levantar las tejas del terrado para abrir un hueco y por allí descolgar a Jesús. Aquel hombre tenía que llegar hasta Jesús. Y lo lograron. Grande era su fe.
Lo que sucedió entonces fue algo maravilloso que ni ellos mismos se esperaban. Todos quedarían asombrados, aunque como siempre habría quien pondría sus pegas. Llevaron aquel paralítico hasta Jesús para que Jesús lo curara. Pero Jesús ofrece algo más. ‘Tus pecados quedan perdonados’. No todos lo entienden, porque lo único que esperaban quizás era la curación física de su invalidez. Pero Jesús quiere sanar al hombre desde lo más hondo. Y Jesús puede hacerlo. Ante quienes dicen que aquello es una blasfemia porque solo Dios puede perdonar pecados, Jesús se reafirma en su autoridad y levanta también a aquel hombre de su camilla. ‘Anda, toma tu camilla, y vuelve a tu casa’.
De alguna manera con el comentario que nos hacíamos para introducir esta reflexión creo que nos podemos dar cuenta de cuánta invalidez hay en nuestra vida, cuantas cosas nos paralizan, cuantos egoísmos y orgullos nos encierran. Peor que las limitaciones físicas, porque esas otras limitaciones nos encierran el alma, nos resta verdadera libertad interior, nos sentimos esclavizados de nuestro yo orgulloso, la negrura del pecado llena de oscuridad nuestras vidas.
Es lo que necesitamos que Jesús nos cure. El, que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dejemos que tienda su mano para sanarnos, para curarnos desde lo más hondo, para perdonarnos todo ese pecado que hemos dejado meter en nuestra vida. En muchas cosas tendríamos que pensar. Mucha decisión también hemos de tener para ir sin miedo ni cobardía hasta Jesús, para no dejarnos vencer por esos obstáculos que nosotros mismos nos ponemos y no nos dejan avanzar en la vida. No podemos perder esos momentos de gracia que llegan a nosotros.


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