lunes, 9 de diciembre de 2019

‘Toma la camilla’, llévatela contigo, no porque la vayas a necesitar de nuevo, es el recuerdo de lo vivido, de lo que ha sido tu vida, de la experiencia que te ha transformado


‘Toma la camilla’, llévatela contigo, no porque la vayas a necesitar de nuevo, es el recuerdo de lo vivido, de lo que ha sido tu vida, de la experiencia que te ha transformado

Isaías 35, 1-10; Sal 84; Lucas 5, 17-26
Esto lo quiero guardar como recuerdo. Vamos de viaje y nos traemos nuestros recuerdos. Vivimos un acontecimiento especial y queremos mantener el recuerdo de lo que entonces vivimos y nos guardamos cosas que nos lo recuerden. Hacemos fotografías de lugares que nos han gustado porque luego queremos de nuevo saborear la sensación que tuvimos cuando estuvimos en aquel lugar. Nuestra casa en ocasiones se nos llena de detalles de un regalo que recibimos, de una visita que hicimos, de cosas que nos traen a la memoria momentos vividos y que tuvieron un significado en nuestra vida.
¿Por qué me estoy haciendo estas consideraciones? Hay un detalle en el evangelio de hoy, que se repite en otros momentos, que nos puede pasar desapercibido pero que si nos detenemos un poco renglón a renglón del acontecimiento relato nos puede llamar la atención. ¿Por qué Jesús cuando curó al paralítico, le dice ‘levántate, toma la camilla y vete a tu casa’? Parecería que Jesús tiene el deseo de que se lleve la camilla. Claro, pensamos, tampoco la iba a dejar allí en medio con tanto jaleo de gente que había en la casa; parecería una razón normal, pero por tan natural no sería necesario que el evangelista lo pusiera con tanto detalle.
Ya conocemos todo el hecho. Un paralítico que unos hombres traen en una camilla con la que no pueden acceder hasta Jesús por la puerta porque hay mucha gente, y quitando algunas losetas del techo por allí lo descuelgan hasta los pies de Jesús. Como se fijará Jesús grande era la fe de aquellos hombres que se valen de lo que sea necesario para hacer llegar al paralítico hasta los pies de Jesús para que lo curara.
Pero ha sucedido algo más. La primera palabra de Jesús ante la llegada de aquel paralítico a sus pies es decirle ‘tus pecados están perdonados’. Aquello, como conocemos, arma un revuelo entre los presentes que no esperaban esa palabra de Jesús pero sobre todo de los escribas y fariseos que estaban allí al acecho. ‘Este hombre blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino Dios?’  Pero Jesús no se arredra sino que mantiene su palabra, porque si tiene poder para curar a aquel hombre, como todos esperan, ese poder de dar vida solo le corresponde a Dios. Y si puede curar al paralítico eso será signo de la curación más profunda que Jesús quiere realizar en el hombre, el perdón de los pecados.
Allí está manifestándose la misericordia de Dios, que cura, es cierto, nuestras dolencias y enfermedades, que se muestra compasivo con nuestro sufrimiento cuando se ha hecho uno como nosotros y El probará también lo que es el sufrimiento con su pasión y muerte en la cruz, pero allí se está manifestando la misericordia de Dios que nos sana desde lo más hondo de nosotros, que ha venido para dar su vida, para derramar su sangre por nosotros, por todos, para el perdón de los pecados. Es la vida más hermosa que Jesús nos ofrece, es la gracia, es el regalo de vida de Dios para el hombre, para nosotros, para todos.
Aquel hombre ha pasado por una experiencia fuerte; fuerte y dolorosa ha sido su incapacidad, su invalidez. Nos conviene recordar nuestra debilidad, una debilidad de la que no siempre nos podemos liberar por nosotros mismos, sino que hemos de saber contar con otros. Aquel hombre ha tenido la experiencia de unos buenos hombres que le han ayudado, que le han llevado hasta Jesús. Pero ha sido también una experiencia mucho más honda la que ha vivido, no solo porque se ha visto liberado de si invalidez, de su debilidad, sino que ha sentido que la gracia de Dios le ha transformado; es el perdón que ha recibido que ha sido la curación mas honda porque eso sí que le ha hecho entrar en una vida nueva.
¿No será algo todo esto que no podrá olvidar nunca? ‘Vete y no peques más’, les dice Jesús en ocasiones a aquellos a los que cura. Recordemos nuestra debilidad en la que podemos volver a caer; recordemos la gracia que nos ha hecho renacer; recordemos también las mediaciones que ha habido en nuestra vida que nos han ayudado a encontrar nueva vida. ‘Toma la camilla’, llévatela contigo, no porque la vayas a necesitar de nuevo, sino como el recuerdo de lo vivido, el recuerdo de lo que ha sido tu vida, el recuerdo de la experiencia que te ha transformado.

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