lunes, 28 de octubre de 2019

Aprendamos a sentir la presencia de Dios en nosotros para que nuestra reflexión se convierta en oración en la que invoquemos y escuchemos la inspiración del Espíritu



Aprendamos a sentir la presencia de Dios en nosotros para que nuestra reflexión se convierta en oración en la que invoquemos y escuchemos la inspiración del Espíritu

Efesios 2,19-22; Sal 18; Lucas 6,12-19
Un signo de la madurez de la persona es que nos hace reflexivos, nos hace mirar la vida con otros ojos, siempre inquisidores, siempre buscando lo mejor, siempre queriendo sacar lo mejor de uno mismo y de la vida; siempre queremos aprender, enriquecernos de la vida misma, pero también sacando a flote lo mejor de nosotros mismos y desarrollando también nuestros valores; eso que queremos hacer con nosotros mismos queremos hacerlo con los demás ayudando en esa reflexión, ayudando a que cada uno se encuentre a si mismo y encuentre también el lugar y la misión que tenemos en la vida. Es algo bueno y hermoso, para nosotros y también en lo que repercute en los demás.
Cuando llega el momento de tomar una decisión nos lo tomamos en serio, por eso nos lo pensamos una y otra vez para encontrar lo mejor, reflexionamos hondamente lo que algunas veces nos llevar a tener que tomar nuestro tiempo. Pero quiero añadir algo, el hombre de fe, el creyente no solo trata de reflexionar por si mismo queriendo echar mano de sus conocimientos o de su experiencia; el creyente busca la luz e inspiración del Señor. Por eso el creyente acude a la oración.
La simple reflexión no es oración, y es en lo que algunas veces nos creamos confusión incluso dentro de nosotros mismos; la oración es sentir la presencia del Espíritu del Señor en ese momento, es invocarle y es querer escucharle, porque el Señor se nos manifiesta, nos hace sentir su presencia, nos hace escuchar su voz, inspira esa reflexión que nos hacemos.
Oración no es solamente ponernos a pensar, es abrir nuestro corazón a Dios, a su presencia, a la fuerza de su Espíritu. Y es que el verdadero creyente se siente siempre en la presencia de Dios, vive en una comunión con el Señor abriendo su corazón a su Palabra, abriendo su corazón a la presencia del Espíritu Santo. El verdadero creyente es siempre un hombre, una persona espiritual.
Hoy hemos escuchado en el evangelio que paso toda la noche en oración y a la mañana siguiente llamó a los discípulos y escogió a doce a los que llamó apóstoles.  ‘Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles’ que nos dice el evangelio. Un momento importante en el camino de Jesús y en la constitución del Reino de Dios. Iba a escoger a aquellos a los que confiaría una especial misión dentro de la comunidad. Seria lo que estarían siempre a su lado y a los que prepararía de una manera especial porque a ellos les iba a confiar de manera especial la misión del anuncio por el mundo del Reino de Dios. Y Jesús pasó la noche en oración. Hermoso ejemplo para nuestra vida.
Escuchamos hoy este evangelio en la fiesta que estamos celebrando de dos de los apóstoles, san Simón y san Judas Tadeo. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular’, que nos decía el apóstol. Y éste es el sentido profundo que hemos de darle a la celebración de la fiesta de los apóstoles, que nos hace entroncarnos de verdad con la Iglesia. Hemos desvirtuado en muchas ocasiones el sentido de la fiesta de los apóstoles, como un poco maleamos la devoción que le tenemos a los santos. Parece que hemos de tenerle devoción por lo más  menos milagrosos que sean. Hay algo mas profunda que da sentido a su santidad, y es su fidelidad en el camino del Señor, de lo que nosotros tenemos que aprender.
En el caso de los santos apóstoles que  hoy celebramos vemos con demasiada frecuencia que muchos dicen que son muy milagrosos y que son especiales abogados para unos determinados malos, y ahí nos quedamos tan tranquilos. Desvirtuamos lo que tiene que ser la devoción a los santos.
¿Pensamos acaso en estos dos santos que  hoy celebramos que fueron apóstoles del Señor, de los que estuvieron siempre a su lado y a los que Jesús confió la misión del anuncio del Reino de Dios por el mundo? ¿No sería por esos caminos por donde tendríamos que imitarlos en un deseo de vivir una profunda intimidad con el Señor y sentir cómo su misión es nuestra misión y hemos de sentirnos comprometidos en el anuncio del evangelio del Reino en medio de nuestro mundo? Porque tendremos mucha devoción a los santos a los que convertimos en abogados frente a no sé que males, pero quizá muchas veces lo menos que nos interesa en ese anuncio y esa vivencia del Evangelio, del Reino de Dios. Es para pensar.

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