lunes, 27 de mayo de 2019

Llenémonos de la verdadera espiritualidad cristiana que tiene su fuente en el Espíritu que Jesús nos promete y nos envía



Llenémonos de la verdadera espiritualidad cristiana que tiene su fuente en el Espíritu que Jesús nos promete y nos envía

Hechos de los apóstoles 16,11-15; Sal 149; Juan 15,26-16,4a
Muchas veces en la vida nos encontramos sin fuerzas para emprender la tarea que tenemos que realizar, no sabemos cómo comenzar y parece como que nos encontramos a oscuras sin saber realmente a donde ir. Nos entra la desgana, nos sentimos sin fuerzas o sin motivaciones interiores para la lucha de cada día, nos sentimos incapaces porque quizá no terminamos de conocernos a nosotros mismos y vemos más bien defectos y limitaciones pero no hemos llegado a descubrir todos los valores que hay en nuestro interior y que nos capacitarían para cosas bien importantes.
La vida se nos vuelve complicada desde las distintas tareas que tenemos que afrontar, pero también desde los problemas que se nos acumulan y a los que no terminamos de dar respuesta o no sabemos cómo afrontarlos. Eso nos hace que nos entre la desgana o el desánimo y antes de emprender las tareas nos parecen como montañas inalcanzables.
No nos damos cuenta que la subida hay que hacerla paso a paso y no podemos pretender llegar a lo alto de la montaña sin haber dado antes todos los pasos de la escalada. Cada paso ha de tener su momento y su sabor, cada momento hemos de vivirlo y disfrutarlo; pasos que no podemos ver como tormentos sino como peldaños en esa ascensión que nos llevarán paso a paso a poder disfrutar al final de la altura conseguida.
Y es que nos falta en ocasiones esa fuerza interior, ese creer también en nosotros mismos y nuestras posibilidades, tener claras las metas y los ideales de nuestra vida dándonos cuenta que merece la pena luchar por alcanzarlos.
Eso nos sucede en todas las facetas de nuestra vida, desde esas responsabilidades que cada uno tiene cada día consigo mismo y con aquellos que caminan con él ese camino de la vida, pero también de esos compromisos que adquirimos en nuestro trabajo, en esa sociedad en la que vivimos. Eso nos sucede en nuestro mundo interior, en que muchas veces nos parece encontrarnos vacíos y sin fuerzas, porque quizá no hemos cultivado nuestro espíritu como tendríamos que haberlo hecho; eso nos sucede en el mundo de la fe que vivimos y a la que no siempre damos la debida profundidad y en todo lo que es nuestro compromiso cristiano.
Tendríamos que ser más hombres y mujeres llenos de espíritu, espirituales; tendríamos que saber cultivar una espiritualidad profundo en nosotros que nos eleve porque vivimos demasiado apegados a las cosas materiales como si fueran lo único de nuestra vida. El hombre espiritual tiene fuerza interior, pone metas altas en su vida, se llena de trascendencia porque siempre tiende a ir más allá de lo que ahora tiene simplemente delante de sus narices, sabe darle profundidad a su vida.
Hoy nos habla Jesús de esa presencia del Espíritu en nuestras vidas. Como creyentes en Jesús sabemos que no es solo una cosa que tengamos por nosotros mismos. Es cierto que en nosotros hay esa hambre, podríamos decir, de algo grande pero sabemos que es algo que por si mismo nos supera. No es solo una fuerza que encontremos en nosotros mismos, aunque seamos capaces de muchas y grandes cosas, sino que es la fuerza que nos viene de lo alto, que nos viene de Dios.
Mucho podían saber, después de todo el tiempo que habían estado con Jesús, de lo que habían de hacer para vivir el Reino de Dios, pero tenían que ser conscientes de que un día aparecerían dificultades y hasta persecuciones desde el interior de ellos mismos por esas desganas y desilusiones que se nos meten en la vida como antes decíamos pero también desde el exterior de ese mundo que les rodeaba – Jesús les anuncia esas persecuciones – por eso Jesús les promete la presencia del Espíritu.
El Espíritu que les recordaría cuanto Jesús les había enseñado, pero el Espíritu que seria su fortaleza para esa tarea que Jesús les encomendaba. Habían de dejarse llenar del Espíritu, para no perder la meta, para sentirse siempre con fuerzas, para sentirse como elevados y transportados mas allá de esos contratiempos que se iban a encontrar en la vida. El Espíritu que de verdad les haría fuertes interiormente.
Es esa espiritualidad que nosotros hemos de buscar, porque no nos apoyamos en nosotros mismos, por mucha fuerza de voluntad que tengamos. Necesitamos esa gracia, esa luz sobrenatural, esa presencia del Espíritu del Señor en nuestra vida. Es lo que nos dará verdadera profundidad a nuestro ser, es quien nos hará sentirnos seguros y con fuerzas descubriendo al mismo tiempo todos los valores que tenemos en nuestra vida, es lo que nos elevará y nos llenará de trascendencia para no quedarnos meramente en lo material o en lo terreno que aquí podemos tener o vivir.
Llenémonos de la verdadera espiritualidad cristiana que tiene su fuente en el Espíritu Santo que Jesús nos promete y nos envía.

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